Para empezar

Minimalista a la fuerza

Verónica Carmona

Verónica Carmona

Las mudanzas suelen ser bastante latosas, pero son útiles para quitarse de encima aquello que no vale el espacio que ocupa. En 20 años he realizado unas cuantas ya. Demasiadas. En una de ellas recuerdo hasta haber enviado por Correos un televisor de tubo de 14 pulgadas desde Gran Canaria a Logroño. Entonces vivía con la maleta a cuestas y no acumulaba pertenencias por eso de que en cualquier momento me marcharía a otro lugar. Pero en 13 años en Ibiza he apilado muchos libros, ropa y otros objetos que en su momento parecieron necesarios. Ahora que he pasado de vivir en una casa de 70 metros cuadrados a otra de 35 me sobra todo o lo que es lo mismo, no me cabe nada. Me he hecho minimalista a la fuerza en un acto de desapego a lo material y de regreso a lo esencial. He llevado a los contenedores de Cáritas y Deixalles bolsas y bolsas de prendas de ropa que en su momento me proporcionaron ese placer instantáneo de estrenar algo nuevo o que formaban parte de mí como una segunda piel. He regalado libros que ya no volveré a leer, pequeños electrodomésticos que no usaré, juguetes que ya no entran en casa —esto ha sido lo que más me ha costado—, muebles de poca utilidad y recuerdos que ya no me hacen falta.

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