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Coses nostres

La 'baldufa' ibicenca

La caracola conocida como ´baldufa´ se encuentra en la lista de especies protegidas de Balears, aunque su estado de conservación es favorable

La 'baldufa' ibicencaCAT

En fondos rocosos, en el coralígeno, en las praderas de posidonia y en bosques de algas en suelos arenosos, el molusco que en las islas se conoce como baldufa es un habitante frecuente y todo terreno. Y aunque, teóricamente, puede encontrarse en profundidades que abarcan un amplio margen desde los tres a los cien metros, lo cierto es que es más escasa en los primeros tramos.

La particularidad de que tal especie cuente con un nombre popular ya indica que esta caracola es familiar y cercana y es probable que antaño fuera más abundante en la costa, a menor profundidad.

Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la fauna del mar Mediterráneo, y de todos los mares, cuenta, como mucho, con un nombre científico con el que identificarla, pero sólo a las especies más comunes, más próximas, litorales o con interés pesquero se les aplica un nombre popular. Y, en este caso, la especie Astraea (o Bolma) rugosa es conocida como baldufa rugosa por su compacto aspecto y su tamaño de peonza, de aquellas clásicas peonzas de madera que giran sobre su punta de hierro y que en las islas (y en buena parte del territorio de habla catalana) son baldufes.

Opérculos u ´ojos de Santa Lucía´. Foto: CAT

El nombre de rugosa de la especie se debe, evidentemente, a las asperezas de su concha, que además suele estar recubierta de algas y de multitud de organismos incrustantes como gusanos tubícolas y algunos pequeños moluscos. Su color original es marrón y gris verdoso. Y su nombre en castellano también es peonza rugosa.

Astraea rugosa es una caracola más ancha que larga (unos cinco centímetros de altura y ocho de base) que en Balears figura en la lista de especies marinas protegidas, aunque se especifica que su estado de conservación es favorable. La normativa que protege a esta especie es el decreto 26/2015 que regula el marisqueo profesional y recreativo en las islas. Esta ley, que ofrece las indicaciones necesarias para la captura de moluscos, erizos (y otros equinodermos), crustáceos y algunos otros invertebrados establece una lista de doce especies cuya pesca está prohibida en cualquier circunstancia. En ella se encuentran la baldufa rugosa, las dos especies de nacras, el dátil de mar, el tritón marino, el pulpo moteado (pop trobiguera), el centollo mediterráneo, la ostra roja, tres especies de caracolas porcelana y el erizo de púas largas.

A pesar de ello, es una de las especies que suelen verse, como daños colaterales, en las redes de los arrastreros cuando llegan al muelle. Lo que apunta, asimismo, a que se trata de un molusco relativamente abundante a cierta profundidad. De hecho, los dos ejemplares de la imagen son las conchas de animales que murieron en redes de pesca de bou.

Esta especie, presente en todo el Mediterráneo y que ya existía y era abundante en el Plioceno y el Pleistoceno, es conocida por muchos por el botón espiral y calcáreo que construye como puerta de entrada a su concha y que se trata de una pieza apreciada en joyería y como amuleto; se han hallado montones de estas pequeñas placas, que son opérculos, incluso en ánforas romanas en las que tal vez eran transportadas para su comercio. Los opérculos de la baldufa, que pueden encontrarse con facilidad en playas de Ibiza y Formentera, son conocidos como ´ojos de Santa Lucía´ y, tradicionalmente, se han considerado remedio eficaz contra orzuelos y hasta para el mal de ojo. Hay quienes los han usado de amuleto, considerándolos adecuados para el amor y la felicidad y, de modo más prosaico, había niños que los empleaban como fingidas monedas para apostar en la terraza del bar Pereira mientras sus abuelos y padres, que les habían enseñado cómo hacerlo, se jugaban dinero real en las timbas del interior.

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