La víctimas de la violencia machista suman agresiones: «Físicas, psicológicas, sexuales, económicas, simbólicas...». La violencia machista lo que hace es restar: «Resta libertad, resta justicia, resta equidad e igualdad, resta democracia...». Así lo denunció ayer la Associació de Dones Progressistes d´Ibiza en el manifiesto que leyó su presidenta, Beatriz Torreblanca, durante el acto que puso fin a la conmemoración en la isla del Día Mundial contra la Violencia Machista. Torreblanca calificó de «aciago» el verano debido, principalmente, a «las carencias y deficiencias» del juzgado de violencia contra la mujer «que quedaron demoledora y dolorosamente patentes en la no tramitación de las denuncias de Sara Calleja», denunció.

No fue la única referencia a Calleja, que se suicidó incapaz de soportar más el acoso al que la sometía su maltratador. Obras suyas, proyectadas en la estatua, acompañaron la voz de su propia hija, Andrea: «Mi mamá me dio la vida con todo su amor. Se llamaba Sara y tenía un corazón precioso. Mi madre es una de esas víctimas que no se cuentan en las estadísticas». Andrea recordó «todo el miedo y el dolor» que vivió su madre en sus últimos días. «Creía que si ella no lo hacía, él lo haría. De alguna manera él lo hizo. Nunca hubiese pasado si la hubiera dejado en paz», señaló antes de dirigirse directamente a los agresores: «Si no las matáis vosotros se matan ellas aterrorizadas». «Lloro por cada una de vosotras y como mujer lucharé siempre por vuestra memoria. No hay derecho. Hay que ser muy valiente para denunciar a un cobarde», indicó. «Muchas gracias mamá por haberme dado tanto amor siempre. Luchamos por ti y se hará justicia. Me faltas tanto que no hay palabras para explicarlo», concluyó.

Lágrimas y pánico

Buena parte de las más de cien personas (entre ellos una nutrida representación de la clase política) que acudieron al acto estaban llorando. Lágrimas que comenzaron con otro testimonio, el de otra Andrea, que huyó de Portugal para huir de las palizas del que durante diez años fue su pareja. «Siempre perdía en cualquier diálogo y empecé a callarme», señaló Andrea, que un día se encontró «en el suelo» con las manos de él en su cuello. «Por primera vez sentí miedo, pánico», confesó Andrea, a quien su maltratador sigue buscando en las redes sociales.

«La responsabilidad de encontrar esta salida no es solo de las mujeres que sufren violencia, ha de ser una responsabilidad compartida, asumida por una sociedad comprometida y solidaria», continuó Torreblanca. Frente a ella, 48 pares de zapatos rojos. Uno por cada fallecida este año a manos de quien se supone que la quería.

La presidenta denunció también que a estas mujeres, a la hora de denunciar, no solo las paraliza el miedo a su agresor, sino también «a no ser apoyadas por su entorno» y la «desconfianza en el sistema y en la protección» que puede ofrecerles: «Eso debería avergonzarnos y ponernos en acción». Torreblanca reflexionó que antes de animar a las mujeres a denunciar a sus agresores la sociedad debería hacerse ciertas preguntas: «¿Va a haber alguien al otro lado? ¿Vamos a responder de manera adecuada a sus llamadas de auxilio? ¿Vamos a asumir nuestras responsabilidades y a poner todos los recursos posibles para su atención, protección y apoyo?». Y añadió: «Cada mujer que encuentre la fuerza y energía para superarlo tiene que saber que estamos a su lado». «No podemos permitir que lo que le sucedió a Sara vuelva a ocurrir», insistió.

La asociación destacó en su manifiesto que la violencia machista no se soluciona con «una apropiada respuesta judicial, policial o asistencial a las víctimas», sino que hay que preguntarse qué pasa y por qué ocurre. La respuesta está en el entorno: «No nos engañemos. Vivimos en una sociedad patriarcal, sexista, machista, androcéntrica, heteronormativa, en algunos casos misógina y homófoba... ¿Y nos sorprende contar una asesinada por violencia machista a la semana? ¿Nos extraña el gran número de denuncias? ¿Nos exalta el gran número de las que no denuncian?».

Torreblanca apeló al feminismo y la coeducación como las mejores vías para erradicar y prevenir la violencia de género: «Necesitamos urgentemente acabar con una educación sentimental y afectiva diferenciada entre hombres y mujeres que coloca a unas en posiciones de sumisión y de ´ser para otros´ y a los otros en posiciones de dominio y control. Necesitamos eliminar unos valores que perpetúan las jerarquías sociales en función del sexo». En este sentido, la presidenta de la asociación animó a todas las mujeres a preguntarse qué están dispuestas a hacer para conseguirlo, qué van a hacer, qué responsabilidades están dispuestas a asumir y si van a ser parte activa del cambio. A todas ellas las animó a sumar: «¡Sumemos libertad! ¡Sumemos justicia! ¡Sumemos equidad e igualdad! ¡Sumemos democracia! ¡No más violencia hacia las mujeres! ¡Nos queremos vivas y libres!».