La capilla situada al pie del Cristo no puede ser más sencilla: tan solo un altar de marès y una cruz lisa. Sobre la tabla de arenisca, unas pocas imágenes entre flores secas, ramilletes de plástico, osos de juguete y otro par de monigotes, que desentonan con la supuesta espiritualidad del lugar. Nada que ver con la exaltación barroca repleta de recuerdos e imágenes que se acumula en el interior de las principales capillas rurales, mucho más aisladas y casi siempre mejor cuidadas. Aunque aún se celebran esporádicas misas, la sensación de abandono no puede ser más intensa.