De Paz Merino a Gaspar Tuero, relevo al frente de la UCI del hospital de Ibiza

Los dos intensivistas explican cómo ha sido trabajar juntos durante once años coincidiendo con el traspaso de jefatura de la unidad de críticos que ha coordinado la especialista casi tres décadas

Gaspar Tuero León y Paz Merino de Cos, en un box de la UCI de Can Misses.

Gaspar Tuero León y Paz Merino de Cos, en un box de la UCI de Can Misses. / D. I.

«Muchas veces, sobre todo así como se acercaba mi sustitución, he estado pensando en los defectos que puede tener Gaspar. Y no se los encuentro. Ni en lo profesional ni en lo personal», comenta Paz Merino de Cos, jefa de la UCI del Hospital Can Misses durante 28 años, mirando a Gaspar Tuero León, su sucesor. «Esto, para mi síndrome del impostor me viene fatal», contesta, riendo, el intensivista, nombrado ya oficialmente. Meses después de la marcha de Merino.

Lo suyo fue un «flechazo profesional». Así lo define la histórica intensivista. En ambos sentidos. Fue en diciembre de 2010. A ella le habían hablado muy bien de él, que se encontraba trabajando e investigando en Granada, y le pidieron que viniera a Ibiza para una entrevista. Tuero aún recuerda aquella visita a la isla: «Las condiciones laborales aquí eran mejores de las que podía tener allí. Vi cómo funcionaba el servicio y luego me llevaron a comer al Sidney, que ya no existe. Me vi allí al sol, en pleno diciembre, más a gusto que nada... Y me vine. Las dudas con las que vine aquella primera vez se disiparon». «Nos gustó a todos», insiste la ya exjefa: «La forma de ser, de expresarse, la idea que tenía de la UCI... Y sabíamos que le gustaba la ecografía, y en eso teníamos un vacío aquí». Tuero, que se define a sí mismo como un «insufrible fan de los ultrasonidos», es experto en ecografía y está acreditado por las sociedades europeas de Cardiología y de Medicina Intensiva en ecografía avanzada en paciente crítico. De hecho, hace un tiempo que se dedica a formar a profesionales de otros hospitales que se desplazan a Ibiza.

Paz Merino, en el despacho de la UCI de Can Misses.

Paz Merino, en el despacho de la UCI de Can Misses. / Juan A. Riera

Así, poco después, en febrero de 2011 cambió Granada por Ibiza. En aquel momento, Tuero, licenciado en Medicina por la Universidad de Oviedo, había acabado la residencia en la UCI del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, donde hacía guardias en ese servicio las noches y los fines de semana mientras se dedicaba a investigar para su tesis doctoral. «Parecía un buen plan», comenta. «Había hecho un máster en Inmunología celular y molecular y presenté un proyecto para investigar una proteína presente en el shock séptico. Para los científicos era muy médico y para los médicos, muy científico. Así que nadie me paró los pies. Aquello no tenía ningún futuro», comenta entre risas. Así estaba cuando recibió la llamada de Merino, que necesitaba un especialista más para su servicio porque ella iba a dedicar mucho tiempo al comité tecnológico del nuevo hospital, que estaba en construcción.

Benditas obras

Las obras tienen mucho que ver con que el asturiano, que llegó sin saber por cuánto tiempo tendría trabajo, se quedara en la isla. Su contrato estaba ligado a los trabajos, así que cada vez que éstos se alargaban o surgía algún problema «daba palmas con las orejas», confiesa: «Lo de no plantearme algo definitivo o a largo plazo facilitaba tomar la decisión de venir», reconoce. Fue una buena jugada. Poco después de su aterrizaje en Can Misses llegaron los «recortes salvajes» en la sanidad y el puesto que ocupaba en Granada desapareció. Cómo Merino consiguió que Tuero se quedara una vez puesto en marcha el nuevo hospital es algo que no recuerda.

Así, doce años después de su llegada a la isla se ha convertido en el responsable del servicio tras presentarse a una convocatoria pública para la jefatura, una decisión que ha gustado «a todo el mundo, no sólo en la UCI sino en el hospital», comenta Merino. «Vaya, que puedo disgustar a mucha gente», bromea Tuero, que confiesa que se siente como si le hubieran dejado al frente de un portaviones. «Manejar esto va a ser complejo», indica el especialista, que es consciente de cuáles pueden ser sus puntos débiles como jefe. «No sé si puedo decírtelos», responde cuando se le pregunta cuáles son. «No los tiene», apunta, rapidísima, su antecesora. «Me preocupa el aspecto personal, la gestión de equipos. Creo que lo puedo hacer, pero me preocupa», indica. «Lo hará porque tiene mucha parte ganada. Cuenta con la aceptación de todos los sectores: enfermería, médicos, supervisores, limpiadoras... Cuando supieron que sería él dieron botes de alegría», insiste Merino, que continúa sonrojando a su pupilo: «He aprendido muchas cosas de él. Es una persona tranquila, muy inteligente, con dinámicas de trabajo y que te hace muy fácil el día a día. Te ríes mucho con él y eso también es importante».

Gaspar Tuero, en la UCI de Can Misses

Gaspar Tuero, en la UCI de Can Misses / Toni Escobar

Lo de ser jefe es algo que el intensivista no se había planteado «realmente», pensaba que «quizás, en un futuro, podía ser», pero no era una idea que considerara inmediata. «Pero se dio la oportunidad y creo que las oportunidades hay que cogerlas», indica Tuero, que valora de Merino la «tremenda» capacidad de trabajo, el empeño que pone en conseguir sus propósitos, cómo trata a la gente de la UCI y cómo defiende a los profesionales y, sobre todo, a los pacientes: «Son lo más importante de todo».

"Las cosas se consiguen a base de insistir"

«Es como una madre, siempre me he sentido apoyado y seguro a su lado, parte de un equipo. Paz te hace sentir así y eso no pasa en todos los sitios. Es la mejor jefa que he tenido», continúa el intensivista. «¡Porque no has tenido ninguna!», espeta la médico. «Jefa o jefe, da igual», le contesta su discípulo en una divertida discusión para rebajar el azúcar de la despedida, en la que Merino le recuerda que podría decir también «lo pesada» que es. «Ella dice que es pesada, yo diría que es insistente. Así es como se consiguen las cosas: a base de insistir, insistir e insistir». «Pero quien piense que es una buena noticia en ese sentido que Paz se jubile se equivoca», asegura el ya nuevo responsable de la unidad. Lo de pesada, matiza la madrileña, tiene matices: «Se habrá sentido apoyado y perseguido, porque durante la pandemia les llamaba cada día para ver cómo estaban. Debían pensar como mis hijos, que qué pesada que era». El nuevo jefe sonríe mientras mueve la cabeza, negando: «Tan mal no nos debía sentar porque la gente se está preguntando que quién les va a llamar ahora».

Tuero afronta su cambio de rol como si cambiara de trabajo, como si se fuera «a Asturias o Granada a trabajar en un sitio nuevo». Sigue viendo pacientes, haciendo guardias y con la formación en ecografía —«es lo que me gusta»— pero tiene que dedicar buena parte de su jornada al trabajo que supone la jefatura: «Pensar que esto lo puedo resolver en ratos muertos por las mañanas no es realista». Su intención es seguir con los proyectos que estaban previstos, como la consulta Post UCI o la UCI Extendida. «¡Y la acreditación!», le recuerda Merino, profundamente implicada en la cultura de la seguridad. Con ella al frente, la UCI ibicenca se convirtió en la única de España con tres certificaciones de calidad. Tuero asiente mirando a la que durante once años ha sido su jefa, que le promete estar al otro lado del teléfono si en algún momento lo necesita. Aunque esté de viaje en caravana por Nueva Zelanda, un viaje con el que lleva años soñando. «Me llamará preocupado porque le falta gente y mientras me pasa un kiwi por detrás le diré que no se preocupe y que ponga un anuncio en la sociedad de medicina intensiva», bromea. Los dos estallan a reír.

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