Entrevista | José Aznar Sánchez Psicoterapeuta altruista

José Aznar Sánchez, psicoterapeuta altruista en Ibiza: «Amarse a uno mismo es una tarea de titanes»

El barcelonés lleva atendiendo gratis a sus pacientes más de tres décadas, desde que heredó unos negocios de su madre y constató que podía seguir ejerciendo su pasión sin cobrar

José Aznar Sánchez, en las instalaciones de Diario de Ibiza.

José Aznar Sánchez, en las instalaciones de Diario de Ibiza. / Vicent Marí

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Es la primera vez que José Aznar Sánchez (Barcelona, 1950) visita Ibiza y no lo hace por la apertura de las discotecas. «Vengo a lo que vengo», indica el psicoterapeuta, que desde hace tres décadas ofrece terapias gratuitas, de forma altruista. Decidió hacerlo cuando, tras heredar unos negocios de su madre (un garaje y una gasolinera), comprobó que podía vivir sin trabajar y, al mismo tiempo, dedicarse a lo que le apasiona, la psicoterapia y ayudar a los demás. Una experiencia que cuenta en su libro, ‘El ser y el ego: un camino hacia la luz’, que escribió tras la muerte de su mujer, Carmen, y con el que ahora recorre España con el objetivo de animar a la gente a conocerse lo que, asegura, facilita el camino hacia la felicidad.

¿El ego está descontrolado en la sociedad en la que vivimos?

Siempre hemos vivido en sociedades que, salvo unos pocos, no se han dado cuenta de ese ego, de que el enemigo no lo tenemos fuera, sino dentro. Es la manera loca de ver las cosas. Cuando ya conoces más a fondo tu propia negatividad te preguntas «¿por qué veo las cosas así?». Hay que ser sincero con uno mismo y reconocer que tenemos miedo. Y preguntarnos de dónde viene esa paranoia que todos, en mayor o menor medida, tenemos dentro.

Nos mentimos mucho, ¿no?

Muchísimo. Y sin darnos cuenta. La comprensión y el perdón son fundamentales. Con uno mismo y con los demás, porque todos caemos en algo. Te das cuenta en la medida que vas ahondando. Igual él cae en el orgullo y yo en la tristeza. Las caídas sirven para aprender. ¡Benditas caídas! Te hacen darte cuenta del error, pero no tienes que juzgarte ni culparte por ello. Ni a ti ni al otro. No lleva a ningún lado bueno.

¿Somos más crueles con los demás o con nosotros?

Igual. Es lo mismo. La crueldad que tienes contigo mismo, ese juez interior que todos tenemos, te juzga, te descalifica o te culpa. Y al otro. Cuando juzgas al otro no lo ves, lo que haces es proyectar en él lo que haces mal y lo descalificas. No ves tu ser ni el del otro. Quizás tiene ego y se equivoca, pero estás ahí para decir que lo comprendes y lo perdonas. Si tienes que decirle algo, debes hacerlo de forma asertiva. No liarse a hostias.

A veces ponemos adjetivos positivos a sentimientos en principio negativos, egoísmo en el buen sentido, envidia sana…

Entiendo, pero a veces el egoísmo se interpreta mal. De pequeñitos nos dicen «no seas egoísta», «piensa en los demás», «anteponlos a ti mismo»… Eso es un error, se toma el egoísmo como algo malo, pero ahí te están diciendo que no te ames, que no te tengas en cuenta. Cuando eso es lo fundamental. Sin eso no eres un ser humano, no puedes amar. Primero hay que amarse, y eso es duro porque tienes que apartar todas esas mentiras que te has inventado o que has asumido. Amarse es una tarea de titanes y sólo si lo haces puedes amar al otro. Jesús de Nazaret ya decía «ama a los otros como a ti mismo». Ese como…

No me diga que Jesús es el primer gran coach de la humanidad.

Bueno, antes ya los había habido en Mesopotamia y Egipto, pero fue uno de los grandes. Como Buda o los sufíes y los derviches. Mira, cuando estaba en tercero de Medicina me daba cuenta de que, como todos, tenía mi negatividad: miedos, tristezas, rabias, culpas, sentimiento de inferioridad… Decidí buscar ayuda en un psicoterapeuta. Saliendo de la iglesia de la Bonanova, siempre me han dado paz las iglesias, bajaba por el paseo de la Bonanova triste y con la vista fija en el suelo. De repente, al mirar a la derecha, vi la portería de un edificio con una placa dorada, maravillosa, que ponía: doctor Juan Campos Avillar, médico psicoanalista. Me quedé parado.

¿Y entró?

No, me gustó y cuando llegué a casa, indagué en las Páginas Amarillas, era el año 76, busqué a este doctor y le pedí cita. Allí empezó una muy buena relación con aquel hombre, que ya murió. Me enseñó mucho. Y yo a él también. Porque los pacientes enseñamos mucho, pero para eso hay que apartar el orgullo y terapeuta y paciente tienen que verse como iguales.

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José Aznar Sánchez, en Diario de Ibiza

José Aznar Sánchez, en Diario de Ibiza / Vicent Marí

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¿Lo de ir a terapia aún está mal visto? ¿Da vergüenza?

Cada vez menos. Los medios hablan cada vez más, se comenta que hacen falta psicólogos y la gente pierde eso de «qué pensarán de mí». Con la pandemia, la crisis económica, la guerra... cada vez más gente sufre. Y sufre más. Tocamos fondo y buscamos ayuda. Cada vez más está más normalizado. Siempre abogo por que en las escuelas a niños y niñas les den una asignatura sobre cómo gestionar las emociones, pensar adecuadamente y no creerse la primera idea que les viene a la mente.

Este libro surgió en un momento dramático. ¿Escribir ayuda?

Sí, sí que ayuda. Mi mujer. Carmen, tuvo un cáncer durante nueve años y escribí el libro cuando ella murió. Desde el principio hablábamos y decíamos que saldría de esto. Con fe, con esperanza, con actitud positiva... No pensábamos que cáncer era igual a muerte porque se superan muchos. Yo ya era positivo, pero esa situación me hizo crecer muchísimo. Y a ella también. La tomamos con positividad, pero cuando ya no se puede, lo aceptas. Si te deprimes, el ego y tu negatividad se adueñan de ese evento tan duo. Si coges tú las riendas, lo aceptas con paz. Lloras, claro, porque ves que a aquella persona se le acaba la vida, pero no es un llanto depresivo. Tienes que aceptarlo. Si no, te haces daño. Llegado un momento mi mujer me pidió que le preguntara al oncólogo cuántos días de vida le quedaban.

Uf... Hay que ser muy valiente para hacer esa pregunta.

Sí, era, es, porque creo que aún está, una mujer muy valiente. Pregunté. Me dijeron que dos semanas. Entré en la habitación llorando y se lo dije. Nunca la había visto tan potente y amorosa. Me miró y me dijo que ya sabía que iba a morir. Y me pidió que cuando ella no estuviera me divirtiera, me lo pasara bien, que fuera feliz. Ahí vi claro qué es amor.

Hay quien no llega a verlo.

Todos vemos la dependencia emocional, pero el amor... El amor es dar algo bueno al otro porque quieres. Y a cambio de nada.

¿Sabemos qué es el amor?

Para entenderlo tenemos que conocernos. Llamamos amor a la posesión, a los celos, como si el otro fuera un objeto propio que tenemos miedo de perder porque sentimos que no damos la talla comparados con otros. Cuando el ego se mete en las parejas las estropea, hace que los dos lo pasen mal. El amor es fruto de ese trabajo de amarte bien, que cuesta mucho. Cuando te das cuenta de que eres amor puedes amar porque ya no buscas en el otro una dependencia emocional ni un apego. Ya no es una adicción. No necesitas al otro para ser feliz.

El autoconocimiento y el crecimiento personal están de moda...

Sí, qué bueno...

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¿No es campo abonado para charlatanes?

Ya... Yo tengo, más que estudios, la experiencia de haber hecho ese camino para conocerme. Y sigo haciéndolo. Cada vez me resulta más fácil eliminar esa negatividad propia y soy más feliz. Hay psicólogos y coachs que no se conocen a ellos mismos, o se conocen poco. Pueden enseñar a otros, pero cuanto más se conozcan a sí mismos más podrán ayudar a los pacientes, tendrán menos barreras y se acercarán más. Más se dará cuenta ese terapeuta de que el paciente le está ayudando a conocer lados de sí mismo que desconocía.

¿En ese caso no tendría que hacerle descuento al paciente?

[Ríe] No, es que mi caso es un poco especial.

Usted lleva más de treinta años atendiendo a pacientes gratis porque puede vivir de unas empresas que heredó. ¿Es consciente de que es el sueño de la mayoría?

Sí, soy consciente. Entiendo que los psicoterapeutas se tienen que ganar la vida, pero yo que pude hacerlo así estoy muy contento. Noté que me hacía sentir bien, muy a gusto, bueno. Todos alguna vez nos sentimos culpables, nos juzgamos. Pensamos que no valemos, que somos lo peor de lo peor...

¿No cobrar cambió la forma de afrontar su labor?

En el Clínic cobraba y me sentía bien, también. Quizás alguno piense alargar la terapia para que no se le vaya un paciente, o no sea todo lo sincero que debería por miedo. No noté cambios al tomar la decisión cuando mi madre me ofreció la gasolinera. Bueno, quizás tengo más libertad.

Los políticos hablan mucho de salud mental, pero faltan recursos.

A ver, la realidad es que los gobiernos tienen un dinero que deben distribuir. Hay una limitación económica y muchos temas importantes: vivienda, sanidad general, salud mental... Creo que cada vez se dan más cuenta de que la salud mental es importantísima. Soy optimista y creo que miran por el bien común, aunque también sé que los egos, el poder y el dinero rondan por ahí. Les comprendo. Me he hecho humano. Todos caemos.

Habla del ego descontrolado y de la baja autoestima. Parece contradictorio.

Pues no. El ego desmesurado implica una autoestima por los suelos. No te quieres. Cuando empiezas a quererte ese ego desmesurado disminuye y la autoestima crece. Si creces en el ser, disminuye el ego. Y al revés. Venimos al mundo plenos de amor, de paz, de luz, de alegría y de todas las virtudes de los humanos: confianza, valentía, constancia, fortaleza, esperanza, aceptación...

¿Qué sentimiento o emoción es la más dañina?

El miedo, la rabia, la tristeza, la culpa, la inferioridad, la superioridad, la queja... Todas lo son por igual. Incluso ir de salvador por la vida haciendo tuyos los problemas de los demás, viéndolos como pobrecitos. Eso está en todas las personas y tiene que ver con el orgullo. Sobreproteges al otro, generas una dependencia emocional tremenda y, encima, el otro no te lo agradece.

¿Tiene la receta para ser feliz?

[Ríe] Sí. ¡Quererse!

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