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Entrevista Jordi Armadans Analista de conflictos y activista por la paz y el desarme

El politólogo y periodista Jordi Armadans, en Ibiza: «Ha habido muy pocos intentos serios de buscar una solución dialogada a la Guerra de Ucrania»

Este activista por la paz y el desarme presenta en las Pitiusas su primer libro, ‘Pau. El valor de la vida als nostres dies’

Jordi Armadans, en una presentación de su libro en Lloret de Mar el pasado mes de febrero. Josep Maria Arpí

«Este libro es un llamamiento para que reaccionemos y, si realmente nos importa la vida humana, cambiemos políticas y prioridades para acabar con las situaciones dramáticas que se viven en el mundo ». Así sintetiza Jordi Armadans (Barcelona, 1968) la esencia del mensaje que quiere transmitir con ‘Pau. El valor de la vida als nostres dies’ (Ara Llibres), que presentará mañana a las 20.15 horas en la biblioteca de Can Ventosa, en Vila, y el viernes, día 10, a las 19.30 horas en la Biblioteca Marià Villangómez de Sant Francesc, en Formentera. En esta obra, el politólogo y periodista catalán, un reputado analista de conflictos internacionales y activista por la paz, reflexiona sobre los diferentes formas de violencia que sacuden a la humanidad y que suponen pérdidas traumáticas de vidas humanas, como los conflictos armados, la violencia de género, el hambre, el racismo o los impactos en la salud pública derivados de la crisis climática y la contaminación. En esta entrevista nos centramos en las guerras y, en concreto, en la de Ucrania.

Uno de los primeros capítulos de su libro se titula ‘Seguros o preparados para la guerra’. El gasto militar ha ido creciendo año tras año, pero a la vista está que lo que hemos conseguido no es precisamente un mundo más seguro...

Oficialmente tenemos unas políticas de seguridad muy fuertes, con mucho gasto militar, pero deberíamos preguntarnos si eso realmente nos acerca a un escenario de seguridad, paz y estabilidad o más bien lo contrario. Llevamos 20 años de incremento del gasto militar continuado y el mundo ahora mismo está patas arriba: hay guerra en Europa, los conflictos armados se han incrementado, los refugiados se han duplicado y un largo etcétera. Todo eso da entender que esa asociación de seguridad con militarismo quizás no es una buena solución, sino que más bien es parte del problema.

Portada del libro de Jordi Armadans, publicado el año pasado.

Portada del libro de Jordi Armadans, publicado el año pasado. Ara Llibres

Hablemos de la guerra de Ucrania. ¿Cree usted que suministrar armamento a Ucrania es la mejor manera de acabar con el conflicto?

El primer drama es que si el mundo estuviera organizado de otra manera, con otras políticas, con otras estructuras de gobierno, con otros valores, seguramente nos ahorraríamos estar en situaciones como las que estamos. Deberíamos preparar y construir la paz previamente porque el problema es que cuando empieza una guerra es muy difícil de parar. Una vez estalla el conflicto, yo creo que Ucrania tiene todo el derecho a defenderse y a pedir ayuda, pero yo creo que la mejor ayuda que podemos prestarle no es enviar armas para alargar la guerra e incrementar las víctimas, la población refugiada y la destrucción de poblaciones, sino intentar parar la agresión cuanto antes. Eso obviamente no es fácil porque por parte de Putin no hay ninguna voluntad, pero está claro que ha habido muy pocos intentos serios de buscar una solución dialogada a esta guerra. Estados Unidos y Europa no se han esforzado suficiente o no han agotado las vías que podrían abrirse en este sentido. Durante estos meses hemos visto negociaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Rusia por otras cuestiones que les interesaban y eso me hace pensar que si realmente hubiera un interés muy acuciante para acabar con esta guerra se podría haber intentado negociar, por ejemplo, recuperando los acuerdos de Minsk de 2014. Un año de guerra atestigua que ha habido poca voluntad en este sentido.

Viendo cómo están las cosas ahora mismo, ¿tiene esperanzas en que el conflicto termine en poco tiempo?

La verdad es que todos las previsiones que se han hecho en torno al conflicto han fracasado bastante, porque hace trece meses casi nadie preveía el ataque ruso y al final se produjo, casi nadie preveía que sería una guerra larga y ya llevamos más de un año, o sea que es difícil hacer conjeturas. Lo que sí que es que importantísimo es que se intente parar cuanto antes y a eso deberíamos dedicar todos los esfuerzos porque alargar este conflicto solo supone más destrucción y sufrimiento.

Se habla mucho de la guerra de Ucrania, pero muy poco de otros conflictos que ocurren en el mundo como el de Siria. ¿Hay guerras de primera y guerras de segunda?

Sí, igual que hay vidas humanas que parece que importan más que otras. Por ejemplo, parecemos indiferentes ante las miles de personas que mueren en el Mediterráneo intentando llegar a las fronteras de Europa o ante los 2,2 millones niños y niñas menores de cinco años que mueren anualmente por hambre. En los conflictos armados también pasa eso. Que hay situaciones ante las que parece que se tiene que reaccionar ya y otras que se van dejando que se pudran. La comparación con la guerra de Siria es escandalosa. Este conflicto, que ha durado en intensidad diez años y que todavía no ha terminado, ha supuesto una destrucción humana, física y cultural absoluta y realmente la preocupación del mundo por esa guerra ha sido escasísima. Y no sólo eso, sino que también cuando las refugiadas y los refugiados han querido huir de ese horror y llegar a Europa les hemos cerrado las puertas de forma contundente. Eso realmente denota que sí que hay sufrimiento de primera y sufrimiento de segunda. Todo sufrimiento humano nos debería interpelar y deberíamos actuar para solucionarlo.

Para conseguir un mundo en paz, ¿qué políticas se deberían favorecer y qué valores se deberían transmitir?

Entre otras muchas cosas, habría que fomentar y consolidar una gobernanza mundial realmente al servicio de la paz y los derechos humanos. En segundo lugar, se debería invertir en prevención de conflictos armados, estar al tanto de las situaciones que vayan degenerando e intentar intervenir en los momentos previos a un conflicto armado para evitar que estalle. Además, habría que favorecer políticas efectivas de promoción de la justicia y de los derechos humanos porque un mundo con desigualdades, un mundo con violencias, un mundo con violaciones de derechos humanos no es un mundo seguro. Asimismo, habría que apostar por unas políticas de seguridad realmente humanas, que pasen por la desmilitarización y el desarme, un poco lo contrario a lo que estamos haciendo ahora.

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