En sus últimas comparecencias públicas Gabriel Company ha pedido el voto para su partido apelando repetidamente al seny que se arroga. Este recurso era habitual en políticos de la solvencia de Jordi Pujol o Artur Más a la hora de vender la burra. La traducción de este término al castellano es un tanto vaga y podría aplicarse tanto al sensato como al iluminado. Es una cualidad que suele atribuirse al catalán de forma tan arbitraria como la tacañería. Conocedor del carácter catalán, Josep Pla afirmó que «el seny no ha existido jamás, es una contrapartida para decir que no lo hay». No seré yo quien le contradiga.

Mal ejemplo de seny, entendido como sensatez, nos ofreció Company el pasado domingo. Tras felicitar por Twitter al director mallorquín de un cortometraje premiado con un Goya «por su calidad artística», y ser éste acusado de antisemita por los comentarios vertidos en la gala, Company defendió su postura matizando que condena tajantemente los comentarios de los premiados, y que, por supuesto, está en contra de cualquier boicot a Israel.

Por analogía podríamos suponer que Company, podría felicitar a Valtonyc por la calidad artística de su obra, a la vez que rechazaría sus comentarios, y por supuesto, estaría en contra de matar guardias civiles. Llama asimismo la atención (o no) que el presidente del PP balear se olvidara de felicitar al guionista ibicenco de la cinta premiada con el Goya a la mejor película. Puro seny.

Aparte del seny, CiU y PP comparten la tendencia a formar sus cuadros con la crème de la oligarquía local. Oligarquía provista de una extraordinaria capacidad de adaptación. Muestra de ello es el gran número de alcaldes franquistas que engrosaron las filas de ambos partidos tras la llegada de la democracia. Convencidos de ser los líderes naturales de sus territorios, se consideran ungidos por Dios, Franco o la Pachamama para gobernar eternamente.

En esta creencia confluyen PP balear y CiU con el PSOE andaluz. Asumiendo la carga de la predestinación, tienen un fuerte sentimiento de posesión sobre lo público que puede llevar a difuminar barreras morales a la hora de meter la mano en la caja y explicaría por qué Cataluña, Andalucía y Baleares encabezan año tras año el ranking de Comunidades con más casos de corrupción.

Al igual que Susana Díaz identificaba al PSOE con Andalucía considerando al resto de partidos poco menos que invasores; así el PP balear se tiene por el summum de la política insular, el tarro de las esencias baleares, la auténtica ensaimada I.G.P.

En esta línea el PP de Santa Eulalia afirma en su cuenta de Twitter que su candidata a la alcaldía es la mejor opción frente a «experimentos venidos de fuera». ¿Experimentos venidos de dónde?, ¿de Sant Antoni?, ¿de Vila?, ¿de la península?, ¿de Israel?. Puro seny.

No es recomendable despreciar las ideas por su denominación de origen, ni cuestionar la valía de un candidato por su pedigrí; en caso contrario correríamos el riesgo de acabar gobernados por un podenco.

El candidato de Vila también afirmó en su día que el PP es «el único partido que garantiza el cambio»; «el único partido que conoce lo que los ibicencos reclaman» y «el partido que sabe lo que necesita Ibiza». Estas frases tal vez tengan efecto como eslóganes electorales; incluso podrían haber añadido que el PP es el único partido que sabe dónde encontrar pebrassos en otoño, o que conocen calas secretas donde no hay turistas en verano; pero decir que son los únicos que garantizan el cambio... esa burra ya nadie la compra. Los ibicencos hemos padecido gobiernos de PP y PSOE, y poca o ninguna diferencia hemos notado entre ellos; el uno por el otro, Ibiza sin barrer.

Estos políticos obsoletos parecen no ser conscientes de que la sociedad avanza. Las personas se mueven, ya no toleran abusos y privilegios, rechazan el despotismo, y tienden de forma incontenible a ser más libres e iguales. Tal vez estos partidos sí que estén predestinados, pero a la desaparición.