Desde la marina

A la espera del caos

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

El pasado 2 de marzo leíamos en estas páginas que el consistorio josepí prevé instalar barreras en los laterales de la carretera de Cala d’Hort para imposibilitar el estacionamiento de quienes, en las atardecidas y buscando el lírico espectáculo de la puesta de sol, colapsan con sus vehículos el entorno de los caminos que llevan a la torre des Savinar. ¡Brillante iniciativa! Quienes no puedan aparcar en los márgenes de la carretera, lo harán sobre el vial, sobre los carriles de circulación. Y de nada servirán las líneas naranjas, las amenazas de multa ni los avisos de grúa. No harán ni caso. Si la concurrencia de personal es masiva, como viene siendo, no habrá suficientes agentes que puedan despejar el lugar. Y remitir, como se hace, el proyecto a la conselleria balear de Medio Ambiente para que emita el preceptivo informe sobre la iniciativa de marras es disparar al aire.

El problema es otro y no sólo en Cala d’Hort. Lo tenemos en las playas de Comte, en las Salinas y en todas las playas de concurrencia masiva. En tales casos, no hay barreras que valgan. La única solución es que los ayuntamientos concierten con los propietarios que tengan terrenos en zonas calientes -susceptibles de sufrir una acumulación incontrolada y excesiva de vehículos- la creación de espacios controlados de aparcamiento estacional de pago, de manera que los vehículos no queden amontonados a la buena de Dios.

Cualquier otra medida no servirá de nada. En verano nos entran miles de coches y los turistas se concentran en los mismos lugares. ¿Qué pasaría en el entorno de Las Dalias sin los aparcamientos que tiene? ¿Y qué pasaría en el entorno de las discotecas? Los ayuntamientos están en la higuera. Otra cosa será, digámoslo así, fer volar coloms.

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