Sumisión química

Discotecas de Ibiza: Esa pastilla que cae en el vaso de la chica

Una médica del 061 alerta de que este servicio atiende regularmente casos de posible sumisión o vulnerabilidad química en la isla, sobre todo en discotecas. De los pinchazos, que tantos titulares llenaron en el pasado, «ya no se habla»

Pista de baile de una discoteca de la isla.

Pista de baile de una discoteca de la isla. / PIM

«Sí, existe la sumisión química en Ibiza» … o al menos las denuncias. Elena Klusova, médica de la UVI móvil del 061, asegura que no es raro atender casos de sumisión o de vulnerabilidad química en la isla. Suelen ser pacientes atendidas por servicios médicos en un estado de intoxicación grave por drogas depresoras, que insisten en no haber ingerido tóxicos. «Ya no se habla de pinchazos, como el año pasado», puntualiza la doctora: «Tanto al servicio del 061 como al hospital Can Misses o a los servicios sanitarios de las empresas que se dedican a la atención de este tipo de patologías, como Emergency Staff, llegan hombres y, predominantemente, mujeres que afirman haber bebido una escasísima cantidad de alcohol «una o dos copas», sentirse mal y estar convencidas de haber sufrido sumisión química: «Suelen acudir acompañados de amigos que están en buenas condiciones y que insisten en que todos han bebido lo mismo, pero de repente, a la amiga le pasó algo, se mareó muchísimo, perdió el conocimiento o estaba fuera de control».

Ahí empiezan las sospechas. Otra cosa es que puedan confirmarlo luego con pruebas: «En la mayoría de las ocasiones no podemos saber lo que ha pasado, a no ser que haya alguien presente que lo haya visto con sus propios ojos». Como ella misma observó en una ocasión mientras estaba en una discoteca: «Vi, en una sala de Ibiza [da su nombre, pero lo obviamos para este artículo], cómo un chaval echaba una pastilla en el vaso de una chica que estaba bailando al lado. A no ser que alguien lo vea en ese mismo momento, siempre tendremos dudas».

Sumisión o vulnerabilidad

En ese sentido, Klusova diferencia entre sumisión química (se suministra una sustancia sin avisar con la intención de afectar a las capacidades psíquicas de la víctima y es ingerida de forma involuntaria) y vulnerabilidad química (se comete el delito sobre una persona que voluntariamente consume algún tipo de sustancia psicoactiva). En este último caso, «la persona accede conscientemente a consumir el estupefaciente». Pone un ejemplo: «La chica está en la discoteca y su propósito, con ese consumo, es pasarlo bien, motivarse para bailar, sentir mucho mejor la música y el ritmo, empatizar con las personas, entablar con más facilidad la relación con otros, sentirse mucho más segura de sí misma, pensar que es una persona y conversadora interesante, superar sus propios complejos y miedos, sentirse atractiva física e intelectualmente…». A veces, con el pretexto de «animarla un poco» y entablar una relación rápida y fluida en la discoteca, le ofrecen sustancias. «Pero la víctima nunca sabrá exactamente qué le están dando». «La intención de ofrecerte una dosis de un estupefaciente puede ser mantener una buena relación, sí, pero también puede ocultar fines delictivos. Te pueden estar dando algo que no tiene nada que ver con lo que supuestamente te ofrecen y, además, en unas concentraciones que te pueden dejar completamente fuera de control, lo que facilita que abusen de ti, te roben o te violen».

Un intento en Ibiza

La médica del 061 asistió un caso de este estilo recientemente en Ibiza: «El último que yo he atendido ocurrió en una discoteca [menciona su nombre]. Como seguramente muchos sabrán, en unas dosis bajas, el alcohol estimula, pero en dosis altas es un potente depresor. Nos dijeron que la chica que atendíamos había bebido la misma cantidad de alcohol que sus amigas, pero, al parecer, tuvo peor tolerancia a la bebida y estaba empezando a quedarse adormecida. Entonces, al grupo se acercó un hombre simpático y le ofreció una cosita para despertarla, «algo que le quitaría el pedo» y que la motivaría para bailar. «Voluntariamente —detalla—, la mujer se fue al servicio con aquel hombre que no conocía, para consumir esa substancia. Al cabo de unos minutos nos llamaron porque habían encontrado a la chica inconsciente en el baño». El efecto del depresor, según afirma la doctora, le duró a la paciente muchísimo tiempo. Si la dosis que le dio aquel hombre «no hubiera sido tan grande, la mujer podría haberse quedado un poco apagada, sumisa y dominable, de manera que el hombre la podría haber llevado a una villa o a la habitación del hotel». Y abusado de ella.

Un acto de violación forzada con la resistencia opuesta en el baño de una discoteca sería poco probable, pero «sacar a una víctima de una discoteca, sí, es bastante fácil» cuando se trata de los casos de sumisión o vulnerabilidad química

Klusova cree que en las discotecas de Ibiza «es bastante complicado que, literalmente, se viole a alguien», porque los baños «están llenos de gente, el servicio de limpieza de una discoteca de nivel pasa por los cuartos de baño constantemente y hay cámaras en las salas de lavabos (evidentemente no dentro de los váteres) que el servicio de seguridad tiene vigiladas durante toda la sesión». «Los dueños de las discotecas han invertido mucho dinero para intentar garantizar cierta calidad y seguridad de los clientes. En algunas salas el control de seguridad es muy exhaustivo». Un acto de violación forzada con la resistencia opuesta en el baño de una discoteca sería poco probable, pero «sacar a una víctima de una discoteca, sí, es bastante fácil» cuando se trata de los casos de sumisión o vulnerabilidad química.

El buen samaritano

En esos casos, «el depredador (la persona que droga a alguien con un fin delictivo) suele hacer el papel de buen samaritano. Es un hombre caritativo o una mujer caritativa (en general el sexo tanto del agresor como de la víctima puede ser cualquiera). Son atentos y se ofrecen a ayudar: ‘¿Estás mala, no te encuentras bien, necesitas aire, te doy algo de beber, quieres que salgamos afuera y respires un poquito de aire fresco?’ Estas situaciones en las que el alma caritativa es una persona desconocida pueden ser bastante peligrosas», avisa la doctora.

El uso de sustancias químicas con el fin de manipular la voluntad de las personas no es reciente y el uso de drogas para mejorar la calidad de sexo o atreverse a tener relaciones sexuales es un clásico de la humanidad. «Lo que no puedo precisar es el porcentaje, ni la cantidad, pues los números exactos solo pueden conocer en el hospital Can Misses, que es donde terminan las víctimas de intoxicación por drogas».

Pinchazos y miedo a reconocer el consumo

Pinchazos y miedo a reconocer el consumo

Respecto a los pinchazos que se hicieron tan famosos hace un año, y que se descartó que fueran reales, asegura que ya no se habla de ellos». La doctora conoce una «referencia a una posible inyección» que tuvo lugar este año en la apertura de una discoteca [cuyo nombre no incluimos]. El paciente era un hombre «muy asustado» que decía haber notado un pinchazo en la escápula. No vieron zonas de punción en su cuerpo y se limitaron a monitorizarlo, es decir, a aguardar junto a él la aparición de síntomas si los hubiera. No los hubo. En ocasiones, cuenta Elena Klusova, se emplea la excusa de sufrir la sumisión química en casos de consumo voluntario cuando se temen «las repercusiones sociales o legales». 

En la sumisión química, las drogas que se utilizan «son incoloras, inodoras e insípidas (deben evitar tener un fuerte sabor pues deben ser ingeridas sin ser apercibidas). Además, son de acción rápida y corta duración, y «deben ser eliminadas rápidamente del cuerpo para no ser detectadas por las analíticas que se hacen en el hospital».

Pruebas que no hay en Ibiza

Entre ellas están las benzodiacepinas, el gammahidroxibutirato (GHB/GBL o éxtasis líquido), la zopiclona, la ketamina y la escopolamina (burundanga). «Esta última es muy difícil de detectar a partir de muy poco tiempo, tanto en la orina como en la sangre». El diagnóstico de exposición a escopolamina «es complejo», afirma, pues «permanece en la sangre aproximadamente entre 15-30 minutos después de ser consumida y su rastro en la orina desaparece en unas 12 horas. Existe la tira reactiva de orina NarcoCheck SCOP y es una prueba rápida para la detección del consumo de escopolamina. Pero en Ibiza no la tenemos». En la medicina forense se utiliza la prueba de drogas capilares: «El análisis del cabello puede detectar con precisión las drogas utilizadas hasta 90 días antes de la prueba y se ha demostrado que es cinco veces más eficaz que las pruebas de orina de laboratorio. Pero para los ibicencos esta prueba está totalmente fuera del alcance».

«El alcohol predomina en la sumisión química»

«El alcohol predomina en la sumisión química»

Pero la droga totalmente «predominante» en la sumisión química, sin duda, es el alcohol, subraya la doctora: «El alcohol es la droga más utilizada para ayudar a cometer un asalto sexual. Presente en el 40-65% de agresiones sexuales (sólo o en combinación con otras drogas), el alcohol está ahí para empezar. Y luego se añade lo demás. Pero el alcohol está presente en el 80% de todos los casos de vulnerabilidad o sumisión química». Además, la estadística dice que los episodios de sumisión química suelen producirse en gran porcentaje «entre las personas que se conocen». «Pueden —detalla Elena Klusova— no ser amigos del alma, aunque también eso existe, pero sí personas que viven cerca o a las que has conocido en el colegio o en el trabajo en algún momento, con las que tienes cierta relación, no confianza, pero sí que te suena su cara». Y el 75% de todas las violaciones efectuadas por conocidos «involucran alcohol y/o drogas».

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