Ramsy, palestino residente en Formentera: «Quiero rescatar a mis familiares de Gaza»

El palestino Ramsy Almashiti, que vive en Formentera desde hace catorce años, sigue con angustia las noticias que se producen en la Franja de Gaza, donde han muerto familiares suyos y otros se encuentran en el campo de refugiados de Rafah

Ramsy Albashiti, junto a una playa de Formentera cercana a su casa.

Ramsy Albashiti, junto a una playa de Formentera cercana a su casa. / Carmelo Convalia

David Ventura

David Ventura

Las imágenes de los bombardeos sobre la población civil en la Franja de Gaza son demasiado horribles como para poder ser soportadas sin que algo se remueva en nuestro interior. Si para una persona sin ningún vínculo personal, el desgarro emocional que supone ver estas imágenes ya es enorme -porque apela a nuestra condición más íntimamente humana- resulta difícil imaginar el dolor y la ansiedad que debe experimentar alguien que tenga a su familia atrapada bajo las bombas.

Quien sí debe convivir con esta angustia a diario es Ramsy Albashiti, un palestino nacido en Jordania y que reside en Formentera desde hace 14 años. Para él, más que para nadie, los 30.000 muertos en la Franja no son una cifra, sino personas con nombres y apellidos. Ramsy tiene una familia muy extensa, un árbol repleto de ramas con abundancia de primos y primos hermanos, muchos de los cuales han sido asesinados durante estos bombardeos.

Raid con su hija mayor, junto a la zona de módulos prefabricados de Rafah. | ARCHIVO PERSONAL

Raid, que prefiere no mostrar su rostro, junto a una vista del campo de refugiados. / Archivo personal

«De la gente que tenía en Gaza, solo tengo constancia de que esté con vida uno, que es con quien mantengo el contacto y que se encuentra en el campo de refugiados de Rafah», explica Albashiti: «Tengo otro primo con su hermano pequeño que estaban en el norte de la Franja y con quien no hemos logrado contactar». Otro familiar perdió a sus hijos tras el bombardeo de una escuela el pasado mes de noviembre: «Algunos cadáveres los pudieron recuperar, pero otros se quedaron bajo los escombros».

Ahora su preocupación se centra en salvar a la familia de su primo Raid, que con su madre y sus dos hijas, sobreviven en el campo de refugiados de Rafah. «No tienen esperanza. Están deseando comer. Están muriendo poco a poco».

Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Unrwa), actualmente en el campamento de Rafah, situado al sur de la Franja de Gaza, en la frontera con Egipto, se concentran un millón y medio de palestinos. De toda esta población, el 90% come menos de una vez al día y, según la ONU, una cuarta parte se enfrenta al riesgo de hambruna. Además, el hacinamiento y la falta de agua potable, medicamentos o de sistemas de saneamiento, convierte el campamento en un foco de enfermedades.

Raid, el primo de Ramsy, en su habitáculo en Rafah. | ARCHIVO PERSONAL

Raid con su hija mayor, junto a la zona de módulos prefabricados de Rafah. / Archivo personal

La vida en Rafah

Pero la mejor manera de conocer esta realidad es a través de las fotografías y de los vídeos que envían los propios refugiados en Rafah. Ramsy me comparte las imágenes que le envía su primo Raid. En ellas, se observa un enorme extensión de tiendas de campaña de tela blanca instaladas por Naciones Unidas y que sirve de improvisado techo a los miles de recién llegados. También hay sectores donde se concentran los refugiados más veteranos -en Rafah ya vivían 100.000 personas antes del inicio de los bombardeos- que viven en chabolas precarias hechas con todo tipo de materiales.

Raid sobrevive en una área donde los refugiados habitan en unos contenedores metálicos de mercancías que se han convertido en su hogar provisional. El suelo es de tierra y comen y duermen en el mismo espacio. Es una vida con lo mínimo. En estos momentos, la principal amenaza es el hambre, ya que dependen exclusivamente de la ayuda humanitaria que les llegue: «Les duele el estómago del hambre. Veo que ellos tienen suerte, porque todavía conservan algunas latas de comida, pero en el campamento ya se ha visto a gente comer las hierbas del suelo».

Al hambre hay que añadirle un dolor añadido y que quizás pese más que cualquier penuria física, y es el hecho de haberlo perdido absolutamente todo en la vida: «Ellos ya no tienen casa», explica Ramsy, «la casa de mi primo ahora es una montaña de escombros. Sus sobrinos han fallecido», y añade «su hija de seis años dijo que se quería suicidar. Es muy duro esto. No hay ser humano que lo soporte».

75 años de conflicto

La vida de este palestino residente en Formentera -concretamente, en es Ca Marí- va parejo a la historia reciente del pueblo palestino. Su padre tuvo que escapar de su hogar en el año 1948, cuando 750.000 palestinos fueron expulsados de sus casas tras la primera guerra contra Israel, una diáspora conocida como la Nakba. Se vieron obligados a instalarse en Ammán, la capital de Jordania, donde nació Ramsy en 1969. A los 19 años, en 1989, se fue a estudiar medicina en Hungría, merced a la colaboración que existía con los antiguos países del bloque comunista. «Cuando empezó el conflicto de la primera Guerra del Golfo la situación económica de mi familia se complicó. Mi padre me pidió que volviera y no pude terminar los estudios», explica, aunque señala que «yo quería salir de Jordania como fuera».

«Quiero rescatarles de Gaza»

Raid, el primo de Ramsy, en su habitáculo en Rafah. / Archivo personal

La oportunidad le surgió gracias a un palestino que residía en Madrid y que dijo que le podría encontrar un trabajo. Las cosas le fueron bien y se instaló en Cartagena, donde montó una empresa y se casó por primera vez. Posteriormente, conoció a su actual pareja, de origen marroquí y residente en Formentera, y por amor se trasladó a la isla: «Llevamos 15 años casados y tenemos un hijo de 13». Su experiencia en Formentera es positiva, ha logrado traerse a su madre y una sobrina suya también se ha instalado en Europa: «Estudia en Alemania y cuando tiene vacaciones siempre nos visita».

Su vida sería feliz, si no fuera por la tragedia que sufre su pueblo. Estos días, además, recuerda a menudo a su padre: «Cada vez que veía imágenes de la guerra por televisión, lloraba». Su padre también tenía un dolor muy íntimo en su interior, porque cuando tuvo que marchar de casa, perdió el contacto con su hermano, que se quedó a vivir en Haifa. Él tenía seis años, su hermano siete. No se reencontraron hasta que cumplió los 72: «Toda una vida más tarde, antes de morir, los hermanos pudieron reencontrarse y darse un abrazo. Estos días pienso mucho en todo lo que sufrió mi padre».

Ramsy ahorra dinero para enviarlo a su familia en Rafah. Comenta que en la Franja de Gaza funcionan algunas oficinas de cambio y eso le permite enviar dinero. La comunicación es complicada, ya que el internet está bloqueado y solo pueden enviar mensajes de whatsapp durante pocas horas al día o en puntos concretos donde hay algo de cobertura. Su obsesión ahora es ayudarles y sacarles de allí: «Quiero que escapen, como sea, y que se vengan. Gracias a dios yo los puedo mantener, pero quiero sacarles de allí».

Se muestra pesimista respecto al futuro del conflicto entre Palestina e Israel, y cree que el único que puede lograr un alto el fuego es el gobierno de Estados Unidos: «Si ellos no hacen algo, nos seguirán bombardeando. Son los únicos que tienen el poder suficiente como para hacerles parar».

Traerse a sus familiares a Formentera también le genera una emoción contradictoria porque es eso precisamente, que los palestinos abandonen su tierra, lo que pretende el gobierno de Netanyahu. Pero ahora, no hay opción: «Hay que salvarlos. Quiero que vivan y traerles aquí».

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