En Balearex-19 se afrontan escenarios complejos de actuación: ante las tensiones étnicas que sufre un país imaginario, el mando deberá tomar decisiones que no inflamen más la situación. Ante todo, mucha cautela.

Hay una crisis en Larnland. Iberia tiene intereses en ese país y hay un grupo de ciudadanos y cooperantes íberos en peligro. De hecho, se trata de evitar que sean tomados como rehenes. Es el escenario imaginario en el que se están desarrollando los ejercicios Balearex-19. Se juega a gestionar una crisis, no sólo a disparar o a hacer rappel, a desembarcar o a hacer incursiones. Es mucho más complejo.

En Balearex-19 «se ambientan tensiones» entre países (Larnland y otros dos) y se llevan a cabo sesudos «análisis geoestratégicos», explica el teniente reservista Pablo Gárriz. Los altos mandos deben «analizar factores culturales». En Larnland, por ejemplo, habitan varias etnias, que no se llevan bien entre ellas y suelen tener periódicos conflictos. Hay que actuar fino para evitar que una decisión active ese polvorín.

Al mismo tiempo, en el ejercicio se tiene en cuenta que otro país extranjero puede tener la intención de apoyar a una de las minorías, lo que puede desencadenar una tensión incontrolable: «El Estado Mayor debe tener en cuenta qué puede pasar dependiendo de la decisión que tome, debe analizar las consecuencias de cada acción». No es sencillo, pues entran en juego aspectos sociales, religiosos, étnicos, políticos...

Rafael Roldán Tudela, general de brigada de la Infantería de Marina, es uno de los que deben tomar esas decisiones conforme vaya conociendo las «incidencias» que se crean, a modo de examen, desde el Cuartel General y que toman el ibicenco Antonio Planells Palau, comandante general de Infantería de Marina, y su equipo. Más que incidencias, son perrerías. Roldán no sabe qué puede pasar los próximos días y deberá ir superando prueba tras prueba, a veces en cuestión de horas. El Cuartel General se lo pondrá complicado: «Habrá una sucesión de situaciones sobrevenidas en poco espacio de tiempo», se teme.

De momento, desde que partió de Valencia, el 'Juan Carlos I' realiza una maniobra de decepción, «de engaño», detalla Roldán en su cámara del buque anfibio, situado en la cubierta 4, «la noble». Cerca, en una metopa figuran los nombres de los cinco comandantes que ha tenido hasta ahora el navío, uno cada dos años.

En esa maniobra de engaño, el 'Juan Carlos I' se dirige al norte, hasta la frontera con Francia para simular que no tiene la vista puesta en Larnland (Balears), pero al llegar a cierto punto cambiará su rumbo y «se dejará caer» hasta las islas, por ejemplo a Culdia (Alcúdia), que está en Llorc (Mallorca).

Un problema al que se pueden enfrentar es de inteligencia: «Surge cuando no se identifican las sensibilidades de un entorno», indica Gárriz. «Los factores socioculturales» pueden ser determinantes para el éxito o fracaso de una acción. Pone el ejemplo del envío de perros para buscar desaparecidos en un terremoto en Afganistán, que fue rechazado por las autoridades locales porque no encajaba con su cultura que un animal husmeara a un humano: «Lo que no se es capaz de identificar con antelación condiciona la operación», insiste el teniente.

El ejercicio tiene lugar en lo que el capitán de Infantería de Marina Fernando Herráiz denomina «escenario asimétrico». «No hay un bando con tanques a un lado y el otro con sus tanques al otro lado. La realidad es más compleja». Nada que ver con Waterloo o el Alamein. Se trata de un escenario «más actual», en el que hay grupos insurgentes y el mundo digital, a través de las redes sociales, intenta desestabilizar y «malmeter». En estos ejercicios incluso habrá un ciberataque y se analizará el papel de la prensa, por ejemplo, cómo una acción puede generar una noticia y esta echar al traste parte de la operación.

En algunos ejercicios se contempla la presencia de manifestantes y el envío de infantes como fuerzas antidisturbios: «No es fácil», comenta Herráiz. «Se debe -añade- aplicar la fuerza necesaria, sin caer en provocaciones, ni de chillidos o insultos ni de lanzamientos de objetos. La Guardia Civil o la Policía Nacional lo saben hacer muy bien eso. El grado de respuesta debe ir en función de la amenaza». Por eso deben adiestrarlos en ese tipo de actuaciones.