Formentera recibe cada verano a entre 1.500 y 2.000 trabajadores de temporada entre los meses de mayo y octubre, según los datos de altas de la Seguridad Social. Ellos son el ejército de empleados, junto con los residentes, que permiten que la cadena de producción de la única actividad económica local, el turismo, funcione.

Vienen cargados de buenas intenciones para afrontar cada temporada trabajando de camareros, cocineros, atendiendo en tiendas de moda, en supermercados, en los puestos de venta o en los alquileres de vehículos. Tienen en común la motivación económica que les permite ganar más dinero que en sus lugares de origen. «En cuatro o cinco meses gano más que en todo el año en mi pueblo», confirma Juan, un camarero de Granada que trabaja en uno de los restaurantes de ses Illetes.

Muchos repiten cada temporada, una tendencia que se va afianzando y que permite a los empresarios fidelizar empleados, lo que al final repercute en el ambiente de trabajo y en el trato al cliente. De la misma forma, llegan decididos a sacar el máximo rendimiento a su temporada. Es decir, ahorrar al máximo para regresar a sus lugares de origen con las cuentas corrientes lo suficientemente abultadas como para que le saquen partido a un verano de intenso trabajo «en el paraíso». En cambio, también los hay que solo logran «lo comido por lo servido», sin apenas beneficio a final de temporada.

La vivienda sigue siendo uno de sus principales problemas, aunque con el paso de los años la mayoría de empresarios se han concienciado y saben que si no ofrecen alojamiento no encontrarán personal especializado. Por eso los trabajadores que llegan con contrato lo tienen más fácil. En cambio, aquellos que se buscan la vida nada más llegar a la Savina, sin contactos ni trabajos concertados, se encuentran con serias dificultades y son los que menos partido económico sacan a su aventura formenterense.

Bien tratados

Todos los trabajadores que han participado en este reportaje, que tienen sus puestos de trabajo en la Savina, es Pujols, Sant Francesc y ses Illetes, tienen alojamiento, se sienten bien tratados por los empresarios y consideran un privilegio poder trabajar en Formentera.

José Pérez Vigo, de Granada, es un veterano camarero, curtido en la barra del Hotel Roca-Plana, en es Pujols, y encarna el ejemplo del trabajador fijo discontinuo que repite año tras año.

Llegó, como muchos otros, a través de un contacto familiar en 1986: «Mi hermana estaba trabajando en el hostal, ahora hotel, me llamó y vine». Siguió allí hasta 2005, volvió diez años más tarde y continúa. Recuerda que al principio no había problemas de casas, «la gente podía alquilar sitios para vivir que no eran caros, el turismo era alemán, nada masificado». En su caso, incluso toda su familia se instaló en la isla, aunque él sigue yendo y viniendo. «Cuando regresé en 2015, porque necesitaba trabajar, ya lo vi diferente, aunque mis condiciones de vivienda y demás no varían, y aquí espero jubilarme», sentencia.

Como temporero dice que el principal atractivo es que «te pagan bien y estás asegurado; en muchos sitios de la Península no ofrecen esas posibilidades, sino que van con contratos de dos horas, de cuatro horas, es decir, en precario, y no siempre son correctos a la hora de pagar». «En mis años de trabajador en Formentera siempre se ha cumplido con todos los contratos con mis conocidos, amigos y familia, y esto es un incentivo», añade.

Nueve horas al día

Juan y José (no quieren dar sus apellidos), de Granada, trabajan en un restaurante de ses Illetes (Es Ministre). En su caso la empresa les da alojamiento y les paga lo suficiente como para que se sientan satisfechos y regresen a sus casas con un buen puñado de euros en sus cuentas. Admiten que trabajan unas nueve horas diarias, a veces más, que no tienen días libres como la mayoría de los trabajadores de establecimientos de estas características, pero les compensa.

No le pasa lo mismo a Gabriela Maistegui, que cada verano viene desde Argentina a hacer la temporada. Es cantante y se la puede escuchar en algunos locales, pero también atiende un puesto de bisutería en Sant Francesc. Gracias a unas amigas tiene casa, «que es lo más difícil de encontrar», y a partir de allí viene a asegurarse «un sueldo con el puesto y a cantar por la noche». Admite sentirse integrada: «Lo que saco me da para vivir, Formentera es una plaza segura para hacer la temporada y es un paraíso». Trabaja de 7 a 14 horas y, por la tarde, de 19 horas a una de la madrugada, más los bolos que como cantante le puedan salir.

Antonia Martínez lleva trabajando en una tienda de ropa y efectos orientales de Sant Francesc desde hace once años. En su caso, llegó a través de un exnovio. Dejó Zara en Barcelona, donde trabajaba, y se mudó a Formentera. Pero la vida da muchas vueltas y reconoce que la isla, «con su libertad, las playas y la fiesta», le enganchó. Asegura que está bien pagada, pero que vive en Eivissa, por lo que se desplaza todos los días a trabajar a Formentera, desde hace siete años: «Me traigo la comida cada día, hoy me he traído gazpacho y un bocadillo», explica con una sonrisa.

«Más que en Madrid»

Rocío de la Torre viene de Madrid y esta temporada ha encontrado trabajo en un supermercado de es Pujols. Tiene la suerte de alojarse en casa de una amiga en Sant Francesc. Es el primer año que viene a Formentera y lo que la ha motivado son «las playas, la gente y el ambiente». En relación al trabajo afirma que está bien pagada, «más que en Madrid por el mismo puesto». «Aquí -señala- me encuentro muy bien, muy a gusto... aquí gano más, merece la pena venir, tengo días libres y recomendaría a la gente que viniera a trabajar».

María Jesús Vilches («Me llaman Tachu») viene de Málaga pero antes pasó por Eivissa para trabajar en la oficina de Correos. Como suele ocurrir, una amiga le chivó que en Formentera podía encontrar mejores condiciones y se decidió. Llegó en 2016 y actualmente atiende un puesto de venta de camisetas y sudaderas en el mercadillo de la Savina. Afirma que tuvo «un montón» de problemas de alojamiento, hasta que lo encontró en la Mola, «en la otra punta de la isla», llamando puerta por puerta, «lo que es un poco violento para una persona educada». «Lo peor ha sido encontrar casa, he tenido que vivir en Eivissa, yendo y viniendo cada día, hasta que hemos encontrado algo donde se puede vivir», cuenta. Al ser preguntada por el precio del alquiler que paga, dice prudente: «Bueno es... para vivir, pero demasiado, es un poco fuerte lo que hay que pagar, pero también lo hacemos por disfrutar de la isla, es lo comido por lo servido, estoy enamorada de Formentera, pero también se pasan un poquillo de calamidades».

De Formentera al campo

Manuel Vera es un joven sevillano que trabaja en un alquiler de vehículos: «Cuando nací ya me surgió el trabajo aquí, porque mi abuelo ya vino a trabajar, luego mis padres, mis tíos y todos...». Pasa seis meses en la isla y cuando regresa a su pueblo, en octubre, se pone a trabajar con su padre en tareas agrarias. «A mí me sale rentable venir aquí, trabajo a piñón, pero el jefe me da casa y económicamente me sale a cuenta, ahorro y tengo dinero para mis proyectos de futuro, estoy muy contento».

Felipe Sidney es brasileño, cocinero en un hotel de es Pujols (Rosales) y dice que encontró el trabajo por Internet. «Estaba en Barcelona y busque posibilidades en Formentera, había conocido a gente que había estado aquí, es una isla tranquila, buena para hacer la temporada, me dan alojamiento y pagan bien». Para él, la motivación de estar en la isla es el ambiente: «Y también que vienes para ganar dinero; sale a cuenta, no pago ni casa ni comida».

Sergio Moliner, de 19 años, viene desde Albacete y trabaja en la cocina de un restaurante de es Pujols (Es Pinatar). El empresario le facilita alojamiento «digno», que paga pero que comparte con otros dos compañeros. «Llegué aquí por contactos de amigos y antes de venir estuve en Holanda haciendo de mozo de almacén». Es la primera temporada que pasa en la isla y, de momento, se encuentra muy satisfecho: «Para mí el principal aliciente es descubrir Formentera». Se muestra muy seguro: «Esta temporada voy a ahorrar, pagan bien, tengo días libres, las condiciones son muy buenas, este trabajo es muy entregado pero sale a cuenta», afirma convencido.

Fernando Gabriel Tartaglia es otro veterano fijo discontinuo y cada año emprende un viaje desde Buenos Aires a Formentera. Aquí pasa seis meses delante de la parrilla y luego regresa a su país. Es el parrillero de un restaurante de es Pujols (S´Avaradero). Desvela que su abuelo es natural de Formentera y que empezó a trabajar en la isla hace ya 14 años: «Cuando acaba el verano, en octubre, me voy a Argentina y en abril vuelvo aquí». Señala que ahorra lo suficiente «pero no es lo de antes, antes rendía más».