Amarga victoria/dulce derrota

Paradójicamente el 23J concluyó con la amarga victoria de Alberto Núñez Feijóo, que no podrá gobernar, y la dulce derrota de Pedro Sánchez, que sí podría hacerlo. Un resultado contra pronóstico, especialmente contra los resultados de la mayoría de las empresas demoscópicas, que dieron por muerto al presidente del Gobierno y minusvaloraron la movilización de las izquierdas, especialmente del voto al PSOE, que se estaba produciendo en los últimos días. Pero, a la vista del escrutinio electoral, ni Feijóo tenía el camino expedito hacia la Moncloa ni Sánchez estaba amortizado. Tampoco el antisanchismo era un fenómeno tan generalizado, de hecho hay casi el mismo número de españoles que querían derogarlo que los que quieren que perdure. La España polarizada, sí, pero también el fracaso de las derechas que iniciaron ya en plena pandemia su acoso y derribo al Gobierno de izquierdas y a su presidente.

Con la triste victoria y la alegre derrota arranca un periodo de incertidumbre, en el que Feijóo buscará, ya lo ha hecho durante la campaña, romper el PSOE para que repita la abstención que hizo presidente a Mariano Rajoy en 2016 y apartó a Sánchez del liderazgo del partido, y Sánchez intentará reconstruir la coalición que le ha permitido gobernar en los últimos años, pero esta vez con el obstáculo añadido —uno más— de necesitar al menos la abstención de Junts, el partido de Puigdemont. Se equivocará el líder del PP si piensa que algunos socialistas que le adulan representan al PSOE auténtico. De hecho, son algunos de los perdedores de las primarias de 2017, que creen que Sánchez tendría que haber gobernado con 120 escaños igual que hicieron ellos con 202, es decir, sin pactar con nadie. Pero muchos exministros de esos gobiernos de Felipe González, incluidos algunos guerristas, han suscrito en esta campaña varios manifiestos a favor del PSOE de Sánchez y del propio líder. Líder que ha salido reforzado del 23J. Tendrán, por tanto, difícil apartarlo de nuevo para facilitarle el Gobierno al PP.

Sin embargo, y pese a haber ganado, el liderazgo de Feijóo sí parece haber quedado tocado. Tenía una única oportunidad, lo dijo públicamente su rival interna, Isabel Díaz Ayuso, que no se calla nada, y en la noche electoral, cuando él estaba dirigiéndose a los seguidores congregados frente a la sede del partido, una parte de ellos empezó a corear “Ayuso, Ayuso”. Cabe preguntarse si fue un grito espontáneo, o premeditado (la mano oculta de MAR) o el simple reflejo de la decepción por no haber arrasado. Aunque si finalmente hubiera repetición de las elecciones, una posibilidad que no se puede descartar, Feijóo sería de nuevo candidato. Jugaría la prórroga y tal vez hasta los penaltis.

La clave del resultado se asienta, no obstante, en saber qué hará Junts. Si forzará la repetición electoral —¿para qué?— o apoyará al PSOE, que necesita sus votos o su abstención para seguir en el Gobierno. Pero, ¿por qué desechar la hipótesis de que Feijóo intente conseguir sus votos para llegar a la Moncloa? Recuerden Aznar 1996.

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