Tribuna

Aena y la continua ‘lowcostización’ de la seguridad aérea

Pedro Gragera

Pedro Gragera

La huelga convocada por los controladores aéreos de las torres de control privatizadas responde a la degradación de las condiciones laborales en las que se presta este servicio, que a pesar de ser un servicio de interés esencial, ha sido privatizado en aras del tan ansiado beneficio empresarial.

Las empresas privadas que licitan para obtener la adjudicación del servicio de control en las distintas torres, rebajan sus ofertas en cada licitación para asegurarse la concesión del servicio. Estas mermas no se trasladan a la cuenta de resultados sino a las partidas que atienden el coste de los trabajadores o también a las inversiones que dejan de realizarse tanto en nuevo personal como en equipos.

A todo esto hay que sumar el régimen punitivo bajo el que los controladores aéreos tienen que desempeñar sus labores: si ponen la seguridad de las operaciones por delante de los intereses de las empresas para las que trabajan, son despedidos. En todos los casos que así ha sucedido, el despido ha sido considerado improcedente por la justicia. En aviación olvidarse de las normas de seguridad en aras de un mayor beneficio siempre ha tenido malas consecuencias.

Aena debería abandonar el criterio de la oferta más baja a la hora de adjudicar los servicios de control en estas torres privatizadas. Quizá en vez de repartir tan jugosos dividendos como reparte o en vez de seguir bajando las tasas aéreas sin freno, convendría que tuviera más interés en que el servicio de control que se preste en sus torres sea de calidad, no el más barato, con las inversiones adecuadas y con personal que no esté sometido a las peores condiciones laborales de toda Europa. Aunque esto a Aena le reduzca un poco la cuenta de resultados.

Recordemos que el turismo es el motor económico de nuestro país y más del 90% del mismo llega por avión. Dejar esta actividad de interés esencial en manos privadas cuyo fin último es el máximo beneficio, por encima de otras consideraciones mucho más importantes como la seguridad de las operaciones, no parece lo más adecuado. Máxime cuando estas empresas a las que se adjudica el servicio de control (algunas con dudosos orígenes) tratan a sus empleados más como siervos que como trabajadores.

La “lowcostización” del servicio de control aéreo en la que se ha inmerso Aena en las torres privatizadas, a la larga, resultará cara para ella, para el turismo y para nuestra economía, de no revertirse este proceso.

Pedro Gragera | Presidente de USCA

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