Tribuna

Prioridades políticas, ocio transgénico y desgobierno

Charles de Gaulle dijo una vez que “la política es un asunto demasiado serio como para dejarlo a los políticos” y a menudo solo cabe darle la razón. En Ibiza, sin ir más lejos, llevamos más de una década soportando un absoluto desgobierno en materia de ocio y actividades turísticas, mientras nuestros políticos ignoran este elefante en la habitación como si no existiera ni fuera con ellos.

Hace un par de meses, durante la cena de aniversario del Club Nàutic Sant Antoni, tuve oportunidad de charlar con la entonces presidenta del Govern balear, Francina Armengol, a quien comenté esta situación de descontrol en relación al ocio diurno en beach clubs y hoteles, que no cuentan con licencias de salas de fiestas, pese a actuar como tales. La presidenta me respondió que lo que sucede en Ibiza no ocurre en ninguna otra isla, como si fuera un asunto ajeno a sus responsabilidades. No tuve más remedio que responderle que esta triste realidad es consecuencia de la inoperancia de nuestros políticos, tanto de su partido como del resto.

Poco tiempo después, Armengol perdió las elecciones y ahora el poder lo ostenta Marga Prohens, del PP. ¿Hará algo para poner orden en nuestra isla? A los empresarios del ocio nocturno, desde luego, no nos queda otra alternativa que depositar nuestras esperanzas en ella, porque, desde Ibiza, todo apunta a que vamos a seguir inmersos en las mismas aguas turbulentas.

Lamentablemente, así se trasluce del discurso de investidura del presidente del Consell, Vicent Marí, que ha conseguido repetir mandato en la institución. Es algo que no ocurría desde los tiempos de Antonio Marí Calbet, el mejor político que ha presidido Ibiza y alguien que, estoy convencido, no habría tolerado esta situación, con independencia de quien moviera los hilos.

Marí dijo que sus principales objetivos consisten en acabar con el problema de la vivienda y mejorar la sanidad pública. También habló de mejorar las residencias de ancianos, el transporte público, la gestión de los residuos e incluso de impulsar las energías renovables. Fines muy loables todos ellos, pero ni una mención a la necesidad de regular y poner orden en las actividades turísticas, pese a que en la isla impera el desmadre donde antes había orden y, además, es uno de los asuntos más candentes en el debate ciudadano.

Vemos a diario cómo chiringuitos que empezaron con cuatro mesas se han transformado en discotecas al aire libre, cuando en Ibiza las salas de fiestas fueron obligadas a insonorizarse por decreto muchos años atrás. Esta clase de locales proyectan una muralla de ruido, un barrido expansivo hacia el mar, que distorsiona el medio ambiente hasta más de tres millas de distancia, afectando gravemente a la la naturaleza y, por supuesto, a las personas.

Y para vergüenza de todos los ibicencos, estos mismos locales irrumpen en las televisiones nacionales cobrando 600 euros por una hamaca situada en suelo público, pese a que tienen limitadas sus tarifas a 10 euros. Y nadie reacciona, trasladando al mundo la sensación de que en Ibiza impera la anarquía turística.

El origen de este ocio diurno, que ha provocado la ruina del nocturno, al ejercer una competencia desleal inadmisible y tolerada por las instituciones, lo encontramos en la ley turística de 2012 que, en tiempos de José Ramón Bauzá, impulsó el conseller y exalcalde de Calvià Carlos Delgado. Dicha norma permite a empresas turísticas como hoteles y restaurantes ofrecer actividades complementarias sin necesidad de una licencia vinculada a ellas. Dichos establecimientos han estrujado dicha norma hecha a medida hasta tal extremo, que han acabado convirtiendo lo complementario en principal y dinamitando unas reglas de juego que ponían a cada uno en su sitio.

Ni siquiera la famosa sentencia Saratoga del Tribunal Superior de Justicia de Balears, que impidió a un hotel de Palma celebrar conciertos abiertos a público no alojado, amparándose en la ley turística de 2012, ha tenido la menor traslación a Ibiza. Los empresarios del ocio nocturno, cuando nuestra asociación balear Abone aún no había sido tomada por el lobby ibicenco del ocio diurno y reducida a la insignificancia, tratamos con insistencia, pero sin éxito, de forzar a las instituciones a ordenar el despropósito. La diferencia con el asunto Saratoga, sin embargo, radica en que allí quien estaba en contra de que los hoteles ejercieran como salas de fiestas era el Ayuntamiento de Palma, mientras que aquí las instituciones hacen la vista gorda.

En 2019, Abone encargó un dictamen a la prestigiosa abogada Marta Vidal Crespo, sobre el alcance de la potestad regulatoria del Consell Insular de Ibiza en relación a los clubes de playa, que son los únicos que operan sin unas normas específicas en cuanto a horarios o aforos relacionados con su actividad de ocio. Dicho informe establecía sin género de dudas que la entidad responsable de regular este desaguisado es el Consell y que, además, está obligado a hacerlo. Y la misma conclusión cabe aplicar a los hoteles que ejercen como discoteca.

El resultado de su indiferencia y desidia durante tres legislaturas, obviamente impuesta por los intereses corporativistas del lobby hotelero, dado que incluso se lo exigió en su día el Comité Ciudadano de Sant Antoni y el propio pleno del Ayuntamiento, es el presente de todos conocido: la instauración de una serie de hoteles y chiringuitos transgénicos, cuyo genoma ha sido alterado por medios artificiales con una o más secuencias de ADN ajeno, procedentes de otros sectores de actividad. Mal empezamos la legislatura si poner orden en esta cuestión no constituye una prioridad para el presidente del Consell, favoreciendo que todas estas irregularidades se eternicen.

Por último, un ruego a los medios de comunicación. Cada vez que tenemos que lamentar que otro turista saturado de drogas y alcohol se ha arrojado por el balcón, se asocia su estado a las consecuencias del ocio nocturno. Revisen, por favor, las horas en qué ocurren estos sucesos y comiencen a hablar de ocio diurno, que favorece que los turistas tomen toda clase de sustancias desde primeras horas del día, sin interrupción. En su momento, se impidió que en Ibiza existiera este círculo vicioso de fiesta ‘non stop’ las 24 horas. Hoy, tristemente, es la característica que más acertadamente nos define, a pesar de sus consecuencias.

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