Recuerdos de policías que «toreaban» y de una Ibiza hiperviolenta

El Club Diario de Ibiza acoge una amena mesa redonda sobre el segundo centenario de la creación de la Policía Nacional, en la que se recordó cómo era la Ibiza del siglo XIX y la evolución de la lucha contra la criminalidad desde entonces

David Ventura

David Ventura

«La delincuencia y los crímenes explican y le toman el pulso a la sociedad. Cada sociedad tiene los crímenes que se merece». Esta frase de la periodista Cristina Amanda Tur resume en gran parte la mesa redonda que se celebró ayer por la tarde en el Club Diario de Ibiza, con motivo de la inauguración de la exposición de los 200 años de historia de la Policía Nacional. Una charla en la que los diversos participantes hablaron de la evolución de la historia de la isla desde su óptica como periodistas -es el caso de Tur-, como historiadores -Felip Cirer y Lina Sansano-, escritores -Toni Montserrat-, o desde su experiencia como policía -como es el caso del comisario jubilado Pep Juan Ferragut-.

«La delincuencia en Ibiza estuvo marcada hasta mediados del siglo XX por la sobreabundancia de armas y, a partir de la segunda mitad del siglo XX, por las drogas», resumió Tur. Un tema, el de la cultura de las armas, que expuso Lina Sansano, que como directora del Museu Etnogràfic de Ibiza ya comisarió en su momento una exposición dedicada al uso de las armas en la isla. «Los ataques piratas que se producen desde el siglo XVI propician la creación de milicias armadas para defenderse. Se desarrolla una familiaridad con las armas», explicó Sansano, quien comentó también que regalar un arma era un rito de paso a la edad adulta: «Los padrinos regalaban un arma a su ahijado a los 14 o 1 5 años, y este ya se sentía como un hombre».

Un escenario hiperviolento que recordó el novelista Toni Montserrat, quien se trajo al acto la crónica que escribió el archiduque Luis Salvador tras su visita a Ibiza en 1867: «Comenta que solo en 1863 se habían registrado hasta ocho asesinatos». Digamos que la isla, entonces, era como los Estados Unidos de hoy en día: un lugar con pasión por las armas donde, inevitablemente, el derramamiento de sangre era algo demasiado habitual.

¿Mala fama merecida o invención de los mallorquines? Lina Sansano explicó que todos los viajeros decimonónicos que daban una visión negativa de los ibicencos era porque habían pasado antes por Mallorca y que llegaban influidos por la mala prensa que tenían los pitiusos entre los mallorquines. Montserrat recuperó la crónica del archiduque, que llegó primero a Ibiza y después a Mallorca y que, por lo tanto, estaba libre de prejuicios: «No debemos ignorar algunos de sus defectos como la precipitación en el actuar, que a menudo les lleva al asesinato», escribió el aristócrata.

Este escenario es el que se encontraron los primeros policías que se establecieron en la isla. Como recordó Felip Cirer, a finales del siglo XIX había en Ibiza media docena de guardias civiles y un destacamento de carabineros que se encargaban, principalmente, de perseguir el contrabando.

Sin recursos desde hace tiempo

«En 1907, el Ayuntamiento de Ibiza reclamó al gobernador que necesitaba cinco policías. Cada año repetía esta petición», explicó Cirer. Las quejas por la falta de recursos humanos ya vienen de antiguo. Lo peor de todo fue cuando en 1922 se atendió la petición y llegaron siete policías y unos caballos: «El problema es que el Ayuntamiento no tenía recursos para proporcionarles alojamiento ni cuadras a los caballos». Por tanto, el problema de la vivienda de los policías destinados a la isla también viene de largo.

Cirer también recordó otra anécdota y es que hasta 1927, en Formentera no hubo presencia policial. Todo cambió cuando ese año se cometió un feminicidio. «Un funcionario tuvo que ir hasta Ibiza en un llaüt para informar del suceso, y tuvieron que venir dos guardias civiles al día siguiente, también con llaüt, para detener al asesino». A raíz de esta situación, se decidió establecer una línea de telégrafo entre las dos islas y un destacamento de dos guardias civiles en Formentera.

Los seis participantes de la charla. | VICENT MARÍ

Los seis participantes de la charla. / Vicent Marí

Policías menores de edad

Cirer recordó a ibicencos que engrosaron las filas de la policía y que dejaron un gran recuerdo en la sociedad por su buen hacer. Así, evocó a Toni Torres Sans, quien en 1955, durante la visita de Franco a la isla, protegió a un sastre que tenía ideas de izquierdas: «A causa de la visita de Franco, había la orden de encarcelar durante diez días a un grupo de personas que se sabía que no eran afectas al régimen. Sans le preguntó a este amigo si tenía alguna casa familiar en el campo donde refugiarse. Como era el caso, le comentó que estuviera unos días allá, que no bajara a Vila, y que él haría como si no lo hubiera encontrado».

El historiador también habló de Mariano Juan Serra, el padre de otro de los participantes de la mesa redonda, el policía jubilado Pep Juan Ferragut, quien se emocionó al recordar que su padre era recordado «como un policía con una gran calidad humana. Nosotros éramos ‘los hijos de Mariano Juan’ y el orgullo es absoluto».

Juan evocó sus primeros años tras ingresar en el cuerpo de policía, en 1970. Tenía entonces 19 años: «En esa época, la mayoría de edad estaba en los 21 años. Se da la circunstancia de que yo llevaba pistola pero que para hacer algunos trámites necesitaba la autorización materna».

Su primer destino fue la comisaría de Mataró (Barcelona), donde se volvió a repetir la falta de recursos: «No teníamos calabozo. Los detenidos estaban en el hueco de debajo de la escalera. La gasolina de los vehículos nos la pagábamos nosotros. Además, no teníamos seguridad social». Allí, Juan descubrió lo que era ser un ‘torero’: «Era el policía al que no le gustaba trabajar y que cuando tenía que hacer una diligencia ponía pegas, y si alguien venía a presentar una denuncia le decía que volviera más tarde. Y al final del turno, escribía ‘Sin novedad’».

Una intervención que provocó las risas del público. «Yo también he ‘toreado’», reconoció después, en el turno de preguntas, el comisario jubilado Roger Sales.

«En esa época todo era mucho más tranquilo. Todo cambió a finales de los años setenta, cuando llegó la oleada de la heroína y hubo una explosión de delitos», resumió Juan.

La relación con la prensa

Por su parte, Cristina Amanda Tur recordó sus años como periodista de sucesos en el Diario de Ibiza. «Yo estaba en prácticas y cuando aterricé en sucesos me dije, ‘tierra, trágame’», confesó, «le pedí al jefe de sección que por favor me sacara de sucesos. Cuando dos meses más tarde me dijeron que me podía ir a otra sección, les dije que había cambiado de opinión, que mejor me quedaba».

Tur comentó que, en sus tiempos, «todavía quedaba mucho policía de la vieja guardia y que, como yo era una chica joven, me solían tomar el pelo». Pese a todo, la periodista echó de menos la familiaridad y cercanía que existía hace veinte o veinticinco años: «Cada día los redactores veníamos por la mañana a la comisaría a incordiar, y luego nos íbamos al bar que había en el mismo edificio».

Para Tur, es imprescindible que la policía tenga claro que «los periodistas no somos el enemigo. De hecho, ahora la Policía Nacional ya entiende que los medios de comunicación somos su mejor herramienta para enlazar con la sociedad».

Posteriormente, el comisario jubilado Roger Sales quiso sacar pecho por las históricas aprehensiones de drogas que había efectuado la Policía Nacional en la isla: «La primera incautación de éxtasis, cuando todavía no era considerado un estupefaciente, fue aquí. También la que fue durante muchos años el récord de aprehensión de éxtasis, 250.000 pastillas de una tacada». Todo esto, a pesar de una «crónica falta de medios».

La mesa redonda fue conducida por el actual comisario de la Policía Nacional en Ibiza, Manuel Hernández, que demostró una enorme soltura en estos menesteres. Hernández agradeció la implicación de todos aquellos que han participado en la exposición del Club Diario de Ibiza y en los actos del segundo centenario, así como a Diario de Ibiza por ceder sus instalaciones y la hemeroteca para buscar documentación para la exposición.

Felip Cirer también recordó con ironía que gracias a la policía, de joven, tenía una gran forma física, ya que en 1975, cuando estaba estudiando en Barcelona, «me tocó correr delante de los grises, y eso era mejor que hacer gimnasia».

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