A los cinco artesanos y comerciantes que este año, pese a la pandemia que no cesa, se han animado a montar sus casetas en el Passeig de ses Fonts, en Sant Antoni, el Ayuntamiento debería darles las más efusivas gracias por contribuir a que no decaiga esta triste Navidad, en una localidad con un ambiente más gélido que el de una cena familiar en el palacio de la Zarzuela. Es más, el alcalde debería pasarse por los puestos y saludar uno a uno a los vendedores para que no queden dudas de lo que se valora su esfuerzo en estos tiempos aciagos para los trabajadores, y más si son autónomos. En lugar de eso, el Consistorio que preside Marcos Serra, les cobra 300 euros por la instalación en el desangelado paseo de sus humildes casetas. Asombra tanta falta de sensibilidad municipal cuando, en Vila, sin ir más lejos, el Ayuntamiento decidió, en vista de la precaria situación que atraviesan los comerciantes, no cobrarles ni un euro. Este año, el título de Grinch navideño ha viajado desde la capital a Sant Antoni y es Serra el que, poseído por el espirítu de Mister Scrooge, araña unos míseros euros de los vacíos bolsillos de quienes, a pesar de no cobrar una nómina segura y abultada cada mes como sus munícipes, siguen al pie del cañón para mejorar la imagen del pueblo.