Hace apenas 40 años, las caramelles ibicencas estuvieron a punto de desaparecer. Solo funcionaba una esquadra de caramellers (de tres miembros) en toda la isla, radicada en Santa Eulària, y que debía multiplicarse para actuar en la misma noche de Navidad en el Puig de Missa, en la Catedral de Ibiza e incluso en Sant Antoni. Una tradición que arranca 450 años atrás parecía estar condenada a morir, pero ya in extremis surgieron nuevos cantadors que permitieron crear alguna nueva esquadra. Hoy ya las hay en toda la isla, e incluso los tres componentes que tradicionalmente componen cada grupo se han ampliado hasta cuatro, cinco e incluso siete, como es el caso de la esquadra de Santa Eulària.

Ayer actuó por segunda vez en la iglesia del Puig de Missa después de hacerlo en Nochebuena. La juventud de sus componentes es la demostración de que este elemento cultural (canto autóctono que relata en catalán antiguo el nacimiento y muerte de Jesús, acompañado de los instrumentos tradicionales) tiene, ahora sí, un futuro por delante.

Aitor y Alexis Cuenca, David Monge, Salvador Roig, Marc Marí y Pau Castillo fueron los siete componentes que ayer interpretaron las caramelles ante el altar de la iglesia, ante un numeroso público. El mayor tiene 36 años y el más joven, 23. Curiosamente, figuran tres ingenieros entre ellos: uno aeronáutico, que trabaja en Barcelona, otro industrial y otro agrónomo. «Y también tenemos un chef de primer nivel», se apresuran a añadir.

Muchos de ellos ya estaban en la colla de ball pagès de es Broll, pero, sobre todo, son un grupo de amigos. «Vamos quedando para torrar una sobrasada y, de paso, ensayamos», afirma el presidente de este colectivo, Marc Marí.

Pese a las dificultades por las que han atravesado ses Caramelles (que se cantan en Navidad y en Reyes), «solo se han dejado de cantar un solo año, y fue en la Guerra Civil», añade.