Se sentía en lo mejor de su vida hasta entonces. Tenía dos 'follamigos' alternos, un día Pepe y otro Pepito. Pero uno era 'uniposicional' y de eyaculación veloz, 7 minutos y ¡listo!, y el otro era tántrico pero con final occidental, de modo que Flora nunca estaba segura de si él se había corrido o ella estaba sudando. Pero ambos usaban lengua y manos con maestría, de modo que plantó bandera entre dos aguas sin más promesas que las del placer fortuito y con la turbia expectativa de que quizás, remotamente quizás, apareciera alguien con los canales 'eyaculantes´ a un ritmo aceptable.

Un proyecto de reforma de decoración para William X, un cliente canadiense, fue lo que hizo que Flora se instalara en Ibiza durante 10 meses. Él mismo le proporcionó un ala de su propia casa, una impresionante villa en Sant Rafel. Ese pueblo le traía buenos recuerdos, de cuando cenaba con sus amigas en El Clodenís, un bistró deliciosamente decadente con la mejor iluminación de la isla, hasta que murió Denis, su propietario, y cambió de manos.

Le gustaba William X, pero no estaba por la labor de mezclar trabajo y placer. Cada mañana desayunaban juntos y Connie, una preciosa braco alemana de pelaje grisáceo, se sentaba junto a ellos a la espera de que su dueño le diera un pedazo de pan con mermelada de nopales. El primer día él explicó:

-Mi esposa cada día le daba a nuestro anterior braco. Siempre bromeábamos con que si ella moría antes que yo debía enterrarla con un bote de mermelada de nopales y así lo hice.

A pesar de parecerle una excentricidad, Flora preguntó:

-Pero el bote ¿cerrado o abierto?

-Abierto, para que pudiera viajar a la eternidad con su aroma.

La reforma de la decoración iba viento en popa, y un día en el desayuno ella se sorprendió con la noticia de que Canadá legalizaba el sexo con animales pero sin penetración. Él no comentó.

Entre miradas directas, frases indirectas y a punto de finalizar la reforma, llegó la noche en que la invitó a cenar por primera vez. Fueron a L'Elephant, cerca de casa, porque el chef era en aquel momento el más solvente de la isla, Pedro Monge. Flora disfrutó del plato estrella, atún marinado con foie, y el resto de la noche fue rodado. Al volver a casa William la llevó a su dormitorio, el único de la casa que no quiso redecorar.

A Flora le pareció que podía mejorar el espacio, pero no era lo importante en ese momento. Él la desnudó despacio y acarició todo su cuerpo con manos y dedos hábiles, y cuando minutos después, ya ambos sin ropa, se sentó a horcajadas sobre William y notó cómo su pene se introducía con firmeza, pensó que el hombre que remotamente esperaba quizás había llegado. Una hora después, en el estado de duermevela post sexo y cuando ya él había pasado a la inconsciencia post sexo, a Flora le sorprendió algo en la mesita de noche. Se levantó silenciosamente y en un marco de plata vio la fotografía de una mujer muy bella con el cabello grisáceo y con dedicatoria: I love you, William.

Firmado: Connie. ¡Como la perra, le había puesto a la braco el nombre de la esposa muerta! ¡Y no le había sorprendido la noticia del sexo con animales!

Tenía que salir de allí lo antes posible.