para empezar

Un pan con unas hostias

@ venturachan

David Ventura

David Ventura

La expresión popular que encabeza este artículo se refiere a esa situación en la que se invierte algo muy valioso para obtener un resultado que no se corresponde al esfuerzo empleado, lo que provoca frustración. Esta sensación me la han transmitido algunos vecinos de Vila cuando comentan el resultado de las obras en Isidor Macabich. Sí, eran obras necesarias. Sí, ahora la avenida está mejor. Pero lo dicen sin demasiado entusiasmo y todos terminan en una misma conclusión: tanto ruido, tantas molestias, tantos dolores de cabeza, ¿para esto? Se nos había vendido un futuro de luz y de color con ‘la nueva avenida Isidor Macabich’ y el resultado deja un poso agridulce. Es cierto que muchas de las mejoras no se ven ya que van bajo tierra, pero las expectativas se tropiezan ante una realidad incontrovertible: la avenida Isidor Macabich es fea como un demonio. Es un lugar que en pocas manzanas, en apenas unos centenares de metros, concentra ejemplos de las peores abominaciones arquitectónicas de los años 60s, 70s y 80s. Isidor Macabich no son los Campos Elíseos de París, no nos engañemos. Su fealdad la deberemos acarrear toda la vida y eso no hay reforma que lo arregle. ¿Ha valido la pena? Otras reformas lo valieron y la de Isidor Macabich también, sin duda, pero nunca será Disneylandia.

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