Cultura. Un 14 de febrero, día de los enamorados, Fanny Tur aprobó las oposiciones a archivera bibliotecaria del Ayuntamiento de Ibiza. Ella quería ser profesora y pensaba que lo de los papeles viejos sería algo temporal. Pero no. Ese examen el Día de San Valentín era premonitorio. La ibicenca, que mañana recibe el Premi Diario de Ibiza a la Promoción Cultural, lleva 35 años en el Arxiu Històric d’Eivissa y Formentera. 35 años muy felices.

Cuando Fanny Tur habla del Arxiu Històric d’Eivissa y Formentera lo hace con el amor de una madre, la pasión de una amante, la ilusión de una adolescente y la complicidad de una vieja amiga. La documentalista, que precisamente este año ha celebrado sus 35 años al frente del que es el archivo civil más importante de Balears, tras el del Regne de Mallorca, en cuanto a documentación medieval, recibirá mañana el Premi Diario de Ibiza a la Promoción Cultural. Que lo suyo con los papeles viejos es una historia de amor ya se venía venir: aprobó las oposiciones un 14 de febrero, día de los enamorados, de 1987, para más señas.

El espacio que ocupa ahora, limpio, luminoso y ordenado, nada tiene que ver con el que se encontró cuando, aprobada la plaza, aterrizó en el viejo Ayuntamiento. Volvía a casa llena de pulgas y de polvo después de pasarse horas tratando de componer las cajas y carpetas que, en aquel momento, componían el Arxiu. Su madre, al verla, se llevaba las manos a la cabeza, rememora. En aquellos tiempos, cuando en el Ayuntamiento de Ibiza hacía falta una caja o una carpeta no había reparos en usar las del Arxiu. Si estaban llenas, daba igual, sacaban los documentos y se las llevaban.

Tur, preparando la exposición del 25 aniversario. | J. A. RIERA

Un archivo «abierto»

Durante todos estos años, en los que interrumpió su labor de archivera por la política, no se ha conformado únicamente con documentar y catalogar tomos, legajos y cualquier otro papel. Ha creado un archivo abierto a cualquiera que sienta interés, ha organizado exposiciones para dar a conocer las joyas que conserva y ha intentado alimentarlo para que creciera. No sólo a través de las donaciones de legados importantes, sino también animando a cualquier persona que conserve fotos, cartas o documentos antiguos a compartirlos con el archivo.

La archivera, con una de las cámaras de seguridad.

No se olvida del Arxiu ni cuando se va de viaje, explica. «Voy caminando y veo una librería de viejo y siempre entro a preguntar si tienen algo de Balears, de las Balearic Islands, por si acaso. Y siempre les digo que si les llega algo, que me avisen», indica. Y más de una vez la han llamado. Eso sí, nunca, jamás, adquiere algo que tenga la sospecha que ha salido de un archivo público. Así, ha encontrado documentos relacionados con Ibiza (mapas, grabados, cartas...) en Sevilla, Cáceres o, incluso, México. Cuando se topa con ellos, no puede evitar preguntarse por qué vicisitudes habrán pasado durante siglos. Así, por ejemplo, ha encontrado mapas antiquísimos o un pergamino de 1522 sobre la compra de un barco por parte de Aldonza Sánchez, esposa de Miguel de Gurrea, lugarteniente general del Regne de Mallorca que se refugió en Ibiza cuando explotó la Guerra de les Germanies. «Ese pergamino que atestigua la compra es una prueba de la corrupción de hace 500 años», indica.

Tur muestra una colección de postales antiguas. | A. BONET

«Tradicionalmente, un archivo como éste, de una institución, se nutre de la documentación de la propia institución, pero es importante rellenar los vacíos que pueda haber», señala. «Los álbumes de fotos de la familia Wallis o Llobet son historia viva de la isla», destaca.

Tur, con documentos sobre violencia contra las mujeres. | JUAN A. RIERA

Tur llegó al Arxiu cuando, en realidad, quería ser profesora. Para eso había estudiado Geografía e Historia. Pero mientras salían las oposiciones para los institutos se presentó a las de archivera bibliotecaria. Y ya no pensó en la docencia nunca más. La romántica idea de tener una librería sí que la conservó mucho más tiempo, explica la responsable del Arxiu, que recibió la noticia de que Diario de Ibiza le había concedido el premio. «Es el primero que me dan y no me lo esperaba para nada», explica la archivera, que destaca la importancia del contenido que acoge la segunda planta de Can Botino, en Dalt Vila. Y su singularidad. Porque el Arxiu es el único de Balears que conserva documentos de dos islas. Y, además, mucha documentación de la época medieval, situación que no se da, por ejemplo, en Menorca, donde prácticamente todo acabó destruido.

« Cuando de viaje, veo una librería de viejo pregunto si tienen algo de Balears, de las Balearic Islands» « Aunque está muy trabajado, aún es posible encontrar sorpresas en los libros y legajos del Arxiu»

El Arxiu guarda aún muchos misterios en su interior. Es posible encontrar, por ejemplo, en un aparentemente aburrido libro de cuentas municipales, una carpetita con los números del teatro, «con los gastos de cómo se impulsó el primer teatro público». «De repente, te llevas una sorpresa», indica. «A pesar de que es un archivo que está muy trabajado aún hay espacio para lo inesperado. Tengo claro que no encontraré un pergamino del siglo XVII, pero en un libro de contabilidad es posible descubrir sorpresas, como me ha pasado», insiste la historiadora, que precisamente entre los legajos que la rodean en su día a día encontró toda la documentación para ‘Epidèmies. Ibiza i Formentera 1799-1930’, el libro que presenta el viernes (Sa Nostra Sala, 20 horas) y cuyo germen se halla en una serie de artículos que publicó en el Dominical de Diario de Ibiza durante los momentos más duros del covid sobre las otras pandemias que habían asolado las Pitiusas.

« La documentación de la Universitat es oficial y la de la Cúria te muestra el día día de la Ibiza de hace siglos» « Los legajos de la Cúria llegaron al Arxiu con restos de cascotes porque se había hundido el techo»

No pocas veces a lo largo de sus jornadas, la archivera piensa en todos los documentos de hace siglos que aún nadie ha explorado a conciencia. Precisamente en estos últimos dos años ha pensado de forma recurrente en lo poco que se pide consultar la documentación sobre sanidad. «Creo que en 35 años no la había pedido nadie. Es una metáfora de lo que nos ha pasado con el covid, que nos sentíamos inviolables», apunta. Únicamente la ha pedido, y no hace mucho, un investigador de Mallorca que preguntó por antiguas campañas de vacunación.

Aunque a la vista parece que está todo perfectamente colocado y catalogado, aún queda trabajo por hacer. Como en todos los archivos. «Una vez, en Simancas, pregunté si aún tenían documentos por catalogar. Me abrieron una puerta y me enseñaron una sala llena de material por clasificar. Es normal, los archivos son depositarios de muchísima documentación», recuerda Fanny Tur, que de vez en cuando reflexiona sobre el material que se pueda haber perdido durante siglos. «Uno de los problemas del Arxiu es que durante muchos años no tuvo un lugar estable. Eran cajas amontonadas que se iban moviendo de un lado a otro. En este sentido, recuerda cómo Mariano Llobet invitó en una ocasión «15 días a su casa a un archivero de Mallorca» para que clasificara los documentos de la Cúria. «Legajos y expedientes judiciales», apunta Tur, que señala que cuando el invitado vio el techo hundido y la situación en la que estaban los documentos «dijo que aquello no valía nada y que lo mejor era quemarlo». Nada de eso. Todo aquello llegó al Arxiu. «Venía con restos de cascotes y todo...», recalca sobre una información que califica de «extraordinaria». «La de la Universitat es muy oficial, pero la de la Cúria te muestra el día a día de la gente de la calle, la vida real de los ibicencos de hace siglos», comenta, abriendo mucho los ojos mientras lanza un hilo suelto, por si alguien lo quiere coger: «El Arxiu no sólo cuenta con material para investigaciones. Es tan rico... Atesora muchísimas historias que servirían para escribir novelas».

«Con tantas vicisitudes es evidente que se habrán perdido cosas, pero es que se han conservado muchísimas», comenta la responsable del archivo, que tiene alma de confesora. Se llevará a la tumba el nombre de las personas que, durante estas más de tres décadas se han acercado a su despacho para devolverle documentos que se habían llevado. Prácticamente en todos los casos, para protegerlos, hace hincapié. «Para mí, el Arxiu es un privilegio y mi pasión», concluye la archivera.