Hay mujeres extraordinarias

Miguel Ángel Riera

Miguel Ángel Riera

Leo en el Diario que «hay mujeres extraordinarias que luchan por los océanos». No es una novedad. Hay mujeres que luchan en todos los ámbitos de la vida: personal, familiar, profesional… Hay mujeres extraordinarias en todas partes, porque son extraordinarias. No nos engañemos, también las hay ordinarias, pero en general, cuando uno repasa las mujeres que le rodean, madre, hermanas, hijas, sobrinas, ahijadas, amigas… qué fascinante, cuántas historias de amor, de entrega, de creatividad. Mayo es el mes de María, de la Virgen. La semana pasada, primer domingo de mayo, celebramos el día de la Madre. Un recuerdo muy especial a las madres, a las abuelas, dos veces madres… a todas las mujeres, en definitiva. Como diríamos, existe el día de la madre comercial y todos los días del año que de verdad son el día de la madre.

En el mismo artículo se habla de que «tenemos un súper poder: el del consumo, el de las decisiones que tomamos al consumir. Podemos controlar lo que compramos y comemos». En teoría estoy totalmente de acuerdo. En la práctica, creo que somos más víctimas del consumo que dueños de nuestras decisiones. Nos dejamos llevar tanto por el qué dirán, por las apariencias, por el quedar bien, en definitiva, por el postureo, que nos olvidamos frecuentemente de quiénes somos y por qué hacemos las cosas. Necesitamos creer que hemos sido creados con súper poderes. Dios nos ha creado con la capacidad de ser cooperadores de su creación, mejorando, cuidando, protegiendo todo lo que hay a nuestro alrededor, pero en definitiva, cuando miramos a un lado y a otro, vemos que no somos coherentes, que no somos conscientes de este ‘súper poder’; al contrario, descubrimos lo poco respetuosos que somos en todos los ambientes de la vida, empezando por nuestras familias, muchas veces olvidadas por las maratonianas horas de trabajo. En el artículo, Ana Alemany habla de un «sueño». El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, también habla de un sueño: «Es el sueño de la Iglesia, o mejor dicho, el sueño de Dios, que quiere un mundo en el que todos podamos vivir como hermanos y hermanas con plena dignidad». Todos deberíamos soñar. No perder nunca la posibilidad de soñar en construir un mundo mejor, más respetuoso, fraternal y caritativo… Donde todos fuéramos responsables de todos, fuéramos todos candidatos a unas elecciones. Donde todo es posible y no hay límites para hacer el bien.

Suscríbete para seguir leyendo