Turismo de excesos

Otra ‘villa party’ de pesadilla en Ibiza

La gestora de una villa se planta ante la puerta de la mansión para, con ayuda de los vecinos, parar una fiesta ilegal: «Están muy organizados», hasta el punto de que contratan seguridad, equipos de música y servicio de limpieza para no dejar huella de sus estragos

Participantes en una fiesta ilegal en una mansión.

Participantes en una fiesta ilegal en una mansión. / DI

La pesadilla comenzó cuando «se abrió un hueco» en las reservas de una de las villas que gestiona María (nombre supuesto, pues prefiere mantenerse en el anonimato). Un hueco de cuatro días que, «de repente», reservaron dos españoles a través de una plataforma. Querían, le contaron, pasar unos días de vacaciones en la isla. En plan tranquilo. Paz y relax. Uno decía ser «un abogado de Madrid». Pero (casi) todo era mentira, como comprobó poco después. María desconocía en esos momentos que esos dos hombres, que aparentaban ser unos angelitos, se la liarían parda en una de las casas vacacionales que gestiona en Ibiza. Junto a los propietarios del inmueble, María fue una víctima más de los grupos (que no son pocos) muy profesionalizados que promueven fiestas ilegales en villas durante la temporada y que han proliferado en las últimas tres semanas.

Otra ‘villa party’ de pesadilla |

Otra ‘villa party’ de pesadilla | / José Miguel L. Romero

«Te mienten, te engañan. Desde el primer momento —cuenta María— les dejamos claro cuáles eran las normas: no aceptamos más de ocho personas en la casa ni música alta (mucho menos a partir de las 22 horas) ni fiestas ilegales, pues es un alojamiento vacacional. Firmamos el contrato, hicimos el registro en la Guardia Civil…». Pero hicieron caso omiso a todas las prohibiciones de las que habían sido informados previamente.

Otra ‘villa party’ de pesadilla |

Otra ‘villa party’ de pesadilla | / José Miguel L. Romero

La villa que les acababa de alquilar se convirtió durante dos días de la pasada semana en un concurrido after. Calcula que el 6 de septiembre, cuando gracias al aviso de un vecino se enteró de lo que estaba sucediendo allí, había «más de 30 personas» bailando en su salón. Incluso disponían de «seguridad en la puerta». «Supongo que se lucran con esto, porque, si no, no comprendo que el mismo grupo lleve desarrollando esa actividad desde el día 6 de septiembre, cuando montaron la fiesta en la villa que administro, hasta ahora [14 de septiembre], todos los días y en diferentes casas», explica.

Otra ‘villa party’ de pesadilla |

Otra ‘villa party’ de pesadilla | / José Miguel L. Romero

¿Otras casas? Sí, porque tras salir (¡Atención, spoiler!: escaldados) de su villa se metieron en otras que ya tenían alquiladas previamente para continuar esa actividad aparentemente lucrativa y de moda entre los clubbers. En Instagram y en Telegram hay vídeos y flyers del periplo seguido por este grupo (que tiene hasta nombre ‘comercial’) en la primera quincena de este mes. Las llaman villa parties, fiestorros que celebran en casas de lujo en las que pinchan de uno hasta media docena de djs en una sola jornada, tanto de día como de noche. Para las 24 horas siguientes a la fiesta que tuvo lugar en la casa que gestiona María convocaron, vía Telegram, encuentros similares en inmuebles «de es Cubells y de Sant Jordi». Una por día y en diferentes localizaciones.

Otra ‘villa party’ de pesadilla |

Otra ‘villa party’ de pesadilla | / José Miguel L. Romero

En cuanto se enteró de lo que sucedía en la villa, se plantó allí. Eran las primeras horas de la mañana del 6 de septiembre. María le echó valor: «Puse el coche delante del portón y les avisé de que allí no entraba nadie más». No estaba dispuesta a que se salieran con la suya. Aunque es la primera vez que le ocurre algo así, dice estar, en ese sentido, harta: «Muchos propietarios y gestores de casas vacacionales creen que si te montan una fiesta clandestina lo mejor es ocultarlo, no decir nada, porque temen que la multa les caerá a ellos si los pilla la Guardia Civil». Pero «al final, y transcurridos los años, se demuestra que hay un contrato que avala a la propiedad», por lo que esas denuncias, subraya, «no van a ninguna parte». Eso sí, mientras tanto «el dueño debe contratar a abogados para defenderse». Y perder mucho tiempo.

«Puse el coche delante del portón y les avisé de que allí no entraba nadie más»

Otra ‘villa party’ de pesadilla |

Otra ‘villa party’ de pesadilla | / José Miguel L. Romero

«Hay que denunciar»

María no quiso tapar nada: «No me da la gana quedarme callada porque en este sector lo estamos haciendo bien, pagamos impuestos, nos lo trabajamos muchísimo para que todo sea lo más excelente posible. Pero al final parece que somos los malos de la película. Y eso no es así. Las fiestas ilegales no son nuestro negocio. Al contrario, luchamos contra ellas. Por eso hay que denunciar».

Otra ‘villa party’ de pesadilla |  DI

Otra ‘villa party’ de pesadilla | DI / José Miguel L. Romero

Y denunció. Llamó a la Guardia Civil: «Les expliqué que había mucha gente dentro de la casa y que los vecinos me habían avisado de que iban y venían muchas personas y que había muchos automóviles aparcados cerca. Era un indicador de que allí estaba pasando algo que yo ni promovía ni aceptaba. Me aseguraron que irían cuando pudieran, algo normal porque en estas épocas tienen otras prioridades y urgencias. A las dos horas me avisaron de que estaban de camino».

Otra ‘villa party’ de pesadilla

Otra ‘villa party’ de pesadilla / José Miguel L. Romero

Recriminada al principio por los vecinos

Al principio, los vecinos recriminaron a María lo que estaba sucediendo: «Me culpaban, decían que me estaba lucrando con esa fiesta. Luego entendieron que no era así, comprendieron mi versión y estuvieron a mi lado, delante de la puerta, para impedir que entrara más gente, y me ayudaron en todo. Al día siguiente, algunos me llamaron para pedirme disculpas por si en un primer momento me habían hablado mal, incluso se ofrecieron para lo que necesitara».

Aunque se plantó («acojonada», reconoce, y no es para menos) delante de la entrada, en ningún momento los promotores se mostraron violentos con ella ni con los vecinos, admite. Peor suerte han corrido otros propietarios de viviendas turísticas vacacionales: «A mí me amenazaron de muerte», cuenta otro comercializador cuyo nombre omitimos, por razones obvias, en este reportaje.

Mientras impedía el acceso a la villa llegó un taxi con cuatro ocupantes: «Avisé al taxista de que no iban a entrar. Primero se fue. Al rato regresó, un segundo intento (no por parte del taxista sino de los pasajeros, que le presionaron) que tampoco les sirvió, porque al final no entraron».

"Ni seguridad ni leches. No entras"

Luego llegó otro vehículo: «Era el del guardia de seguridad que los promotores habían contratado para la fiesta. Le advertí de que ni seguridad ni leches: esa casa era mía y se tenía que ir de allí». Antes, le anunció que la Guardia Civil estaba en camino: «Se fue, se escondió y luego se coló saltando la valla de la villa, que es muy grande. Lo vi más tarde, cuando salió por la puerta principal. Supongo que dentro dio la voz de alarma, porque entonces empezó a salir mucha gente, quizás por miedo a que los guardias los pillaran». Calcula que los que se daban a la fuga llenaron hasta siete taxis.

Para entonces ya no era precisa la presencia de la Guardia Civil: «Me contaron que no podían hacer nada si habían salido los participantes de la fiesta y ya no existía la molestia para los vecinos, que era la causa para poder multarlos».

Además del abogado madrileño, había otro personaje que «aparentaba ser muy majo para ganarse así el favor de propietarios y comercializadores»

María, a través de un grupo de whatsapp, avisó a los socios de la Asociación de Viviendas Turísticas Vacacionales (AVAT) de que «había dos españoles» que se dedicaban a alquilar villas para organizar fiestas ilegales. Además del abogado madrileño, había otro personaje que «aparentaba ser muy majo para ganarse así el favor de propietarios y comercializadores», les explicó. «Y les advertí —continúa— de que tuvieran cuidado porque al salir de mi casa les escuché decir que iban a seguir en otra villa. Y así fue: acudieron a otra casa alquilada, y de esa, después de que les echaran por organizar otra fiesta, a otra villa más. Y luego a otra y a otra...». Sus correrías se pueden seguir en Instagram, donde vuelcan los vídeos de las villa parties, en los que se observa cómo los discjockeys montan sus aparatosos sets en salones y pinchan delante de decenas de personas. Ilustran sus flyers de Telegram con imágenes de las piscinas (a veces con la foto de una mujer en bikini como reclamo) o incluso del cuarto de baño (!!) del chalé en el que la van a liar parda.

«Superorganizados»

¿Y cómo le dejaron la casa tras la villa party? «Eso es lo más fuerte. Están superorganizados. Yo estuve allí desde las 9.30 horas hasta las 13.30 horas. Por la tarde fue un compañero para custodiar la entrada (aún les quedaba un día de estancia), momento en que acudió un equipo de limpieza que ellos habían contratado. De hecho, me llegaron a asegurar que la habían dejado incluso mejor de como se la habían encontrado», relata. Y ese, afirma, es el «problema: son unos profesionales». Tienen en cuenta hasta ese detalle: la limpieza. Apenas dejan rastro. «Si a mí un vecino no me hubiera llamado para avisarme de que estaban llegando tantos coches, no me habría enterado de lo que estaba sucediendo. Lo dejaron todo bastante bien. Sólo un mueble tenía el cristal picado y había muchas bolsas de basura que tuvimos que tirar nosotros».

Como quería que se fueran de allí inmediatamente, pues temía que volvieran a montar otro follón, les propuso devolverles gratis la última noche a cambio de que le entregaran las llaves y se largaran: «Me daba igual a la hora que fuera, aunque salieran a las ocho de la tarde (normalmente lo hacen antes de las 10 de la mañana). No deseaba tenerlos allí otro día. Pero querían que entrara con ellos para mostrarme lo limpio que lo habían dejado todo. Si no confirmaba que la mansión estaba en buen estado, no se irían. Pero por nada del mundo me iba a meter allí con esos dos». Así que no se fueron hasta el día siguiente.

Propuesta de un ‘concierge’

María se percató aquel día, tras una breve conversación con uno de los que salieron en desbandada de su casa al saber que llegaba la Guardia Civil, de que este ‘negocio’ está asentado en la isla: «Conducía un todoterreno lleno de ventiladores [se supone que porque el aire acondicionado del salón no daba abasto para tanta gente] y equipos de música. Decía que era concierge [conseguidor de todo, desde jets a coches de lujo, entradas a discotecas, mesas en restaurantes exclusivos, chutes vitaminados para aliviar la resaca…] en la isla y me propuso colaborar el próximo año porque le había gustado la casa. Le respondí que era un caradura, que se largara ya de allí».

«Van contratando villas que dicen que son para él, y hasta juran que ese artista viene a la isla en plan tranquilo, relajado… pero luego la montan»

Es una plaga, según explica otro propietario de villas que comenta que en las dos últimas semanas han «parado» dos fiestas promovidas «por gente afín» a un conocido músico que ha actuado recientemente en la isla: «Van contratando villas que dicen que son para él, y hasta juran que ese artista viene a la isla en plan tranquilo, relajado… pero luego la montan».

Los propietarios de villas vigilan un grupo de Telegram en el que «todos los días se anuncian beach parties, villa parties, pool parties…». En el sector calculan que en las últimas semanas se han servido de hasta cinco lujosas mansiones para celebrar sus afters clandestinos: «Diariamente hay una fiesta en alguna de ellas. Para una, la promotora contrató a seis djs». ¿Y los precios? «Esta mañana —detalla un comercializador de viviendas— uno vendía tiques a 30 euros para las mujeres y a 50 para los tíos. Sin punto de encuentro previo: directamente señalaba adónde había que ir». Es decir, como si sintieran total impunidad. En otros casos, la mayoría, mantienen ese dato en secreto hasta el último momento: «Una vez que vayas al punto de encuentro, tenemos conductores especiales para llevarte al lugar», explican en sus mensajes en Telegram, como para un after que tuvo lugar hace cuatro días en una top pool villa.

"Pedimos que se nos trate como a un hotel"

María se queja de que las villas no reciben el mismo trato que otros alojamientos reglados: «Nosotros no alquilamos. Las casas vacacionales damos alojamiento. Como los hoteles. Hay diferencia entre un alquiler reglado por la LAU (Ley de Arrendamientos Urbanos) y una estancia en una alojamiento vacacional. Por eso, lo que pedimos es que se nos trate como se trataría a un hotel. Si se meten 20 personas en la habitación de un hotel, ¿cómo actuaría la Administración? Nos sentimos desprotegidos». 

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