Ibiza, el infierno de las langostas

Langostas y bogavantes de todo el mundo deben rezar para que nunca se acabe el invierno en Ibiza. Es llegar el verano a la isla y empezar la masacre de crustáceos. A los residentes nos gusta comer bien, pero no podemos permitirnos esas comidas con caviar de entrante, de primero, de segundo, de postre y hasta con el café. Sin embargo, como bien saben en el Mercat Nou, los turistas que se alojan en casoplones, ahora llamados villas, o que viajan en yates tan grandes como edificios, consumen marisco y manjares exquisitos como si no hubiera un mañana. Da igual que el precio esté por las nubes: ¡hay gambas que ya cuestan hasta 130 euros el kilo! A este paso, y con la nómina del común de los mortales, de las gambitas no vamos a poder pagar ni el bigotillo. Tendremos que olerlas desde la arena mientras salen a miles de las cocinas de los beach clubs más exclusivos. Duele un poco el alma pensar en los ágapes diarios de los ricos en contraste con los cientos de personas que, aun teniendo un trabajo, hacen cola en Cáritas y en Cruz Roja para poder llevarse algo a la boca. Para ellos, comer carne un día a la semana es el auténtico lujo. Seguramente con las sobras diarias de los restaurantes más de uno se daría un festín. Al menos podrían chupar las cabezas de las gambas.

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