Con el sol en Sagitario, el veranillo de San Martín no da ya para mangas cortas ni sandalias y nos dice que tenemos el invierno en puertas. Y aunque en los lunarios tradicionales noviembre llega con cielos plomizos, borrascas y ventarrones, en nuestras islas puede ser un mes espectacular. Recuperamos la calma que el verano nos ha robado y queda atrás la modorra de la solanera. El frío nos despierta. Es cierto que algún noviembre es templado y uno puede darse un último chapuzón por 'Todos los Santos', pero no hay que fiarse. Más pronto que tarde, llega la lluvia. Los bosques quedan recién lavados y agradecemos las primeras tormentas, poco importa que lleguen con rayos y truenos. Recuperamos con ingenua alegría los jerseys, las botas y las parcas que han arrumbado los abrigos y las gabardinas.

Noviembre invita al ensimismamiento porque, al acortarse el día y menguar la luz, la ciudad se recoge. La Marina se vacía y los paseantes, según avanza el mes, vamos cambiando los Andenes por los salones interiores, el Parque y Vara de Rey. Esta encalmada urbana coincide con la que se vive también en el campo. Finalizada la siembra del trigo, la cebada y la avena -cultivos ya escasos-, la actividad agrícola decrece, aunque el payés dirá que siempre hay cosas por hacer. El franciscano perejil ya nadie lo planta porque lo regalan las verdulerías, pero se pueden sembrar espinacas, patatas, rábanos y habas. Se recogen las primeras naranjas, manzanas, granadas, moniatos, judías, coliflores y calabazas que llegan a ser monumentales. Y no tardaremos en varear los olivos y recoger las aceitunas. Por lo que respecta a las gentes de la mar, noviembre invita a la pesca como un dicho recoge: «per Tots Sants, a pescar a l'art i per Sant Martí al volantí». En este mes tenemos las fiestas de Fruitera y Peralta. Hoy las matanzas se han reducido sensiblemente, pero en los tiempos que recuerdo, así que acababa el mes, en el campo se empezaba a oír la xiscladissa dels porcs: «per Sant Martí, mata el porc i enceta el vi».

En las próximas semanas, todavía, el xerric de les txitxarres cedirà el pas als grills, pero a la que entremos en diciembre, a la vuelta de unos días, el silencio llegará también a los bosques. Se habrá instalado el invierno.