Hubo un tiempo en que es Bol Nou, la playa cercana a sa Caleta, al pie del poblado fenicio, ni tan siquiera existía. No era más que una orilla aislada, contenida por un inaccesible acantilado de rocas y arcilla roja. Por no tener, ni siquiera contaba con un nombre; o al menos uno que la memoria colectiva haya conservado.

La mejor manera de otear el pasado de es Bol Nou desde el presente es ascender al antiguo campamento militar que se asienta en la península de sa Caleta y atravesar la trinchera que aún se asoma al mar, casi en lo alto del precipicio. Desde allí, a corta distancia de las baterías antiaéreas, se vislumbra una línea continua de acantilado, mellada en un estrecho tramo, que representa el único acceso a la playa.

El topónimo actual constituye un legado de los pescadores de hace casi un siglo, allá por los años veinte. En invierno salían de sa Caleta a pescar gerret d´artet, sistema tradicional que consiste en lanzar una red con la que se cerca el pescado, izándolo después y arrojándolo sobre la cubierta del llaüt. Resulta un arte tan delicado que estos pequeños y sabrosos pescados azules (caramel, en castellano) quedan intactos dando botes en la cubierta.

La zona de pesca habitual, en aquellos años, se situaba frente a la playa de es Jondal. Un año, sin embargo, el pescado se trasladó bajo el acantilado almagre de aquella playa aislada y los marineros lo siguieron. Ese rincón nuevo donde encerraban el gerret y lo cercaban con la malla -el bol, como ellos lo denominan-, fue bautizado como es Bol Nou y así se quedó. Un recuerdo que le viene por herencia a José Cardona, Pepín Pujolet, hijo de un pescador vecino -inventor del famoso café caleta cuando servía en el ejército-, además de propietario junto a su familia del restaurante que aguarda a la entrada de la playa.Higueras

HiguerasPepín, que tiene una memoria prodigiosa, dice que antaño, en la zona donde hoy se asienta el parking del restaurante, existía, además de una plantación de higueras, naranjos y otros frutales, un conjunto de parcelas donde se sembraban huertos junto al cauce del torrente que desemboca entre los varaderos de sa Caleta. Se cree que fueron los árabes quienes, en tiempos medievales, construyeron una acequia que derivaba el agua de lluvia que arrastraba el torrente hacia estos cultivos, así como una noria y un aljibe. Para eliminar el caudal sobrante horadaron el acantilado de es Bol Nou, donde acabó formándose una grieta. De muchacho, Pepín y otros vecinos de la zona lograban colarse por ella hasta la orilla solitaria de es Bol Nou, gateando por las ramas de una sabina enorme y el tronco de una higuera que crecían junto al hueco.

Así de aislado permaneció esta enclave hasta que, en 1980, un valenciano logró una concesión de Costas para construir un chiringuito en el extremo rocoso de la izquierda de la cala. El acantilado, entonces, fue recortado por una excavadora, que además adaptó la rampa que aún hoy desciende hasta el mar. Durante la temporada, es Bol Nou se llena de bañistas de todas partes, que disfrutan de la arena fina y el agua cristalina, sin sospechar siquiera que chapotean en la playa más reciente de Ibiza.