La confusión sexual que evita plagas del tomate en Ibiza

Las jornadas de primavera de Sabors d’Eivissa concluyen con una visita a la finca hortícola de Can Pol

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

La Tuta absoluta (polilla del tomate) supuso durante años un quebradero de cabeza para los agricultores de Ibiza, que se veían obligados a tratar sus tomateras entre tres y cuatro veces por semana para paliar los efectos de esa plaga. Así y todo, los plaguicidas no daban los resultados idóneos y en 2009 se llegó a perder el 40% de la cosecha de tomates.

Desde hace cinco años, se ha puesto coto a los estragos que causaba este lepidóptero gracias a un método conocido como confusión sexual. La mención de este concepto capta la atención de inmediato, más aún si se da en medio de una explotación hortícola y con una audiencia que no está familiarizada con las técnicas agrícolas.

La visita

Se comprueba de inmediato el efecto reclamo de «confusión sexual» en Can Pol, en la vénda de Safragell (Sant llorenç). Es la finca donde culminan las jornadas gastronómicas de primavera de Sabors d'Eivissa, organizadas por el Consell y la Petita i Mitjana Empresa (Pimeef).

El responsable esta explotación, Toni Terrassa, guía una visita didáctica por las 8,5 hectáreas de cultivos hortícolas que gestiona desde hace 35 años. En un invernadero de 5.400 metros cuadrados, invita a la veintena de participantes en la gastrojornada a que recojan un cesto de tomates cherry pera, que se entremezclan entre las variedades grandes para ensalada.

El método consiste en un tratamiento biotecnológico del que emanan feromonas sexuales femeninas de la 'Tuta absoluta'

Alguien le pregunta por un pequeño cordel firme que cruza el tallo de varias tomateras, por encima de 1,6 metros. Sospecha que se trate de algún elemento que ayude a trepar a la planta. «No, esto es para la confusión sexual», detalla el agricultor. Es un tratamiento biotecnológico del que emanan feromonas sexuales femeninas de la Tuta absoluta, que se lograron sintetizar en un laboratorio.

Esta polilla carece de vista y se guía por el olor, de manera que, con este método, «los machos no saben hacia dónde tirar y no llegan a aparearse», precisan el técnico de promoción agroalimentaria del Consell, Josep Lluís Joan, y el director insular de Agricultura, Joan Marí. «Ha sido clave para controlar la plaga y evitar el uso de insecticidas químicos», valoran

El antecedente de la okra

Antes de dar con esta solución definitiva, en 2012 se encontró de casualidad otro método que empezó a paliar los estragos de la polilla del tomate. El responsable fue el propio Joan Marí, entonces presidente de la cooperativa Agroeivissa. En esa época, con el aumento de la población de origen asiático y latinoamericano, se empezó a demandar okra, un fruto utilizado por sus propiedades espesantes en guisos y sopas.

Marí empezó a cultivarla en su finca de Sant Carles, a petición de una frutería de Vila, y se dio cuenta de que desapareció la polilla de la tomatera. La causa se debía a que la okra servía de reservorio de otro insecto, el Nesidiocoris tenuis, que era depredador de la Tuta absoluta y otras plagas. Al igual que con el caso de la confusión sexual, aunque no tan eficiente como esta, así se evitó el uso de plaguicidas químicos para mejorar la productividad de las tomateras.

El año pasado, todos los productores de Agroeivissa se quedaron sin pimientos en agosto por culpa del calor, salvo Terrassa

La finca de Can Pol fue escenario de otra serendipia que podría resultar clave. Toni Terrassa tenía otro invernadero de 6.300 metros cuadrados que suponía un gasto muy importante a la hora de ir renovando el plástico de la cubierta. Decidió sustituir la cubierta por una malla mosquitera, de manera que la estructura se convirtió en un umbráculo, sin efecto invernadero pero igualmente protector ante el viento y otras inclemencias.

El año pasado, todos los productores de Agroeivissa se quedaron sin pimientos en agosto por culpa del calor, salvo Terrassa. Su cosecha, tanto del rojo como del verde italiano, se mantuvo hasta diciembre gracias a que, con la sombra de la malla mosquitera, se reducía la temperatura hasta cinco grados. Ahora se valora que los umbráculos puedan servir para contrarrestar los efectos del calentamiento global en la agricultura.

Aunque Terrassa se dedica a todo tipo de cultivos hortícolas en su finca, los grandes protagonistas de la visita son el tomate, la patata y los fresones, los tres productos locales que se han promocionado durante las gastrojornadas de primavera. Él los comercializa a través de Agroeivissa, de la que fue uno de sus socios fundadores en 1999 y su primer presidente.

«Antes tenía que dividirme entre el trabajo en el campo y la distribución a los clientes. Gracias a la cooperativa, los payeses nos pudimos centrar en la finca», recuerda.

Joan Marí, también socio fundador y expresidente de la entidad, corrobora las mejoras que supuso tanto en la comercialización como en la calidad de vida de los agricultores. «Nos levantábamos a las cuatro de la madrugada para ir a Vila, repartir el mercado y después trabajar todo el día en el huerto. Era un no vivir», sentencia.

El ‘showcooking’

La visita a Can Pol culmina con una degustación y una demostración de la chef Marga Orell, que trabaja con ingredientes recogidos al momento en la finca. Los fresones son los que despiertan más admiración, sobre todo por el aroma que se disfruta junto los cerca de 4.000 metros cuadrados dedicados a su cultivo. «¡Estos saben de verdad!», se escucha en la cata.

En apenas cinco minutos, Orell convierte los frutos en un sorbete exquisito. Para ello, tritura una mezcla de fresones congelados con otra de frescos, unas hojas de hierbabuena y un poco de almíbar, elaborado a partes iguales de agua y azúcar. También prepara una sopa fría de tomate, previamente pelados y despepitados, que tritura con un poco de albahaca, sal y emulsiona con aceite.

El ágape culmina con unas minitortillas, a partir de cuatro patatas ralladas, dos huevos, pimentón, sal, ajo y cebolla en polvo y cebollino. Solo queda formar puñados y saltearlos a fuego lento, como un rosti suizo.

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