Coses Nostres

Las flores de la brisa

Los campos más secos de las Pitiusas se llenan de abril a julio de ‘arracadetes’, una curiosa planta anual indicadora de las tierras más áridas y estériles

Las espigas de ‘Brizamaxima’, llamadas popularmente ‘arracadetes’.

Las espigas de ‘Brizamaxima’, llamadas popularmente ‘arracadetes’. / CAT

Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

La primera vez que observas una de estas plantas, con sus espigas doradas colgando como lámparas de unos frágiles y finos tallos, no sabes cómo interpretarla. Cómo leerla. No sabes si estas viendo flores o los frutos secos que han quedado de ellas. Es, quizás y sólo quizás, el más raro vegetal que has visto nunca. Sobre todo si no estás familiarizado con las gramíneas, caracterizadas por sus flores agrupadas en espigas.

Además, estas plantas no pueden verse todo el año y aparecen, casi de repente, en marzo o abril, alzándose a veinte o quizás hasta sesenta centímetros del suelo, con sus delgados tallos desde los que nacen las curiosas estructuras que penderán de ellos, esas espigas algo ovoides o triangulares formadas por el ensamble de otras espiguillas como placas (glumas o brácteas) bajo las que se ocultan las diminutas flores. Es decir, esa estructura de apenas un centímetro es una inflorescencia –la inflorescencia en espiga propia de las platas gramíneas– y es fácil preguntarse cómo la naturaleza, la evolución, ha llegado hasta aquí para crear un vegetal de belleza tan sutil.

En Ibiza y Formentera, estas plantas tan curiosas como pequeñas y discretas son muy conocidas y reciben el nombre popular de arrecadetes, un nombre muy apropiado para su aspecto; resulta incomprensible que a la joyería tradicional pitiusa no se le ocurriera usar de inspiración estas inflorescencias. La planta tiene multitud de nombres, tanto en catalán como en castellano, y casi todos ellos hacen referencia a que las espigas cuelgan como joyas o lámparas a merced del viento: ballarugues, campanetes del bon Jesús, sabatetes, fanalets, cascabeles, lágrimas, tembladeras o corazoncillos. Y a todos estos nombres debe añadirse, por su singularidad, el de bolitas de toro, que no precisa aclaración. La denominación más poética tal vez sea, en esta ocasión, la científica, Briza maxima, que significa brisa y hace referencia al hecho de que, debido a sus finos tallos y mínimo peso, estas espigas están siempre meciéndose con la brisa; el nombre de la especie procede del epíteto latino maximus y ya indica que es la más grande dentro de su género (en las islas también puede encontrarse Briza minor).

Hasta en macetas

En verano, al menos hasta el mes de julio y a menudo hasta agosto, estas gramíneas pueden encontrarse en una gran variedad de ambientes de las Pitiusas; hasta crecen en las macetas. Sin embargo, su lugar preferente es el de los terrenos secos, pobres de nutrientes, donde prospera a pleno sol, sin soportar ni la sombra ni la humedad, aunque sí variaciones acusadas de temperatura. La especie Briza maxima es indicadora de las tierras más secas y soleadas, habitualmente campos ya abandonados que, a fuerza de prácticas agrícolas intensivas y del uso de plaguicidas, se han empobrecido. Son las arrecades una muestra de la resiliencia de la naturaleza y de su capacidad para ocupar cualquier nicho.

Briza maxima es una hierba anual propia de las zonas templadas del hemisferio norte, donde su distribución es muy amplia. En el hemisferio sur, sin embargo, la planta es rara e incluso es considerada una especie invasora en lugares como la Patagonia argentina.

PENDIENTES NATURALES 

Teniendo en cuenta que Briza maxima es una especie muy conocida en las Pitiüses y que, popularmente y desde tiempo inmemorial, se conoce como arrecadetes, es raro que la joyería tradicional pitiusa no se haya fijado en ella para imitar su estructura de espiguillas, su forma ovoide y su tonos dorados al sol. 

Suscríbete para seguir leyendo