«Creo que en los más de 20 años que llevo trabajando en esto nunca había estado cinco meses sin tocar». Lo dice Joan Barbé, compositor y guitarrista de Joven Dolores, un músico con una fulgurante trayectoria, que comenzó en la profesión con 13 años y que fue componente de bandas ibicencas tan emblemáticas como Statuas d Sal (desaparecida en 2013), además de trabajar en otros destacados proyectos como Ressonadors o Projecte Mut (ahora en periodo de descanso indefinido). Su situación ilustra muy bien la pesadilla que está viviendo el sector musical desde que estalló la crisis del coronavirus con un aluvión de conciertos cancelados, giras pospuestas y lanzamientos de discos paralizados.

El panorama pinta muy negro, especialmente, para aquellos que, como Barbé, se dedican única y exclusivamente a la música. «Para mí ha sido una hostia terrible», asegura. Este miembro de Joven Dolores, banda que lidera junto a David Serra, vive de lo que ingresa con los conciertos y con el estudio de grabación que montó con Omar Gisbert, Magrana Studios, pero ahora, con la actividad musical prácticamente paralizada, no le queda otra que recurrir a los ahorros. Aun así, se considera afortunado. «Tengo amigos músicos en Ibiza y en la península que van a tener que dejar la profesión y buscarse otro trabajo», asegura.

También afirma tener «suerte» en este sentido su compañero en Canallas del Guateke, Iván Doménech. El cantante vallisoletano, además de dedicarse a su carrera artística, trabaja de profesor de música en el colegio Mare de Déu de les Neus y en la UIB y éste es su sustento principal.

Las perspectivas musicales de 2020 «eran muy buenas» para Doménech, que compagina Canallas del Guateke con su proyecto en solitario. «Saqué a finales de 2019 mi disco '15 años a dúo' y la cosa parecía que empezaba a rodar. En marzo ya teníamos muchos conciertos cerrados, unos 25, hasta que estalló la pandemia y todo se fue al garete. Desde entonces lo único que he hecho es el concierto del día de Santa Maria para presentar mi último trabajo en Eivissa y un par de acústicos con Joan Barbé», comenta.

Una temporada muy breve

Para la saxofonista Muriel Grossmann el 2020 se presentaba como un año bueno «y se ha quedado en nada». Esta artista de origen austriaco afincada en Ibiza se dedica únicamente a la música y vive principalmente de los conciertos que lleva a cabo entre abril y octubre. Sin embargo, con la pandemia la temporada se ha visto reducida a la mínima expresión y han sido contados los bolos que le han salido en los hoteles de las Pitiusas, que han abierto, los que lo han hecho, en julio y que van a cerrar, en muchos casos, previsiblemente en septiembre. «Hemos tocado dos tercios menos en comparación al año pasado», asegura. Además, están en el aire o se han cancelado otros proyectos, como su primera gira en Inglaterra, que estaba programada para el verano.

Al igual que ella, Danilo Martínez Boerr también ha visto descender drásticamente su actividad. «Si en un año normal mi promedio de conciertos anual es de 120 o 150, ahora si llego a 50 a finales de 2020 me puedo dar por satisfecho», afirma el batería uruguayo, que se dedica «en un 60 por ciento a la música y en un 40 por ciento» a su trabajo en la recepción de un hotel. Integrante de varios grupos musicales, explica que con The Moonshine Band grabó a finales de enero un disco, 'So long Saint Pete', y la banda tenía previsto «hacer una buena gira por Ibiza» que se ha visto reducida a un concierto de presentación el próximo 28 de agosto en las fiestas de Sant Agustí. La situación es todavía peor en el caso de Tales of Gloom, un grupo con proyección más nacional e internacional, que no ha podido realizar ni un solo concierto desde marzo, según explica el músico uruguayo, que es también presidente de la Associació de Músics d'Eivissa.

Conciertos en formato reducido

En este nuevo escenario marcado por el coronavirus, dice, ha corrido mejor suerte The Groovy Brothers porque es un trío y la tendencia ahora es a apostar por «los dúos y los formatos reducidos». Es una de las consecuencias de la 'nueva normalidad' a la que hace mención Sandro Soulman Sal, líder de la banda Uncle Sal.

Este psicólogo que tiene la música como « hobby» explica que tras el parón sufrido desde el confinamiento y a medida que se iba avanzando en el proceso de desescalada los establecimientos que habitualmente programan conciertos los iban retomando tímidamente, con «miedo a las multas», en formatos «más reducidos». «Se opta por formaciones de una o dos personas porque no sale rentable pagar a una banda con las limitaciones de aforo que hay actualmente. Además, los locales no se quieren arriesgar a que se formen aglomeraciones y por eso tampoco promocionan los conciertos», señala. De hecho, durante estos meses le han llamado sobre todo para tocar solo y apenas ha hecho bolos con su banda Uncle Sal, con la que antes solía hacer dos o tres salidas a la península.

Lo mismo le ha pasado a Grossmann, que ha tenido que pasar del cuarteto al dúo de saxo y guitarra. En esa misma línea se pronuncia Christian Roig, guitarrista y vocalista de Sequoia Tree, que asegura que en esta situación los que salen más «perjudicados son bateristas y bajistas». «Se está tocando con el mínimo de músicos posible», comenta Roig, que en lo que lleva de año habrá actuado «siete u ocho veces» en distintos formatos, con toda la banda, a dúo con su hermana Nathalie Roig o solo. «Hay mucha incertidumbre y desánimo en el sector», señala, antes de abordar otra de las consecuencias negativas de esta crisis. «Este año teníamos pensado grabar un disco en verano, pero hemos estado casi tres meses sin ensayar y hemos decidido posponerlo para el año que viene por problemas económicos» apunta Roig. Tampoco sabe cuándo va a lanzar su primer trabajo en solitario, el EP 'Dystopian Shithole'.

«Publicar un disco ahora es un suicidio», comenta al hilo de la conversación Soulman Sal. «Ahora mismo no es el momento porque pasaría desapercibido», le da la razón Doménech, que apenas ha podido promocionar su último trabajo discográfico.

Se encuentra en el mismo dilema que Roig el grupo Joven Dolores. «Queríamos sacar disco en septiembre y seguramente lo retrasaremos. Las circunstancias lo requieren», comenta Barbé.

Respecto a la retribución económica Christian Roig considera que «la cantidad que los músicos perciben es bastante baja» y Grossmann asegura que en su caso ha habido ocasiones últimamente en que ha tenido que rebajar su caché. El presidente de la Associació de Músics d'Eivissa discrepa e insiste en que la remuneración va de acuerdo a lo que cada artista acepte. «En épocas de crisis es cuando no hay que permitir rebajas porque si no luego se va a tardar años en incrementar las cifras», advierte.

Medidas institucionales

Sin apenas conciertos y con escasas posibilidades de promocionar sus álbumes, las principales fuentes de ingresos que tienen los artistas locales se han ido prácticamente al traste. Ante esta situación crítica, asegura Barbé y el resto de músicos, «las instituciones están haciendo todo lo que pueden» para echarles una mano.

«Los ayuntamientos se han volcado desde el confinamiento con nosotros» señala el presidente de la Associació de Músics d'Eivissa, al que le hubiera gustado, no obstante, que las administraciones municipales apoyaron el plan de rescate cultural que propusieron desde el colectivo. Los músicos también consideran positivas la iniciativa del Consell 'Eivissa Cultural' y las ayudas que acaba de sacar para paliar los efectos de la crisis del coronavirus en este ámbito. Grossmann menciona, además, las subvenciones del Institut d'Estudis Baleàrics (IEB). No están tan contentos los músicos con las ayudas para autónomos del Govern, que «se han sacado muy tarde y están pésimamente gestionadas», asegura Martínez Boerr.

«Está muy bien que las instituciones den subvenciones, pero en estos momentos lo que tienen que hacer es dejarnos tocar, generar las condiciones para que el sector privado pueda realizar conciertos», afirma con contundencia Doménech, mientras el resto le da la razón.

La conversación deriva hacia las dificultades que hay en las Pitiusas para abrir cafés concierto. El batería uruguayo habla al respecto de otra propuesta que a la Associació de Músics d'Eivissa le gustaría que saliera adelante en Balears, la creación de «una licencia intermedia entre bar/restaurante y café concierto que posibilite que haya un circuito más grande de locales para tocar».

Al margen de la crisis del coronavirus, Barbé opina que «tocar en directo en Ibiza es muy difícil si no haces conciertos en celebraciones de pueblos, fiestas mayores o en algún establecimiento valiente que hace un esfuerzo titánico y se atreve a apostar por la música en vivo». Las Dalias, Teatro Ibiza, Can Jordi, Can Berri o Es Pla son algunos de los que se mencionan durante la conversación con estos seis músicos.

Todos coinciden en señalar que una medida institucional que podría aliviar la mala situación económica del sector es reducir la cuota de autónomos.

El despegue tímido que había experimentado la programación de conciertos en las Pitiusas después de que finalizara el estado de alarma se ha visto amenazado con las nuevas restricciones del Govern en vigor desde el pasado 18 de agosto. Estas medidas suponen el cierre en Balears de cafés conciertos y bares de copas. La resolución establece además que en los eventos multitudinarios «la autoridad sanitaria debe hacer una evaluación del riesgo» y en función de esto, cada acto de estas características debe contar con la autorización de la dirección general de Salud Pública y Participación de la conselleria balear de Salud y Consumo.

Las nuevas restricciones

Desde que el Gobierno central anunciara el pasado 14 de agosto las nuevas restricciones para intentar contener el repunte de la pandemia, hay artistas como Grossmann que han visto como se le empezaban a cancelar conciertos.

A la pregunta de si las instituciones están tratando al sector cultural de forma más estricta y le están exigiendo más que a otros ámbitos, Joan Barbé lo tiene claro, responde con un rotundo «sí». «A pesar de ser mi profesión, en la situación actual antepongo la salud y otras cosas como la educación a la música, pero es verdad que a la cultura en general y a los músicos en particular nos dan más palos y antes que a nadie», afirma. «En estos momentos la música me parece superprescindible, pero también lo es irse a tomar unas cañas. Me hierve la sangre cuando veo bares y plazas de toro repletas y yo tengo que tocar frente a un público con mascarillas y sentado guardando las distancias de seguridad», añade con vehemencia. El músico ibicenco todavía va más allá: «Siempre ha costado considerar a la cultura un sector serio, pero es mucho más seguro ir a un concierto hoy en día que a cualquier otro sitio. No entiendo que se permitan corridas de toros sin distancias y a los actores o los músicos se les exijan medidas bestiales. Es injusto».

Barbé no se olvida tampoco de lo mal que lo están pasando otros profesionales de la industria musical que trabajan en la organización de conciertos, como backliners, fotógrafos, sonidistas, iluminadores o road managers. «Sin conciertos ellos están en la absoluta nada, es una situación terrible», sentencia.

También hace mención a las nuevas restricciones del Govern. «Si se prohíbe el ocio nocturno es por algo, no es un capricho», señala Barbé, después de comentar que Joven Dolores ha decidido posponer la gira que tenía planeada por la península a partir de octubre «porque no se dan las condiciones para hacerla de la manera deseable».

Actuaciones en la 'nueva normalidad'

Aunque conformes con las medidas de seguridad establecidas para evitar aglomeraciones y posibles contagios, los artistas no acaban de acostumbrarse a los conciertos de la 'nueva normalidad', con los asistentes enmascarados, separados entre sí y sentados. Doménech y Grossmann recuerdan un episodio acaecido en Formentera a mediados de julio: dos conciertos de los tres que se estaban celebrando de forma simultánea en la Savina con motivo de la festividad del Carmen se tuvieron que suspender debido a que algún sector del público se puso a bailar.

La primera vez que Barbé se volvió a subir a un escenario después de que finalizara el estado de alarma fue el 5 de agosto en el Baluard de Santa Llúcia. Fue con Iván Doménech, que todavía recuerda la sensación que le embargó en aquel momento cuando se puso frente al público. «Es muy frío, raro, no acabas de conectar con el público», comenta, antes de confesar que le pidió al técnico de iluminación que le pusiera un foco en la cara para no ver nada.

Grossmann le quita hierro al asunto haciendo hincapié en hasta qué punto «la gente agradece y aprecia la posibilidad de poder escuchar música en vivo. Es un bálsamo que reconforta, da esperanza y alivia los momentos tan difíciles» que la sociedad está viviendo a causa del coronavirus.

A este respecto Doménech recuerda que precisamente para sobrellevar el confinamiento la mayoría de la población recurrió a «la música y a las series». Durante esos meses de encierro los artistas locales han trabajado para seguir en contacto con su público a través de las redes sociales y hacerles más leve la situación. Tales of Gloom fue una de las primeras bandas en Ibiza en colgar en internet un vídeo en el que aparecía cada uno de sus integrantes tocando desde sus respectivas casas, según recuerda Martínez Boerr. Doménech se estrenó en las actuaciones por streaming a través de Facebook e Instagram. También lo hizo Roig con Sequoia Tree, que ofreció «dos conciertos en streaming, en marzo, en las fiestas de Sant Josep».

Un futuro incierto

«Incertidumbre» es la primera palabra que le viene a la mente a Christian Roig cuando piensa en el futuro. «Está claro que habrá que buscar nuevas formas de generar ingresos. Si no se puede tocar en directo ni vender discos, ¿qué te queda?», se pregunta antes de apuntar la posibilidad de dar clases particulares de música. Una idea que descartan rápido el resto, teniendo en cuenta que en una situación económica delicada las familias prescinden de todo aquello que no sea completamente indispensable.

Grossmann, aunque señala que el momento «es duro» y el panorama futuro, «superoscuro», prefiere no ser pesimista y también le ve el lado positivo al confinamiento que, asegura, «ha sido muy productivo» y le ha permitido «tener mucho más tiempo para componer». Joan Barbé, aunque no las tiene todas consigo, espera que el próximo año haya vacuna y que se reactive la industria musical.

Pensando a corto plazo, Soulman Sal confía en que Uncle Sal pueda celebrar en concierto su décimo aniversario el próximo 19 de septiembre a mediodía en Can Jordi Blues Station, en el municipio de Sant Josep. La fecha estaba fijada antes de la pandemia y se ha mantenido. En el aire queda el proyecto de trabajar en nuevas canciones para grabar un nuevo disco. «La idea era empezar a finales de 2020, pero creo que este año, sin apenas ingresos, no podremos llevarla a cabo», explica.

Doménech concluye arrojando un rayo de esperanza: «Quiero ser optimista. Espero que pasemos este mal sueño y que vuelva todo a como estaba. Creo que en la próxima primavera va a florecer lo bueno. En otros sitios el sector musical tardará más tiempo en recuperarse, pero nosotros tenemos la suerte de vivir en Ibiza y en cuanto se reactive el turismo y la maquinaria se ponga en marcha todo irá para arriba»: