Viento del noroeste de 25 kilómetros por hora, 20 grados de temperatura, ausencia de lluvia. Las condiciones ideales para celebrar el Día del Pedal, un clásico en el calendario pitiuso de carácter más social que deportivo, pues no se trata de llegar el primero a meta, sino de que los vehículos sobre dos ruedas sin motor se apoderen de una ciudad donde escasean los carriles para bicicletas y algunos de los que hay son de risa.

A la XXXI edición de esta jornada se apuntaron 1.346 personas, 127 más (un 10% más) que hace un año, cuando se inscribieron 1.219. Del total, 128 participaron en la carrera para los más pequeños, que discurrió a lo largo de un tramo de 800 metros y que comenzó en el exiguo (por no decir ridículo) carril bici del paseo Abel Matutes Juan, paradigma de la política de movilidad que se ha desarrollado en Eivissa desde hace lustros.

No obstante, Juan José Hinojo, edil de Movilidad del Ayuntamiento, confía en que la ciudad sume otros 1.300 metros (que no es mucho, pero menos da una piedra) antes de acabar el año, cuando se adjudiquen las obras del vial que enlazará Vila con Sant Jordi. Hinojo espera que esas obras se inicien en 2018. También cree que «antes de acabar este mandato» se licitará una parte de la conversión del primer cinturón de ronda en una vía urbana, de manera que deje de partir la ciudad en dos. En principio, esa intervención en la E-10 conllevaría la creación de un carril para bicicletas, pero no hay que olvidar que no es la primera vez que muchos proyectos de carreteras (los de la autovía de Sant Antoni, sin ir mas lejos) incluían inicialmente ese espacio dedicado a velocípedos, pero que tras las presentaciones de rigor a los medios de comunicación, eran borrados con nocturnidad y alevosía.