En la maternidad y paternidad, algunas de las cuestiones naturales de la etapa de nuestros hijos (rabietas, celos o miedos), nos frustran y podemos vernos desbordados. Sintiéndonos perdidos y sin apoyo al que nosotros agarrarnos, ¿os pasa esto? También a veces ocurre en las aulas y los comportamientos entendidos como negativos desbordan a los docentes. Pues bien, para solventar esto, necesitamos no solo funcionar en casa o en la escuela como equipo, sino como un buen equipo, es decir, trabajar de la manera correcta y efectiva.

Y por ello subscribo la opinión de la pedagoga Belén Alvite, cuando dice: «Para educar bien a un niño no hace falta una tribu, hace falta una buena tribu». Lo expresaba hace unos días en el ciclo ´Parlant d´Educació´, organizado por Pitiüses per l´Acord Educatiu. Resaltaba también la importancia de que la familia se vea convocada y participe de la escuela. Porque ambos, tanto vosotros, las familias, como la escuela, sois los principales agentes educativos de todo niño. Y no deberíamos entender estos dos agentes por separado, sino unidos en un mismo equipo.

Y un mismo equipo requiere no solo que trabajen juntos, sino que ambos entiendan de la misma manera, cómo ocurre el desarrollo y el aprendizaje para emplear las mismas estrategias y herramientas. Y digo esto porque no siempre sabemos cómo actuar ante los comportamientos de rabietas, berrinches, trastadas, celos, malas contestaciones, etc. o porque vemos que las maneras que conocemos para actuar (castigos, silla de pensar, ignorar, gritar, etc.) no son efectivas. Esto ocurre porque desconocemos cómo funciona una de las partes más importantes del cuerpo, y la responsable de dichas acciones, el cerebro.Quiénes somos y cómo actuamos

El cerebro determina en gran parte quiénes somos y cómo actuamos, pero, al mismo tiempo, el cerebro está moldeado por las experiencias que vive cada niño. Por lo que según cómo ejerzamos la paternidad-maternidad ( o la docencia) y cómo sean las experiencias que ofrezcamos a nuestros hijos ( o alumnos), la respuesta del cerebro será diferente. Por eso, conocer su funcionamiento nos ayudará a criar y educar, desde la comprensión, con paciencia y una disciplina positiva, potenciando a niños tranquilos y seguros de sí mismos.

Hablar del funcionamiento del cerebro, es hablar de la necesidad de emplear un cerebro pleno. Esto quiere decir que el cerebro pueda funcionar de forma coordinada, integrando todas las partes que lo forman. Y si conocemos cómo funciona la mente, podremos entender mejor a nuestro hijo y podremos responder a sus necesidades y comportamientos de forma más eficaz. Así, no solo sabremos responder ante las rabietas o trastadas, sino que estaremos desarrollando una base sólida, para su salud mental, social y emocional. Y, ¿qué es lo primero que debemos saber del funcionamiento del cerebro? ¿Cómo entendemos por qué nuestros hijos se equivocan, son presos de rabietas, caprichos o emociones como los celos o el miedo? El cerebro podemos dividirlo en cuatro partes: hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, así como en cerebro superior e inferior. Hablar de integración para conseguir un cerebro pleno, es hablar de que la diferentes partes trabajen conjuntamente. De manera que hablamos de que el cerebro esté integrado horizontalmente, permitiendo que ambos hemisferios, derecho e izquierdo, conecten. E integrado verticalmente, de manera que las partes situadas físicamente en la zona superior del cerebro trabajen en sintonía con las partes inferiores.

Orden, lógica y lingüística

El hemisferio o cerebro izquierdo es aquella parte del cerebro que se encarga del orden, la lógica y la lingüística. Es lineal, le gusta colocar las cosas según un orden o secuencia, así como le gustan las palabras. Sin embargo, el hemisferio derecho tiene un carácter holístico y emocional. Le gusta las expresiones faciales, el contacto visual, los gestos, en definitiva la comunicación no verbal. No se centra en detalles o en un orden, sino en una visión general y le da mucha importancia a las emociones y a los recuerdos.

Dentro de las etapas del desarrollo, tenemos que saber que en los niños pequeños existe una predominancia del hemisferio derecho, especialmente hasta los 3 años. Aún no controlan la capacidad lógica y las palabras, no saben cómo expresar lo que sienten y cada experiencia, para ellos, solo existe en el presente, así como aún no entienden de responsabilidades.

Verás que tu hijo comienza a utilizar el hemisferio izquierdo, cuando empieza a preguntar ´¿por qué?´, puesto que al hemisferio izquierdo le gusta conocer las relaciones lineales de causa-efecto de las cosas y expresarlo verbalmente.

Por otra parte, el cerebro, visto de abajo a arriba, consta del llamado cerebro inferior. Este es el encargado de funciones básicas como la respiración o el parpadeo, de las reacciones innatas y de los impulsos y emociones fuertes, como la ira y el miedo. Se conoce como el cerebro primitivo, mientras que el superior está más evolucionado y permite una percepción más amplia del mundo. Será el encargado de acciones que desarrollarán nuestros hijos, como la toma de decisiones o la planificación sensata, el control del cuerpo y de las emociones, la conciencia de uno mismo, la empatía y el sentido de la ética. Si el cerebro superior trabaja en consonancia con el inferior, el niño podrá controlar sus impulsos, pensar antes de actuar, y controlar las reacciones extremas. En cuanto a estas dos partes del cerebro y el desarrollo, debemos saber que el cerebro inferior está desarrollado al nacer, pero el cerebro superior no alcanza la madurez hasta bien pasados los veinte años.

Concluyendo, debemos entender que el cerebro de nuestros hijos se está formando, que están aprendiendo y sus comportamientos son fruto de una experiencia, una madurez y aprendizaje en desarrollo. Esto ha de permitirnos mantener la calma, tener paciencia y comprender la importancia de que debemos ser nosotros, quienes les ayudemos a manejar y guiar sus comportamiento y acciones, sin esperar que ellos solos sean capaces de hacerlo.