Entrega de la Medalla de Oro de Sant Josep: Necesitamos más Isabeles

La exarquitecta municipal de Sant Josep, Isabel Martínez, recibió ayer por la noche en el auditorio de Caló de s’Oli la Medalla de Oro del municipio, en reconocimiento al papel que tuvo para impedir, durante los años 70, que se urbanizara ses Salines

David Ventura

David Ventura

‘Que ser valiente no salga tan caro y que ser cobarde no valga la pena’ dice esa frase tan cursi que podemos encontrar en muchos estados de whatsapp o en perfiles de redes sociales. Es fácil hablar de valentía y el papel lo aguanta todo, pero no es hasta que la vida real pone a las personas entre la espada y la pared cuando cada uno demuestra de qué está hecho. En 1975, a Isabel Martínez León, entonces arquitecta municipal de Sant Josep, recién llegada a la isla y con solo 25 años de edad, la vida le puso a prueba: le llegó a sus manos un proyecto de la empresa Ibifor para urbanizar toda la zona del actual Parque Natural de ses Salines. Ella podría haber hecho lo típico de aquella época: hacer la vista gorda, callar y firmar. Sin embargo, hizo lo correcto y lo pagó caro.

En las ferias de turismo todos se llenan la boca hablando de las maravillas naturales de esta isla, sin embargo los pocos pedazos que nos quedan se deben a actuaciones heroicas de personas normales que, llegado el momento, actuaron como gigantes. Ayer, en Sant Josep, en el auditorio de Caló de s’Oli, se recordó a una de estas personas, a Isabel Martínez León, y el Ayuntamiento le concedió una más que merecida Medalla de Oro de Sant Josep.

El acto fue una especie de desagravio colectivo de toda una sociedad hacia la figura de Isabel y también hacia la de José Tur Serra Coques, el alcalde que se puso del bando de la entonces jovencísima arquitecta municipal y la ayudó a soportar las tremendas presiones de los poderes fácticos.

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Isabel Martínez, acompañada por su familia, en una foto de grupo al finalizar el acto. / J.A.Riera

«Este tema siempre se ha hablado en la familia», explica Iván Magriñá, el menor de los tres hijos de la homenajeada, «sabíamos que la echaron fuera, que perjudicaron al abuelo, siempre lo hemos tenido presente. Lo que nunca imaginamos es que le hicieran este homenaje».

Un homenaje que empezó a tomar forma cuando, con la publicación del libro del periodista Joan Lluís Ferrer ‘Ses Salines. L’orgull d‘un poble’, salió a la luz el papel fundamental que Martínez tuvo para impedir ese atropello medioambiental. Como reconoció el propio alcalde de Sant Josep, Ángel Luis Guerrero, «en la presentación del libro conocí a Isabel, y allí nos dimos cuenta de que necesitábamos terminar con esta desmemoria».

La ética y el amor

La entrega de la Medalla de Oro de Sant Josep a Isabel Martínez se efectuó en el auditorio de Caló de s’Oli, cuyo vestíbulo de entrada acoge también la exposición ‘La transició a peu de carrer’ organizada por Antonio Viñarás, y que sirve para poner contexto a la situación que vivió la arquitecta municipal josepina. Una experiencia que se expone con toda crudeza en el vídeo que se proyectó para presentar a la homenajeada, y en el que los testimonios y ella misma recuerdan la dura lucha que supuso proteger ses Salines y el alto precio personal que se pagó.

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En el vestíbulo del auditorio de Caló de s’Oli se puede visitar la muestra ‘La Transició a peu de carrer'. / J.A.Riera

«No daba crédito cuando Isabel vino a la redacción de la revista UC, en 1976, y nos contó la historia», explica en el vídeo la periodista Pilar Bonet, «impresionaba verla, con lo pequeñita que era, y la férrea voluntad que tenía. Parecía Caperucita contra las fuerzas del mal», y se muestra también una caricatura de la época en la que aparece una Isabel Martínez, embarazada y sonriente, plantándole cara a lo que parecen ser unos antidisturbios.

«La intentaron sobornar, la intimidaron», relata Joan Lluís Ferrer y confirma la propia Isabel Martínez, que explica que la propia empresa Ibifor intentó comprar su voluntad ofreciéndole cobrar una cantidad económica por cada informe favorable que emitiese. Luego siguieron la presión y la hostilidad del secretario municipal, las insinuaciones, las amenazas veladas, incluso el despido de su padre, nada de eso logró doblegar su voluntad. ¿Cómo lo logró? «Me había casado, iba a tener mi primer hijo. ¡Tenía tanta esperanza y tanto amor! El amor es un motor que te incentiva a hacer cosas imposibles».

Tras dar a luz a su primera hija de forma prematura, al regresar al trabajo, Isabel Martínez se encontró su despacho cerrado y que habían cambiado la cerradura por orden del secretario municipal. Antes, el íntegro alcalde Jose Tur Coques había sido obligado a dimitir. Ella fue apartada, se le cerraron las puertas y vivió unos años económicamente difíciles. Una herida que ha permanecido abierta durante toda su vida: «Me parece un sueño todavía. Tenía que llorar y no he podido hacerlo. Han sido muchos recuerdos y algunos muy dolorosos».

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La homenajeada y el alcalde de Sant Josep, Ángel Luis Guerrero. / J.A.Riera

Desagravio colectivo

El vídeo terminó con las palabras ‘Gràcies Isabel’ en la pantalla del auditorio y, movidos por la necesidad de expresar un desagravio público por parte de todo un pueblo, los asistentes se pusieron de pie y aplaudieron durante varios minutos a una Isabel Martínez que se llevó las manos en el pecho como muestra de emoción y agradecimiento. Una ovación en pie que todavía se repitió en dos ocasiones más.

«Es un honor sin precedentes recibir esta medalla», dijo Martínez en su discurso de agradecimiento, en el que recordó a sus padres, al alcalde José Tur Coques, a su esposo Javier Magriñá, a las entidades que se movilizaron para salvar ses Salines y a los periodistas Pilar Boned y Joan Lluís Ferrer, «y gracias también a Ibiza y Formentera».

Por su parte, el alcalde de Sant Josep, en su discurso, ahondó en la necesidad de desagraviar a quien tanto se había expuesto y sacrificado por el bien común. «Te pedimos perdón por todo lo que pasaste. Te damos las gracias en nombre de todos los ibicencos. Impediste que ses Salines ahora fueran una ciudad. Ses Salines ya no serían nuestras», dijo Guerrero, «Isabel, dijiste no a la codicia y a los especuladores, te negaste a enriquecerte. Hemos tardado 50 años en darte las gracias. Ahora, tu integridad nos sirve de inspiración».

«Necesitamos más Isabeles», concluyó Guerrero, cuyo discurso dio paso a un nuevo aplauso hacia la homenajeada, en una necesidad de expiar pecados pasados y reafirmarse en la fe de que el ser humano, cuando le animan los ideales nobles, es capaz de hacer cosas hermosísimas.

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