Hay mesa, ¿pero Gobierno?

Finalmente, Junts, es decir Carles Puigdemont, facilitó la elección de Francina Armengol como presidenta del Congreso de los Diputados, dándole la mayoría de ese órgano a la izquierda. Si al expresident de la Generalitat, residente ahora en Waterloo, le guiara la lógica, se podría decir que Pedro Sánchez tiene garantizada la investidura. Pero sería muy arriesgado. Porque es difícil saber qué mueve a Puigdemont más allá de su situación procesal, su proclamada desconfianza de los partidos y gobiernos del Estado y la exigencia de «hechos comprobables» para facilitar cualquier votación. Tan es así, que su apoyo a Armengol no respondió a las cualidades de la expresidenta balear, que las tiene, o a un descarte de la ¿rota? alianza PP/ Vox, sino a una carta del ministro de Exteriores solicitando al Consejo Europeo el uso del catalán, el euskera y el gallego en las instituciones comunitarias, que se sumaba a otros tres compromisos asumidos por el PSOE.

La petición a la UE está bien, como lo está el uso de esas lenguas en el Congreso, lo que reflejaría la realidad de este país plural y multilingüe. Tras 45 años de Constitución ese hecho no debería ser el producto de la exigencia de un partido que ahora tiene solo el 11% de los votos de los catalanes, el 25% si se suman los de ERC, sino el resultado de una reflexión colectiva, también de los partidos estatales. Ahora bien, si Puigdemont quiere más «hechos comprobables» debería recordar los de la legislatura pasada, aunque no le afectaran a él directamente, cuando el Gobierno aprobó medidas que le restaron popularidad: el indulto a los presos del ‘procés’ y la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición y modificar el de malversación. Aún muchos se preguntan cómo pudo Sánchez salir vivo de las elecciones del 23J después de haberlo hecho, porque esas decisiones disgustaron también a electores socialistas. Sánchez, ya lo ha demostrado, podría lidiar con las exigencias de Junts e incluso tratar de cumplirlas, pero podría también preferir elecciones a depender de sus antojos.

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