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Portaviones

«Un tirador de precisión busca causar temor psicológico»

Los miembros del 2º Batallón de Infantería de Marina dedican parte de su tiempo a limpiar su armamento

Mientras el 'Juan Carlos I' afronta la tramontana en el Golfo de León, los componentes del 2º Batallón de la Infantería de Marina dedican parte de su tiempo a limpiar su armamento, como los ligeros fusiles G36 E o los morteros y ametralladoras. Lo hacen en la cubierta de ligeros, donde disponen de más espacio. El tirador repasa minuciosamente cada pieza de su fusil de precisión, un formidable Barret M85 A1 que dispara proyectiles de 12,7 milímetros. Son precisos hasta los 1.850 metros. Si una de esas balas impacta en el motor de un vehículo, lo parte en dos, afirma. (Mira aquí todas las fotos del portaviones)

El cabo Navas es observador, el que acompaña al tirador: «El observador es la cabeza; el tirador es el corazón». Asegura que, con la munición multipropósito disparada con un Barret, se puede romper la cadena de un blindado o dejar para el arrastre una antena de comunicaciones. Incluso tumbar un parapeto de arena.

Los tiradores de precisión actuales «recortan 10 o 15 metros el disparo para crear un cono de proyección, que provoca más daño que si se da directamente al objetivo», cuenta Navas, que lleva 15 años como observador: «Olvida la escena del tirador que atina la bala justo en la cabeza de su objetivo. Lo que realmente buscamos es causar temor psicológico». Un solo tirador puede amedrentar a toda una compañía, impedir sus movimientos.

La cubierta de pesados está situada en el fondo del buque, junto a los diques inundables. Allí también se preparan para las operaciones en curso. Los pesados son vehículos blindados y artillados, según la configuración, y portan lanzagranadas y ametralladoras pesadas, que los infantes limpian con esmero. Además de los Pirañas están los vehículos de asalto anfibio, que para llegar a tierra no necesitan ser embarcados en las lanchas LCM 1 E, pues se propulsan solos con sus hidrojets. Al llegar a la playa usan sus cadenas.

El dique del L-61 es peculiar, pues dispone de una pasarela que lo divide en dos a lo largo de su eslora. Facilita el embarque de las tropas en las cuatro LCM 1 E que reposan ahora en seco. Allí huele a pescado, a puerto de mar.

En cuanto se inundan los diques, el 'Juan Carlos I' «caerá ligeramente de popa», por donde saldrán las barcazas rumbo a su misión en Llorc, y el oleaje interior provocará que las lanchas golpeen los laterales. De ahí que esa parte del casco esté reforzada con gruesas maderas de pino de Oregón, que amortiguan los impactos.

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