Opinión | Tribuna

Pues ya veremos

Una, de natural curiosa y procrastinadora, cuando llegan estas fechas se pregunta si ustedes también andan intentando cumplir a última hora los propósitos de 2021 o ya dan por perdido llevarlos a cabo. Que si es correr la Sansilvestre o teñirse el pelo de verde aún hay margen, pero si pretendían aprender mandarín o perder 10 kilos y no han empezado, igual vamos tarde.

Lo de los propósitos de Año Nuevo es una trampa que nos hacemos a nosotros mismos a sabiendas de que ahí no hay nada que rascar; conseguimos acallar nuestra conciencia con un plazo extenso, como si doce meses fueran toda una vida y no el escaso margen que luego resulta ser. Porque, vamos a reconocerlo, necesitamos fechas, momentos clave para empezar a contar: cuando cumpla los 40 (ay, dónde queda eso ya...), para este verano, el día 15 empiezo, bueno, ya total, el lunes… y así vamos alargando lo que nos da pereza. Que eso son los propósitos: una tarea que nos resulta molesta y que pretendemos autoimponernos a sabiendas, en el fondo, que nanai, ni con fecha ni sin ella.

Luego están los valientes, como mi amiga Inma, que ha cogido el toro por los cuernos y ha dejado de fumar así, de un día para otro, para acabar este año con un vicio menos y algo más de salud y dinero. Olé por ella.

Lo que ocurre es que yo, cada año que pasa y más desde que padecemos esta pesadilla vírica, soy más indulgente conmigo misma y me pongo tareas facilitas, que no hay nada mejor que conocerse y saber tus limitaciones. Que si a estas alturas siguiera pensando que voy a correr la maratón de Nueva York estaría siendo una ilusa (si voy a NY no será a correr, se lo aseguro), así que lo mejor es empezar asignando objetivos poco dificultosos y luego ya ir subiendo la escala. También ocurre que llevo mal lo de las imposiciones, aunque sean propias, y por eso a menudo me autoboicoteo sólo para quitarme la razón y a la vez para reafirmarme como libre, así que acabo ganando y perdiendo a la vez, en una especie de apuesta a favor y en contra de mis propias debilidades. No intenten entenderlo, yo tampoco lo hago ya.

Me saqué el carnet de conducir justo en el peor momento posible, con una barriga de ocho meses y medio y asistiendo tres días a la autoescuela, cuando todos me daban por perdida y justo cuando se habían aburrido de repetirme que tenía que sacármelo ya (el carnet, no la criatura). Porque será cuando yo diga o no será.

Así que, volviendo a los propósitos, les sugiero que empiecen por uno sencillito; si pretenden dejar de comer chocolate, que sea «me propongo no comer chocolate (hoy)», y van renovando de a poquitos y así se hace más llevadero. O jueguen al despiste y propónganse cosas tan abstractas como «ser mejor persona con los que me rodean». Imaginen el margen tan amplio que hay ahí para sentirse satisfechos.

Hoy es viernes 31, y queda poco para acabar eso que se plantearon en 2020 y para anotar todo lo que no van a hacer en 2022. Porque ya sabemos que el hombre (ser humano, persona, no se pongan tiquismiquis) propone y luego Dios (o la pandemia o el gobierno o un meteorito) dispone. Yo ya tengo mi lista de incumplibles, y prometo esforzarme todo lo posible por no tachar ni uno de los propósitos que he anotado. O sí. Dependerá de las ganas.

Feliz año nuevo.

Suscríbete para seguir leyendo