Desde tiempos ancestrales, las tomas de posesión mantienen varios denominadores comunes. Primero, parece que asistes a una boda. Los ediles visten sus mejores galas, se emperifollan y muchos se compran vestidos y trajes para la ocasión, incluso los que nunca se han puesto uno (y se nota). El edil más joven, Manuel Jiménez, estrenó americana.
En el claustro y con maceros
Segundo, el boato. En este caso, la elección del claustro para que cupiera más gente (lógico, pues en Can Botino no cabe ni un alfiler y el calor es asfixiante): 160 sentados y todo el claustro a rebosar. En total, cerca de 400 personas. Y además, la recuperación de los maceros, de los que la Enciclopèdia pitiusa recuerda que «su función era la de abrir paso a los políticos y altos cargos y protegerlos de posibles agresiones, especialmente cuando salían a la calle. Las mazas entonces eran verdaderas armas y los maceros, auténticos guardaespaldas». Con el tiempo se verá cómo hay que tomarse esto, si como una reinstauración de viejas costumbres o como una manera de velar por la integridad de los ediles. En este último caso, poco podrían hacer Mariano Costa y Luisa Marí, porteros del Consistorio que sostuvieron ayer las mazas plateadas. Suelen hacer este papel cada año, pero con motivo de la entrega de medallas del día de Santa Maria.
Y luego está esa costumbre tan buenista de que el alcalde diga en su discurso de toma de posesión que buscará el consenso, que dialogará con la oposición, que los ciudadanos esperan de ellos que se dejen la piel, que bla bla bla. Spoiler: nunca se cumple. Rafa Triguero, con traje impecable, reloj en su mano derecha y escoltado por maceros (aunque no muy mazas), también expresó esas buenas intenciones, cómo no.
A las 18.13, con 13 minutos de retraso según el horario previsto, comenzó la sesión. Al ritmo de los sonadors de la Colla de Sa Bodega, los maceros, en cabeza, escoltaron la entrada al claustro de los ediles, que, acalorados, usaron abanicos (sobre todo las mujeres, a las que se sumó el ya exalcalde Rafa Ruiz) para combatir el sofoco.
Clara Roselló añadió un «por imperativo legal» a su promesa de lealtad al monarca español; Pep Tur dijo que será «leal a la ciudadanía»
Los con corbata
Ocho concejales (siete del PSOE y una de Unidas Podemos) prometieron el cargo, mientras que 17 lo juraron (15 del PP y los dos de Vox). Y sólo dos (ambos del PSOE) optaron por aceptar sus puestos como ediles de una manera diferente a la convencional: Clara Roselló añadió un «por imperativo legal» a su promesa de lealtad al monarca español; Pep Tur dijo que será «leal a la ciudadanía». Otra curiosidad: nueve ediles (siete del PP y dos de Vox) llevaban corbata; ninguno del PSOE. No hubo Biblia ni crucifijo: sí una Constitución.

Justo cuando tocó a Rafael Triguero jurar (fue quien recibió la ovación más larga, de casi un minuto), un rayo de sol se coló entre los toldos que tapaban el patio y se reflejó sólo en su cara, que ya es casualidad. Se mantuvo hasta que fue elegido alcalde por mayoría absoluta (Guadalupe Nauda fue la única que no votó a ninguno de los candidatos de PP, Vox y PSOE). No todos los alcaldes pueden decir que hayan sido iluminados desde el primer momento. Que se trabara (sobre todo con el catalán) durante su discurso varias veces hay que achacarlo a los nervios y quizás al calor y a ese rayo de luz tan pertinaz. También se emocionó, como cuando habló de sus hijos o de Virginia Marí, cuya referencia provocó otra larga e intensa ovación.