Miraba la fotografía que hace unos días publicaba Diario de Ibiza y no daba crédito a lo que veía, siete ovejas muertas, salvajemente atacadas en Formentera por una jauría de perros. Y no es la primera vez que sucede. Algo que incluso en África sólo podemos ver acudiendo a una reserva de animales salvajes, ahora lo vemos en es Cap, en la idílica, pacífica y paradisíaca Formentera. Me pregunto si no habrá que salir a pasear con escopeta por Barbaria y la Mola, si no tendremos que volver al pastoreo con mastines y, en su caso, organizar safaris para acabar con estas insólitas jaurías. Ironías aparte, es comprensible el cabreo que en estos momentos tiene la Associació de Ramaders de Formentera.

Lo que está sucediendo puede parecer increíble, pero no conviene olvidar que los primeros canes fueron lobos domesticados y que nuestras simpáticas y dóciles mascotas retienen en sus genes el instinto depredador de sus ancestros. No es frecuente, pero sucede de vez en cuando que a un chucho se le cruzan los cables y muerde la mano que le da de comer. Lo he vivido de cerca. En mi propia familia, es güelo Toni tuvo que sacrificar un precioso pastor alemán que había criado desde que era un cachorro y que, inexplicablemente, un día como tantos otros en que fue a darle de comer, se le lanzó a la garganta y poco faltó para que tuviéramos una tragedia.

Los animalistas dirán que no hay para tanto, pero ¡poca broma con estos canes asilvestrados que pierden el norte! Si a estas alturas y en Formentera tenemos perros salvajes sólo puede tratarse de animales que se han escapado o que, abandonados por sus dueños, recuperan en libertad su primitivo instinto y actúan en grupo como una jauría. En estos casos, el mimetismo hace que el peor animal arrastre a los que le acompañan. Y una cosa está clara, estos animales no atacan por hambre. Lo vemos porque no matan a una única oveja para devorarla. Como demuestran las ovejas atacadas, matan a todas las que pueden. Ya no son perros, vuelven a ser fieras que -miedo me da decirlo- igual que atacan a las ovejas, pueden atacar a un niño. Estos perros tienen que sacrificarse. Sí o sí. ¡La situación debe atajarse sin contemplaciones!