El impulsor del BiBo luchó durante 20 años por convertir en realidad su sueño y pese a las dificultades abrió sus puertas al público justo en el verano de la pandemia. El parque recibe este año el premio a la Iniciativa Empresarial que otorga Diario de Ibiza por su carácter pionero e innovador.

Eduardo Luis Mayol, el impulsor de BiBo, sirve un vaso de agua atmosférica destilada en el Bibo: «Se la damos a probar a todo el mundo que viene. Les decimos que es agua del cielo de Ibiza. Es pura, sin apenas mineralización. Se capta de la humedad del aire y pasa por un filtro que la mineraliza débilmente. Estamos pensando incluso en embotellarla». Mayol habla con pasión del Botánico Biotecnológico (BiBo), al que Diario de Ibiza le otorga este año el Premio a la Iniciativa Empresarial en reconocimiento a «una iniciativa pionera que llena un vacío en las Pitiusas (no existía nada parecido) y que desarrolla una importante labor de divulgación medioambiental, sensibilización y concienciación ciudadana sobre la riqueza de los ecosistemas y especies de estas islas, su fragilidad y la necesidad de conservarlos». Un proyecto «innovador y valiente de un empresario que está empeñando su patrimonio para hacer realidad su sueño de hace más de 20 años de crear un botánico en Ibiza».

El impulsor de BiBo junto a una de las atracciones estrella del parque: el piano vegetal. | VICENT MARÍ

Esta es la justificación del jurado que le otorga el premio. Casi nada ¿Qué significa para usted?

Después de tantos años trabajando en este proyecto, es la culminación a un sueño que cada día ampliamos. Estamos muy satisfecho. La acogida ha sido extraordinaria, mayor de la que pensábamos.

Pues al final le conocerán como el César Manrique pitiuso.

Eso no lo puedo ni soñar. Mi órbita es distinta. Manrique es mi ídolo por todo lo que hizo en Lanzarote.

¿Cuánta gente ha pasado por el parque desde que lo inauguró en el verano de 2020?

Cifras concretas no te puedo dar ahora mismo, pero sí te puedo decir que el primer año estuvimos muy contentos, tuvimos muchos visitantes, y eso que lo abrimos en plena pandemia. Al año siguiente doblamos la cantidad. Y en este 2022, en dos meses hemos alcanzado el mismo número de visitantes que en todo el primer año.

¿Y turistas? Dicen que se ha convertido en una visita turística obligada.

Viene mucha gente (alemanes, británicos...) a la que en sus países les han dicho que no se lo pueden perder. Eso nos llena de satisfacción. Ayer [por el jueves 13 de octubre] vino una señora alemana residente en es Cubells a quien su hijo, desde Alemania, le aconsejó que viniera.

Hay turoperadores que han incluido el BiBo en sus rutas.

Y los cruceros. El turoperador TUI ha firmado un acuerdo con National Geographic para realizar una excursión de cuatro horas aquí. Los turistas disfrutarán de un taller de música con el piano vegetal, realizarán experimentos y podrán comer un menú que, probablemente, cocine el restaurante Es Tragón, que tiene una estrella Michelin. Este proyecto está previsto que se lleve a cabo el año 2023. Nosotros tenemos un convenio con Es Tragón: todos los días vienen a buscar plantas aromáticas y autóctonas. En su menú indican que proceden de aquí. Y toda el agua que sirven la recogen aquí, de la máquina que la capta de la atmósfera.

La que acabamos de beber.

Esa. También se llevan aloe vera.

¿Han conseguido rentabilizar este espacio?

De momento no hemos conseguido amortizar la inversión. Pero la previsión es que podamos hacerlo, incluso que consigamos beneficios.

¿Su objetivo principal es obtener esos beneficios o ver su sueño hecho realidad?

Yo soy un empresario y, como tal, mi objetivo es, al menos, equilibrar las cuentas. Eso, que es muy importante, ya lo estamos consiguiendo. La previsión es mucho mejor de la que imaginábamos al principio.

¿Cuánto cuesta mantenerlo?

Mucho. En nuestra plantilla hay 12 personas muy cualificadas. Hay conservadores, biólogos, ambientólogos… Y todos manejan varios idiomas para poder informar en la ruta del parque.

¿Qué ha invertido en el proyecto?

Preferiría no tener que decirlo.

Ya me hizo un Bartleby hace dos años, cuando le entrevisté. Entonces me dijo que si se supiera, sus hijos le incapacitaban.

Seguro que lo harían. Hemos puesto muchísima ilusión, aparte del dinero. El dinero, en este caso, es lo de menos. El esfuerzo que hemos hecho ha sido enorme. Tenemos un comité científico muy potente, con un catedrático de la Universidad de Valencia, con gente de la Universitat de les Illes Balears, además del alma de este proyecto, el biólogo Bartolo Planas.

¿Qué ha cambiado desde su inauguración?

Que se ha hecho grande. Cada año queremos tener una novedad. Tenemos en marcha muchas cosas, como un laberinto. Es posible que en 2023 aún no esté en funcionamiento porque no habrán crecido suficientemente los árboles. Estamos construyendo un palmeral para que desde la zona de la meditación y recogimiento de Platón [bajo sombra], donde hemos logrado bajar la temperatura dos grados, hasta el laberinto haya un camino fresco para los visitantes. Al lado, en la pared, habrá bonsáis y plantas medicinales y aromáticas. Y estamos detrás de crear algo fundamental para este parque: un banco de semillas y un pequeño laboratorio, para los que ya hemos solicitado los permisos burocráticos.

Lo mismo se tira otros 20 años hasta que los consigue.

Esperemos que esta vez vayan más deprisa. Es fundamental tener un banco de semillas para poder ahorrar costes. Ahora se recogen semillas de la costa o de la montaña, que tenemos que mandar fuera para que germinen… Aquí podríamos realizar todo ese proceso.

¿Este parque atrae lo que se llama turismo del bueno?

Yo creo que es turismo de calidad.

Entonces no deberían poner muchos reparos para dar los permisos (modo irónico on).

Esperemos que no, pero en la Administración cada paso es muy lento. La verdad es que ahora nos han acogido muy bien, después de tantos años que creían que esto era algo malo…

Una locura.

Ya se han dado cuenta de que este parque no es una locura.

Empezaron con un fotobiorreactor. ¿Qué otros nuevos experimentos alberga?

Tenemos una biopila, con un biopanel que capta la energía (en julios) generada en cuatro jardineras cuando las plantas realizan la fotosíntesis. Quizás algún día se pueda cargar un móvil con la energía de esa biopila.

¿Se mantendrá abierto todo el año?

Es el objetivo. Este año cerraremos en Navidad y abriremos a finales de enero. Más adelante queremos permanecer abiertos incluso durante esas fiestas.

Inicialmente quería tener 10.000 plantas de 120 especies pitiusas en el BiBo. ¿Cuántas tiene ya?

30.000 y unas 170 especies. Es que en este emplazamiento hay mucha humedad. Y contamos con un conservador que es un fenómeno. Cada año queremos que haya novedades, tanto de experimentos como de plantas. Iremos poco a poco. Sin parar, pero creciendo. Vamos, por ejemplo, a aumentar la finca para tener aún más espacio. Disponemos de cuatro nuevas hectáreas para desarrollarnos, el doble de las que ya hay actualmente.

« TUI ha firmado un acuerdo con National Geographic para una excursión de cuatro horas aquí

¿Qué porcentaje de plantas son pitiusas?

Alrededor del 40% son locales. El 14%, peninsulares. Y el resto, extranjeras.

¿Algún capricho vegetal que no se ha podido dar aún?

Un determinado tipo de palmeras, pero están fuera de nuestro presupuesto.

¿Y de algún endemismo pitiuso?

Bartolo Planas tiene varios en mente, muy complicados, pero que está empeñado en traerlos en el plazo de tres años.

¿Ejemplares de Euphorbia margalidiana?

Ya los conseguimos. Trajimos desde el islote de ses Margalides (con el permiso correspondiente del Govern) cinco ejemplares y murieron cuatro. Pero del que quedó conseguimos descendientes. Se han reproducido y ahora hay muchos en el jardín.

¿Cuál es la estrella del parque?

Quizás la Euphorbia margalidiana. La gente se sorprende al conocerla porque es un endemismo extremo que sólo crece en ese islote. Por eso nos hace tanta falta tener el banco de semillas. Es algo en lo que nos insiste nuestro comité científico. Si queremos desarrollarnos, es necesario. Aunque sea pequeñito.

BiBo como marca. ¿A quién se le ocurrió?

A veces nos llegaban turistas de un crucero procedente de Sicilia que acababan de visitar un botánico en otra parada. El turoperador que trabaja con nosotros nos dijo que en esos casos no repiten visita. Creamos entonces un nombre comercial que además potenciara la vertiente tecnológica. Surgió en un brainstorming.

¿Cuántos kilos de microalgas han cosechado finalmente? Según sus cálculos iniciales, cada 10 días recogerían unos 300 kilos. ¿Se han cumplido?

Con el calor que hubo esta temporada se multiplicó. Tuvimos que cosechar cada tres días. La microalga se come el CO2, y cuando más calor hace más se multiplica. Teníamos que echarles agua para bajar la temperatura.

Tenía proyectado visitar con un submarino la Posidonia oceanica, la única planta local que no puede tener en este jardín.

El próximo año, si la Administración no pone pegas, tendremos un acuascope para verla en una zona estratégica de Sant Antoni. Ya tenemos el ‘submarino’ (de superficie) ‘aparcado’ en nuestro parque de Aloe Vera, en Can Bonet.

¿Han extraído ya sal de la salinera?

Sí, pero muy poca, apenas tres carretillas. Pero por ahí se empieza. Se la regalaremos en unos saquitos a los visitantes de la tercera edad.

Hace dos años hablaba de crear un jardín de bonsáis.

Ya tenemos 19. Y a dos profesores que dan clases todos los domingos para cuidarlos.

¿Se parece ya al jardín monclovita de Felipe González?

Aún no. Me gustaría traer aquí uno de los que cuidó el expresidente del Gobierno. Los he visto en el Jardín Botánico de Madrid. Presentamos allí el BiBo y aproveché la ocasión para solicitar uno de esos bonsáis. Sería un buen aliciente para atraer visitas. Hay uno, una sabina ibicenca, muy curioso. Era de un jubilado alemán que llegó a la isla a finales de los años 70. Se encontró aquí una sabina que, tras un análisis, resultó que tenía mil años de antigüedad: ese ejemplar es el que nos llegó aquí. Tiene un récord Guinness: es el árbol más longevo del mundo en maceta. Ahora se lo han llevado porque, al estar expuesto, debe pasar ahora un año apartado. Al morir el alemán, su viuda entregó su colección de bonsáis a una escuela de Santa Eulària que enseña su cuidado.

¿Y el jardín de coleópteros?

Estudiamos la posibilidad de crear un jardín de coleópteros. Bartolo Planas buscó a un técnico muy reconocido, pero no podía desplazarse hasta aquí. Por falta de asesoramiento lo hemos aparcado momentáneamente. Lo tenemos pendiente.

Ya tiene 67 años, ¿no se jubila?

Todo esto me ilusiona, me llena. Ahora, mi meta para jubilarme son los 75 años.