El mítico Alfredo Fiorito mezcla vinilos de house de finales de los ochenta. La música impacta contra las ruinas, golpea la vegetación que invade esta discoteca abandonada en una montaña de Sant Josep como los restos del paraíso prefabricado que no pudo ser. No hay público y esa ausencia desasosegante crece con el volumen de la música que pincha el dj, ajeno a todo lo demás, concentrado solo en sus viejos discos. ¿Quién ha colocado a este disc jockey, una leyenda de la noche ibicenca de los 80 y 90, en mitad de la nada, en el esqueleto abandonado del Festival Club, invadido de silencio y soledad lo que se proyectó como un templo de la diversión para miles de personas? ¿Quién ha ideado esta escena desconcertante y la ha filmado? La joven artista ibicenca Irene de Andrés (Cala de Bou, 1986), que ahonda con esta videoinstalación en su proyecto de investigación sobre cinco discotecas abandonadas de Ibiza titulado ´Donde nada ocurre´ e insta a una reflexión que despliega tantas facetas que es inagotable. Las discotecas elegidas, mitos que han desaparecido dejando un rastro de desolación o, simplemente, nada, son Idea, Festival Club, Heaven, Toromar y Glory´s. Las dos primeras protagonizan sendas exposiciones abiertas de forma simultánea en el Casal Solleric (Palma) y en La Casa Encendida (Madrid).

El paraíso prefabricado, la sociedad de consumo, la voracidad del turismo sobre la naturaleza, que al final se impone sobre las modas fugaces y caprichosas del ser humano: al fin y al cabo una criatura frágil y pasajera condenada a desaparecer en breve; el desquiciamiento de una sociedad desnortada que hace del hedonismo y la diversión artificial y preestablecida (en absoluto fruto de una decisión libre) una forma de vida vacía, una existencia anodina y gris que no deja más huella que ese terrible impacto del hormigón sobre un paisaje idílico. El paraíso entonces es la alienación; y el paraíso abandonado es la ausencia de esos miles de jóvenes que buscaron la felicidad en la fiesta nocturna, en la evasión, en la música y la fusión en una masa humana sin contornos ni identidad.

Pero aún hay más. Quienes diseñaron este negocio para su propio beneficio, los que inventaron estos templos de la diversión con el fin de forrarse, a costa de sepultar bajo el cemento una montaña en una zona virgen y en sí misma paradisiaca. Los especuladores que idean los paraísos como espejismos y cuyo único móvil es el dinero; y miles de turistas caen en la trampa convencidos de que esa es la vía hacia la auténtica felicidad. El resultado es este vacío, físico como el de las discotecas abandonadas, pero también existencial. Las ruinas del Festival Club son, en fin, la evidencia de un gigantesco engaño.

La Casa Encendida, centro social y cultural perteneciente a la Obra Social Caja Madrid, muestra esta videoinstalación de De Andrés dentro de la exposición ´Generación 2013´, en la que participan los diez seleccionados de entre los más de mil que se presentaron al certamen. El programa Generaciones, destinado a descubrir artistas jóvenes e impulsar su carrera, es una referencia del arte emergente español y europeo, un escaparate de la creación contemporánea del país. El jurado de Generación 2013 avala la solvencia y el talento de los artistas seleccionados: João Fernandes, subdirector de Conservación, Investigación y Difusión del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; Javier Montes, escritor y crítico de arte, y Glòria Picazo, directora del Centre d´Art la Panera.

Sesión fantasmal de house

La videoinstalación de La Casa Encendida incluye el vídeo de la sesión fantasmal de house del dj, fotos, periódicos y documentación y está dedicada al Festival Club, una gran sala de fiestas al aire libre (tenía bares, restaurantes, varias pistas de baile, un enorme teatro para espectáculos y hasta plaza de toros para capeas) que abrió en 1969 y solo funcionó cinco años. Irene De Andrés no eliminaría estas ruinas: «Yo lo conservaría cual coliseo [de hecho tiene esa forma], reflejo de nuestra historia, y que la naturaleza siga su curso», explica.

De Andrés expone en el Casal Solleric de Palma hasta el 9 de abril la instalación ´Idea. Donde nada ocurre´, dedicada a la discoteca de este nombre: una enorme mole inacabada que permaneció en primera línea del paseo de Sant Antoni durante 24 años hasta que finalmente se demolió en 2011. En este caso, la exposición consta de fotografías intervenidas, noticias de prensa sacadas de Diario de Ibiza, una escultura que recrea una de las enormes pirámides de metal que formaban la estructura de la cubierta, un vídeo que rememora la historia del edificio; una proyección de la techumbre poligonal de la discoteca que parece flotar sobre una pared cerca de una mesa que no es mesa, sino la representación a escala del vacío que dejó la estructura en el solar cuando la demolieron; un periódico -un Diario de Ibiza- realizado a partir de noticias publicadas en este rotativo referidas a esas cinco grandes discotecas de la isla que contribuyeron a construir el imaginario mítico de Ibiza y sus locales nocturnos como meca de la diversión y la juventud, pero que hace tiempo que desaparecieron.

Un periódico de verdad-mentira

Irene de Andrés ha hecho un periódico de verdad y de mentira a la vez: seleccionó noticias publicadas en Diario de Ibiza desde 1969, escribió los textos de la portada y la contraportada y diseñó el periódico, que tiene la cabecera de Es Diari y se imprimió en su rotativa; las páginas interiores reflejan de forma sorprendente el paso del tiempo y la radical transformación que ha sufrido la sociedad no solo isleña sino española en estos 40 años, así como su cambio de mentalidad, cultural, económico o político, ya que la artista ha colocado las páginas tal cual se publicaron en su día, sin ninguna intervención. La propia maquetación del periódico muestra esta evolución.

Las lecturas posibles de esta obra-periódico son ilimitadas: dependen de cada espectador, que completa la obra en función de sus propias inquietudes e intereses. Este diario ideado por De Andrés es un puntal del proyecto ´Donde nada ocurre´ y está también presente en La Casa Encendida para que los asistentes lo consulten y conozcan el pasado de esos templos de la noche que ya no existen más que en las hemerotecas y en el recuerdo de algunos.

La muestra del Casal Solleric invita a reflexionar sobre ese doble vacío: el edificio del Idea nunca se acabó y tras su demolición ha desaparecido por completo.

Irene de Andrés reivindica la necesidad de pararse en un mundo donde todo sucede muy deprisa y pensar: observarlo desde fuera y cuestionarlo todo. Así, estas ruinas donde el tiempo se ha detenido «tal vez nos hablen mejor de lo que somos, o mejor, de lo que dejamos de ser en un intento por convertirnos en algo que nunca fuimos aunque, víctimas de la ingenuidad, jugamos a ser durante mucho tiempo, tal vez demasiado», escribe el crítico de arte y comisario Alberto Sánchez Balmisa en el catálogo de Generaciones 2013. El redactor jefe de EXIT Express y director de EXIT Book analiza estas «arquitecturas efímeras que dejaron residuos imperecederos» que centran la investigación de la artista ibicenca y concluye que «entre restos arquitectónicos, grafitis y coches abandonados, la vegetación vuelve a abrirse paso para recordarnos lo que realmente somos, para recordarnos que allí, en ese exceso de nuestro desarrollo reciente, en realidad, ya no ocurre nada».

Sánchez Balmisa agrega que «Festival Club es un lugar absurdo, como tantos otros, pero no por ello insignificante o asignificante. Más bien al contrario: su visibilidad, desplazada hoy de la experiencia programada de millones de turistas en la isla, nos da la clave para acercarnos al astuto análisis antropológico y cultural planteado por esta obra de Irene de Andrés que tiene algo de archivo, performance y videoinstalación sin pertenecer totalmente a ninguna estas disciplinas».

Ruinas como metáforas de la sociedad, de nuestra propia vida, que la artista nos planta delante para cambiar nuestra mirada. Ruinas que De Andrés convierte en una reflexión que nos agita y nos despierta.