Iván Sambade Baquerín

8M en Ibiza: «El cambio de masculinidad es bueno, pero no suficiente»

Iván Sambade imparte hoy (UIB, 11 horas) la charla ‘Masculinidades en transformación social: hacia la equidad social y la corresponsabilidad personal’ y el taller (instituto Algarb, 16,30 horas) ‘Coeducación y corresponsabilidad’

Iván Sambade, durante una conferencia en el auditorio Cas Serres.

Iván Sambade, durante una conferencia en el auditorio Cas Serres. / Juan A. Riera

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

‘Masculinidades en transformación social: hacia la equidad social y la corresponsabilidad personal’ es el título de la conferencia que ofrece esta mañana (11 horas) en la UIB Iván Sambade Baquerín, catedrático de Filosofía de la Universidad de Valladolid. Unas horas más tarde, a las cuatro y media, impartirá, también, un taller sobre coeducación y corresponsabilidad en la biblioteca del instituto Algarb. Ambos actos están incluidos en el programa del Consell de Ibiza para la semana del 8 de Marzo.

Imparte una charla sobre masculinidades en transformación. ¿Qué está pasando?

Pues lo que está pasando es que las masculinidades se están transformando conforme a los cambios sociales e históricos. Dentro de estos cambios, en particular, lo que estamos analizando en nuestro caso es la transformación, la democratización de las sociedades como consecuencia del movimiento feminista, de las luchas de las mujeres feministas por la igualdad social y política entre hombres y mujeres. Es una lucha que tiene un par de siglo, desde el feminismo radical, pero que se acentúa mucho en la segunda mitad del siglo XX que ha tenido una serie de cambios vertiginosos frente a los que los hombres nos hemos ido adaptando, transformando nuestras masculinidades generalmente como una resistencia frente a la equiparación de derechos y libertades.

¿En qué momentos estamos de esa transformación en resistencia? Hay hombres que quieren cambiar, pero también que se aferran a esa masculinidad clásica.

Habría muchas cosas que analizar. Ha habido una transformación social importante, muchos cambios. No podemos hablar de que las masculinidades en España sean hoy en día como lo eran hace 50 o 60 años, cuando había un machismo explícito y un hombre simplemente podía negarse a hacer las tareas del hogar porque consideraba que era un trabajo de mujeres. Además, con una clara justificación y casi siempre con la mayor parte del poder porque tenían el trabajo asalariado fuera del hogar. Hoy en día la situación se ha equiparado, por lo menos en lo que es legalmente y porque hay un mayor acceso de las mujeres al trabajo, aunque tampoco haya igualdad. Ni salarial ni en el mundo laboral. Y eso da lugar a transformaciones por parte de los hombres. Aquí estaríamos con estas transformaciones que son buenas, pero no son suficientes. Podríamos hablar aquí de los micromachismos. Frente al ejemplo que te he puesto antes del hombre que se negaba a hacer tareas del hogar, el de ayuda dice «yo ayudo». Tenemos conciencia ya de que hay que hacer algo, participar, pero aún no en equidad, en igualdad de condiciones. Mientras no participemos con equidad tenemos más tiempo y esto da lugar a mayores oportunidades fuera del mundo doméstico.

Esto pasa en hombres de unas edades muy concretas.

Sí, estaríamos hablando de una media de edad de entre los 30 y los 50 años. El problema es que viene una involución en las juventudes como consecuencia de lo que se llama la contrareforma patriarcal. Viene estructurada, sobre todo, a través de la industria del sexo. Sistema prostitucional, trata de mujeres con fines de explotación y pornografía. El problema que tenemos es que las nuevas generaciones de hombres se están educando en la nueva pornografía online, que da lugar a una clara objetualización, deshumanización, de las mujeres con fines de autosatisfacción sexual.

¿Qué hacemos con eso? Parece patente que la educación no está funcionando o quizás empieza tarde.

El problema, quizás, es que la coeducación debería empezar en el nacimiento. Si los niños y niñas vieran a sus padres y madres cooperando en el trabajo doméstico ya tendrían una coeducación de entrada en uno de los primeros ámbitos de socialización como es la familia. ¿En la escuela? Pues hace muchos años investigaron y se desarrollaron programas coeducativos, pero podríamos decir con toda certeza que el desarrollo de esos programas ha sido mínimo. Estamos en escuelas mixtas, pero no coeducativas. Luego, sobre todo frente a la adolescencia, nos haría falta una educación afectivosexual basada en principios democráticos, entre ellos el principio de igualdad. Mirando a la adolescencia, pero desde antes de la adolescencia porque los chicos y las chicas, que también consumen pornografía aunque en menor medida, más o menos que el porcentaje es un 70% chicos y 30% chicas, se están encontrando a la pornografía a los diez años de edad.

O incluso menos.

Exacto, o incluso antes de esa edad. Así que hace falta coeducación afectivo sexual y educación crítica. Y, obviamente, ciertas reformas, como una ley abolicionista que luche realmente contra la explotación y la trata de las mujeres en situación de prostitución. Y, evidentemente, un control que debe ser posible de los contenidos pornográficos. No pueden llegar de manera masiva a niños y niñas que aún no tienen el desarrollo psicosexual y afectivo suficiente.

¿Las familias están preparadas para controlar ese acceso a la pornografía?

Volvemos a lo mismo están preparadas, pero ¿en qué medida? Tendríamos que ver qué conceptos de igualdad tienen y su socialización en igualdad, aquí se junta la preparación para dos cuestiones. La primera sobre lo que supone trabajar en coeducación hacia la igualdad y la segunda, además, controlar el desafío de las nuevas tecnologías y su influencia en la socialización y en la educación. En resumen, que probablemente no estén preparadas.

¿Y cómo enseñamos a las familias?

Antes de hablar de las familias hay que hablar del deje legislativo sobre todo en lo que respecta a la pornografía. Las leyes, entre otras cosas, crean conciencia moral, tienen un espíritu y una perspectiva ética. Las leyes deberían también contar con sistemas de difusión y educación social. Precisamente vivimos en un estado democrático y en España con un claro sistema de derechos sociales. Y aquí el estado cuenta con un sistema de protección y de educación en garantías. Ahora, quizás deberíamos plantearnos si este sistema se nos ha ido debilitando en los últimos años. Y si es así está claro que es otra cuestión también política. Hay que fortalecerlo y hacerlo funcionar.

¿Cree que algunos discursos políticos acaban generando más resistencia? ¿Se están comunicando bien todos estos temas?

Creo que el discurso abolicionista no es un discurso sencillo. Es teóricamente complejo y luego tiene en contra discursos más fáciles y, además, que tientan con la simbología de la libertad. Es una libertad mal entendida y mal enfocada porque los seres humanos somos libres ontológicamente. Nuestra esencia es libre, pero luego la realidad material y social nos condiciona y nos determina. Y también somos animales. Se nos olvida esto muy a menudo y estamos programados como cualquier animal: cuando pasamos hambre lo primero es satisfacer nuestras necesidades básicas y primarias y ahí nuestra capacidad de elección, nuestra libertad, se ve claramente deterioradas. En condiciones desiguales los más pobres firmarían casi cualquier cosa.

Hay que alimentarse.

Sí, y ahí está la clave de la posición abolicionista frente a otras posiciones que suenan más bonitas, pero que, en última instancia, hablar de libertad, pero sin proporcionar las condiciones sociales de equidad para que uno pueda decidir en libertad no es más que una soflama.

Se nos olvida que somos humanos, pero también que somos humanos y que nuestra libertad acaba en el momento en el que afecta a la libertad de otra persona.

Desde luego. Me refería que somos animales en el sentido de las necesidades básicas, pero también por el tipo de animales que somos: mamíferos. Y los mamíferos tienen su sistema fundamental de supervivencia y de bienestar en la empatía. Los seres humanos debemos cultivar la empatía, una empatía más compleja porque tenemos principios éticos, no sólo morales. Pero las sociedades en las que vivimos por una parte tienen un estado democrático, pero luego tienen un sistema económico voraz y devorador que nos están induciendo a tratar a las personas como objetos, como medios para nuestros fines, no como fines en sí mismos.

Me llama mucho la atención que incluso en los partidos que más hablan de igualdad cuando se acercan las elecciones ningún hombre da un paso atrás para que encabece la lista una mujer.

Sí, es una resistencia clara de las que hablábamos al principio. Una resistencia que lo que dice es «yo soy el hombre, soy el líder y, además, esta es mi vocación». Estamos acostumbrados, porque venimos de un legado histórico y político en el que siempre se han visto a más hombres que a mujeres. De hecho, tenemos una ley de paridad que no cumple la mayoría de los partidos. También por esto hay un descrédito de la política. La ciudadanía confía en la política, pero es que parece las leyes están hechas para todos, pero algunos se permiten no cumplirlas. En España hay varios partidos que no cumplen la ley de paridad, partidos que van a optar al Gobierno. Así que, efectivamente, hay una cuestión de estructura interna y de coherencia de los principios que regulan nuestra vida. Los partidos tendrían que ser los primeros en cumplirlos. Y dentro de estos partidos los hombres deberían saber que el poder político no es un privilegio adscrito a una condición biológica y que, además, más que un privilegio debe de ser una responsabilidad.

Vaya, que tenemos mucho hombre fake entre los aliados.

Sí, sí. Siempre he renunciado a un concepto como en el nuevas masculinidades. En todos mis estudios y las asignaturas que imparto hablo de masculinidades en transformación porque creo que somos socializados en un modelo machista, vivimos en una sociedad estructuralmente desigual. Tenemos buenas intenciones, vamos en el buen camino, cambiando prácticas, pero aún no se puede hablar de hombres plenamente igualitarios. O sí, pero en una proporción mínima. Me gusta hablar de hombres en transformación teniendo la perspectiva de que el camino de esta transformación es hacia la igualdad.

¿Cree posible una igualdad real o es una utopía?

Creo que es posible una igualdad real. Si miramos el pasado desde luego que hay cambios cualitativamente significativos a lo largo de la historia de la humanidad. Y cada vez tenemos más claras cuáles son las herramientas para lograrlo y conseguirlo. Otra cosa es cuando hablamos de poder. Y el poder requiere no sólo de ideas sino que requiere también de prácticas políticas y de luchas bien estructuradas. Luchas pacíficas, obviamente, pero requiere de estrategias políticas que sean capaces de implementar esos valores desde esos mismos valores. Por eso hablaba de luchas pacíficas. En este sentido, el movimiento feminista siempre ha sido un ejemplo porque es la transformación democrática probablemente más pacífica que ha habido en la historia. Es decir que debemos tener una mirada hacia lo utópico pero, al mismo tiempo, ser realistas.

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