Desde que la avalancha creciente de vehículos, agravada desde hace meses por el corte del acceso a Jesús, colapsa el tráfico de Ca na Negreta, los conductores que cruzan el puente del segundo cinturón de ronda en dirección a Santa Eulària caen como moscas en el tapón que alcanza hasta lo alto de esta atalaya de hormigón, si no antes. La interminable fila de coches que se vislumbra al frente invita a cualquiera a echar la vista al paisaje. Este momento de pausa permite observar las dos grúas de construcción que casi coronan ya la poblada montaña de villas de Jesús, un símbolo más del desbocado desarrollo de la isla y que, para muchos, explica en parte las causas del fastidioso atasco.

Aún no hay turistas en la costa ni vehículos de alquiler sobre el asfalto, pero la imagen que se ve a través de la luna del coche, en pleno atasco, es más propia de julio que de abril. Las obras de la travesía de Jesús han incrementado considerablemente el colapso en este tramo, el cuarto más transitado de la red viaria, con una media de 30.357 vehículos al día (42.755 en agosto de 2012), por detrás de la autovía del aeropuerto (una intensidad media de tráfico de 43.043 coches y camiones), del segundo cinturón de ronda (41.680) y la salida de Vila por la autovía de Sant Antoni (33.387).

La rotonda improvisada instalada para canalizar el tráfico de entrada y salida hacia Jesús por una vía alternativa provoca retenciones de tráfico. Foto: V. Marí

Por culpa de las obras de Jesús, para atravesar un tramo de algo más de tres kilómetros, desde la salida de Vila hasta el polígono de Can Clavos, se necesitan ahora mismo al menos diez minutos, al ritmo de un atleta keniano en pleno esfuerzo en una maratón. En el peor de los casos, en hora punta, la demora puede alcanzar los 20 minutos: el mismo tiempo que tardarán en cubrir el mismo recorrido buena parte de los corredores populares que participarán hoy en la Cursa Passeig a Passeig.

«Mucho peor» la llegada a Vila

Los usuarios de la carretera consultados por este diario coinciden, no obstante, en que es «mucho peor» la entrada a Vila que la salida, sobre todo a primera hora de la mañana, coincidiendo con el inicio de la jornada escolar y laboral. Todo el tráfico del norte de la isla causa tal colapso en Ca na Negreta, fundamentalmente en el nudo que conecta con Santa Gertrudis, que la cola de vehículos puede llegar hasta el bar Can Beya (a dos kilómetros del cruce hacia Sant Miquel), según Jaume Tur, conductor de la empresa de transporte HF Vilás (ahora en manos de Sagalés) que conduce un autobús que cubre la línea Eivissa-Santa Eulària.

Con 25 años de experiencia al volante de un autobús, Jaume Tur considera «insostenible» la situación actual. En hora punta (puntualiza que «casi todas son horas punta») el atasco puede ser de entre 15 y 20 minutos, lo que provoca «algunas quejas» de los usuarios y «cierto estrés» a los conductores.

Hace ocho años, el Consell encargó un estudio técnico para tratar de desatascar el tapón de Ca na Negreta. En diciembre de 2010, ya había quórum, tras un proceso de participación ciudadana, en torno a un proyecto: el llamado triángulo de Jesús, consistente en una variante de cuatro carriles que sorteará por el oeste Ca na Negreta, hasta el cruce de Can Clavos, y un segundo acceso a Jesús. Han pasado tres gobiernos distintos y, tras el atasco administrativo en su tramitación, el Consell sostiene que se ha entrado «en la recta final», tras superar, además, la polémica consulta popular de febrero: el 83% de los encuestados se manifestó a favor del proyecto. Ahora mismo el Consell ya cuenta con todos los informes externos favorables para aprobarlo en el pleno de este mes (ver página 3 de la sección de Local) y confía en que este año se puedan adjudicar las obras, con un plazo de ejecución de 18 meses.

La consellera de Territorio, Pepa Marí, considera «un error» que el anterior gobierno del PP decidiera empezar el proyecto con las obras de la travesía de Jesús (una intervención complementaria consistente en la reconversión del acceso a esta población, ahora cerrado, en una vía urbana), que es lo que ha agravado el colapso de Ca na Negreta, mucho antes de la llegada de los turistas. Marí prevé que en este mes o a principios de mayo se acabe la primera fase de esta obra y se pueda reabrir la carretera. La finalización del resto «se replanteará tras el verano».

Rutas alternativas para sortear el tapón

Cada vez son más los taxistas que, a petición de sus clientes, utilizan vías alternativas para evitar el colapso, según Antoni Roig, presidente de la Asociación de Taxistas de Santa Eulària. Un servicio entre Vila y Santa Eulària, que en condiciones normales se debería cubrir en 20 minutos, puede durar ahora más del doble, entre «40 y 45 minutos». La ruta más empleada es la carretera vieja de Santa Eulària, cuyo recorrido, pese a ser «más estrecho y sinuoso», tiene la misma distancia que la vía principal, por lo que «no supone un sobrecoste en la carrera». Sí cuesta algo más dar la vuelta por Sant Rafel (entre cinco y 10 euros más) para sortear el cuello de botella de Ca na Negreta. «A veces los clientes prefieren este rodeo que estar parados», apunta. «Hace dos años estas alternativas [la carretera vieja de Santa Eulària] no se conocían», añade. Otra opción es la carretera que enlaza Cala Llonga con Jesús.

Cansada de quedar atrapada en Ca na Negreta, Nieves García, residente en Santa Eulària, optó hace poco más de un año por bajar a Ibiza por la carretera vieja. Después de «sufrir» retenciones de más de 20 minutos en Ca na Negreta, García descubrió el placer de bajar a Vila por una vía despejada sin apenas tráfico. Primero, la usó todos los días de mayo a octubre, pero este año, tras el cierre del acceso a Jesús, también se ha visto obligada a emplearla en invierno, aunque solo para ir a Vila. Como ella, cada día son más los que circulan por esta vía. «Antes te encontrabas algún coche, pero ahora puedes circular por delante o detrás de cinco o seis», explica. El presidente de los taxistas de Santa Eulària también ha constatado que cada vez «hay más trafico» por esta ruta.

El presidente de la Asociación de Transportistas de la Pimeef, Joan Bufí, considera «desesperante» la situación y advierte del «perjuicio» que ocasionan a su sector las largas retenciones. «Lo que más vale es el tiempo. Las horas que se pierden en la carretera no se cobran», señala.

Ca na Negreta, el cuello de la botella, es una zona industrial intercalada con bloques de pisos y viviendas unifamiliares que abarca algo más de un kilómetro de extensión. No hay aceras, papeleras ni mucho menos bancos. José Egea, que en noviembre cumplirá 100 años, se sienta al atardecer en el muro del aparcamiento de una tienda de muebles desde donde observa el incensante paso de coches. Arrastra problemas en una pierna, que le recuerdan sus años de duro trabajo «en la mina». Con la ayuda de un bastón pasea cada tarde por el arcén de la carretera. Dice que no le da miedo. «Si lo tuviera, no haría nada», asevera, aunque al mismo tiempo elude hacerse el valiente: «No cruzo la carretera». Para hacerlo, con seguridad, tendría que caminar, dando la espalda a los coches, algo más de 300 metros hasta el semáforo.

Es el recorrido que también tiene que hacer «entre cuatro y seis veces al día» para coger el autobús Fátima Ezzohra, junto a sus gemelas de ocho años y la pequeña de la familia, de cuatro, a las que protege con sus brazos mientras caminan al unísono a paso casi de tortuga por el margen de esta vía, que, lamenta, es «peligrosa».

Uno de los vecinos más antiguos de Ca na Negreta es Mariano Torres, del Bar sa Barda, de 65 años, quien ha vivido «toda la vida» en el barrio. Por ello, dice estar «acostumbrado» al tráfico, aunque tiene mucho mejor recuerdo de la época en que el trasiego de vehículos «no causaba las molestias de ahora». «Siempre ha habido y habrá colas porque por aquí pasa la mitad de Ibiza».

No le gusta nada, y así lo repite varias veces, que el trazado de la variante proyectada por el Consell se sitúe a solo 25 metros de distancia de las casas. «No se tendría que perjudicar a la gente de esta manera», destaca, para acto seguido añadir: «No haré como se hizo en Sant Rafel y otros sitios lo de ponerme frente a las máquinas», en referencia a las protestas en contra de las autovías.

Algunos negocios se resienten

Luis Mariano Torres, de la Asociación de Vecinos Es Burell, que aglutina todos los barrios que rodean Ca na Negreta, destaca que los negocios de la zona se están viendo afectados negativamente por el colapso del tráfico. Él mismo lo ha notado en el vivero de plantas que regenta. «Algo se nota desde que hay tantas colas de coches. Se dice [por parte de los empresarios de otros negocios] que no viene tanta gente», afirma.

Carmen Boned y Fina Costa, que trabajan desde hace 10 y seis años, respectivamente, en una tienda de muebles, explican que los clientes «se quejan» por las colas y admiten que quizás sí ha bajado «un poco» la entrada de gente. «En verano ya hace años que es casi imposible llegar», indican.

En cambio, la galería de arte no ha notado diferencias, aunque hay que tener en cuenta que su actividad se desarrolla sobre todo en verano, cuando el tráfico es «un infierno», según Ramón Marín e Isabel Torres.

Loic Manuel Amstutz, que trabaja en una tienda de decoración que lleva un año en el barrio, califica de «catastrófico» el embotellamiento del tráfico, que, dice, «no es nada bueno para el negocio». Pero no todo es malo, según como se mire. «Al menos el atasco permite que la gente se fije en el escaparate», se explica. Este trabajador reside cerca del edificio de la ITV y ha tardado hasta 30 minutos para llegar a su tienda en coche, cuando en bicicleta necesita «10 minutos». Antes que tragar humo y estar parado prefiere dar un rodeo por la carretera que conduce a Sant Rafel, «disfrutando del paisaje», y desviarse por un camino que conduce al Bar Can Toni. Tal como está el panorama, dice tener «miedo» con lo que pueda pasar en julio.

Amstutz, que es suizo, lamenta que en la isla no haya un servicio adecuado de transporte público como alternativa al coche. Precisamente, esta es la misma queja que lanza el presidente del Grup d´Estudis de la Naturalesa (GEN), Joan Carles Palerm, que se opone a la ampliación de la carretera. En este caso, asume que la gente esté «muy enfadada» con los atascos y que «se tire encima» de los ecologistas cuando estos se posicionan en contra del proyecto. El problema, dice, ha aumentado como una bola de nieve que se ha hecho «demasiado grande» en los últimos años («el crecimiento del polígono de Ca na Palava hace tres años ha agravado la situación»), e insiste en que la mejor solución pasa por distribuir el tráfico por vías secundarias y sobre todo por reducir el número de vehículos privados. Para ello, coincide con Amstutz, hace falta dar un cambio radical a las condiciones del transporte público.