Opinión

El tiempo pasa (demasiado rápido)

Se van a cumplir diez años de la última Navidad en que estábamos todos. Todos los que habíamos sido hasta entonces, sin contar con los que aún tenían que llegar a este mundo. Los no imaginados. Las abuelas llevaban treinta y veinticinco años viudas. De ellos, los abuelos, los recuerdos me llegan solo a través de las fotografías, era demasiado pequeña. Pero siempre tuve conciencia de ellos, nadie ocupó su lugar a pesar de sobrevivirlos, ellas, tantos años. Así que las primeras muertes me llegaron solo hace diez años. Poco antes de esa Navidad cumplí treinta y tres años y recuerdo el momento en que pedí que me hicieran una foto con las dos abuelas. Es la última foto que tengo con ellas. Una a cada lado, yo en medio pasando los brazos sobre sus espaldas curvadas. Salimos bien las tres. Yo estoy joven, todavía sin ninguna pérdida en el rostro, y ellas lucen todos los trasiegos de la vida con elegancia. Después llegó 2013 y la cosa se jodió.

¡Pero ya va a hacer diez años! La percepción del paso de tiempo es algo que nos trae de cabeza a la mayoría. Da vértigo la rapidez con que todo pasa. A pesar de quedarnos quietos, el tiempo nos engulle. Parece que hay días interminables, días que pasan lentos, pero los años caen rápido. Nos pasan cosas que apenas procesamos porque estamos ya con un pie en lo siguiente, un quebradero de cabeza sobre otro, buscando presuntos momentos de desconexión que nos dan para muy poco. Nos sirven para descansar, pero no para pensar quien queremos ser en adelante, si nos hemos alejado de nosotros mismos, si estamos de acuerdo con nuestra manera de vivir. Y así se nos escurren los años entre los dedos.

La socióloga Marina Subirats ha venido a Planta Baixa a hablar del envejecimiento de la población. Y dice que sus 79 años no son los de una persona vieja, que hay que hablar de vejez cuando la salud empieza a estropearse por los años y las facultades empeoran. Pero que el número no te da el carnet de viejo. Le pregunto qué es lo mejor de hacerse mayor y responde que el alivio de dejar de pensar en el futuro y en el qué diran.

Descubro que ese alivio es la elegancia que veo en los ojos de mis abuelas en la última foto juntas hace diez años. Guapas. Ojalá darnos cuenta de todo ello a tiempo, antes de ser viejos.

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