Le habían contado que la ayahuasca era la antidroga y carecía de efectos adictivos.

-El mundo te parecerá mejor, sentirás como nunca lo has hecho, expandirás tu consciencia, visualizarás tu yo interno, le dijo el organizador de la sesión, un tal Igor llegado del Este, representante de un chamán valenciano de larga melena y torso bronceado, ataviado con taparrabos y con un cuerno que de vez en cuando soplaba para atraer a sus seguidores.

No dio mucho crédito a las palabras del tipo, pero Rosita la del estanco, que iba a menudo a las sesiones, le había dicho que lo mejor era que se conocía más gente que en cualquier fiesta ibicenca o en cualquier discoteca, y por eso Agustín, Agus, se apuntó a la cita y pagó el ticket de 50 euros por 12 horas de convivencia con el brebaje. Si lograba sacar de allí un par de 'follamigas' estarían bien invertidos y si no sería algo para contar.

El encuentro era en un campo yermo entre Sant Joan y Sant Carles al que se llegaba desde el cruce del desvío de Benirràs, donde se encuentran el bar-restaurante de carretera Can Curuné, un supermercado y una peluquería, todo de la misma familia. Vio a su amigo Van Tuuren en la terraza, el dj holandés, y le invitó a desayunar.

-Estoy terminando la noche aquí, tienen buenos bocadillos. Después tomaré un baño en Cala Xarraca y a dormir, comentó el holandés.

-Pues yo voy a una sesión de ayahuasca, a ver qué tal, contó Agus.

-¡Flipante! Yo la probé en Amazonas por primera vez hace 10 años y desde entonces cada año me apunto. Tu vida tendrá de repente más sentido, tu memoria aflorará y expandirás tu consciencia. Tendrás un buen chamán, supuso el amigo.

Mientras se relacionaba con su bocadillo de tortilla, Agus pensó que aquello eran chorradas, que su vida tenía ya bastante expansión y sentido y lo único que pretendía era ligar. Al comentar que el chamán era un valenciano, el otro se puso las manos en la cabeza y soltó:

-Ni se te ocurra, ese se llama Pepe, se hace llamar Joseph y lo único que le interesa es exhibir el rabo. Fui a una de sus sesiones y vaya globo pillé. Ese tipo te droga, y eso es la antítesis de la ayahuasca.

Agus no retrocedió y acudió a la cita. Rosita le presentó al chamán, que le saludó inclinando la cabeza y luciendo el taparrabos que evidenciaba su fama. Le instaron a desprenderse de su ropa y calzado y a colocarse un pareo para seguidamente sentarse a formar parte de un círculo de personas. Primero se contornearon al son del cuerno y después pasaron el brebaje. A Agus le pareció que aquel era el peor sabor de su vida, putrefacto y amargo.

Después les animaron a acariciarse unos a otros y ahí es donde a Agus le pareció alcanzar su objetivo, pero solo fue un espejismo porque una hora más tarde, sumergido en caricias de media docena de manos anónimas, en vez de visualizar su interior lo que sintió, y bien a fondo, fue cómo se expandían su esófago y su esfínter. Entró en el mismo globo que el holandés y durante horas inundaron su vida vómitos y diarreas. Juró que su próxima cita con la ayahuasca sería en el Amazonas, en el origen y con gente que se entera.