Opinión | Desde la marina

Nadie sabe hacia dónde

Resulta paradójico que los elogios que de Ibiza hicieron en los años 30 algunos viajeros ilustres puedan hoy cabrearnos. No por lo que dijeron, sino por la diferencia que existe entre lo que vieron y vemos. A mí me sucede con el comentario que hace Walter Benjamín a un amigo: “¡Jamás he visto un paisaje más intacto que éste!”. Es una frase que me fastidia porque nos enfrenta a los destrozos que hemos hecho en menos de cien años. Hace sólo 70, por lo que recuerdo y vemos en fotografías de aquellos años, 40 y 50, la isla que conocimos no era distinta de la que aquellos viajeros elogiaban. Los despropósitos arrancaron en el desaforado desarrollismo de los años 60, que sí en muchos aspectos mejoró nuestro nivel de vida, nos ha hecho pagar un altísimo precio, no siempre justificado. La mutación que protagonizamos no tuvo criterio. O tal vez sí lo tuvo, la especulación. Pero hecho está. A nada conducen ahora las nostalgias y jeremiadas. El problema es que no aprendemos y repetimos los errores.

En el sistemático maltrato del territorio y de nuestras aguas, hoy tenemos tres situaciones, entre muchas otras, que deberíamos tener muy en cuenta. Lugares que por sus destrozos son ya irrecuperables, caso de la infame barrera de edificios del norte de la bahía de Vila que dio al traste con un extraordinario humedal de huertos y acequias, un paisaje histórico impagable y de incuestionable valor medioambiental. Otros espacios pueden tener cierta recuperación y, en el peor de los casos, podemos evitar que vayan a peor, sería el caso de la Penya y, en el mar, el retroceso de la posidonia. Y tenemos, en tercer lugar, algunos rincones, pocos, en los que, por una escasa intervención humana, nos regresan todavía a los paisajes primigenios de la isla, puede ser el caso dels Amunts en Ibiza y de Illetes en Formentera, este último ya amenazado. Es una situación de la que hablamos, hablamos y hablamos. Pero es puro cacareo. Los consistorios son reinos de taifas que van a lo suyo y el Consell sólo coordina de boquilla. No sabe, no puede o no se atreve. Podemos cambiar de paradigma y salvar los muebles o ir, como vamos, nadie sabe hacia dónde.

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