En pocas palabras. ¿Cómo es un parto del siglo XXI?

Es el parto de toda la vida con todas la medidas de seguridad posibles y teniendo a la mujer como centro de la atención, respetando sus decisiones. El parto más seguro es, cuando se puede, el no intervenido. Y los hospitales, tras décadas de medicalización, están adaptándose a esto.

¿Hasta dónde puede decidir una mujer sobre su parto?

Sabemos que entre el 20 y el 30% de los partos tienen riesgo. El problema es que no tenemos herramientas suficientemente potentes para anticipar cuándo se van a producir esas complicaciones. Una preocupación histórica en el siglo XIX y en el tercer mundo en estos momentos eran las altas tasas de mortalidad en el parto y de enfermedades ligadas a él tanto en la madre como en el niño. Desde principios del siglo XX una obsesión fue reducir esto al máximo por la gran sangría social que provocaba. Se medicalizó el parto y se hicieron grandes progresos. Ahora, aunque muchas complicaciones siguen siendo imprevisibles, hay herramientas que detectan a las mujeres de más de riesgo. Si la mujer no es de riesgo, su capacidad de elección es total. Un parto ahora es con las mínimas intervenciones posibles, acompañamiento constante, en un ambiente lo menos parecido posible al hospital...

¿Qué opina de dar a luz en casa, la máxima expresión del parto no intervenido?

La mayoría de países de nuestro entorno ofrecen la posibilidad de optar por un parto en casa dentro de la sanidad pública, pero esta opción es minoritaria. Las infraestructuras hospitalarias no están adaptadas y existe conciencia de que pueden pasar cosas. El país ejemplo de parto domiciliario es Holanda, sólo el 30% de las mujeres lo hacen. Y va disminuyendo.

¿Es plenamente seguro?

Hay documentos que respaldan la plena seguridad si se cumplen unas premisas. Es una demanda legítima en embarazos de bajo riesgo, pero el sistema de salud debe estar adaptado. En Ibiza se producen 15 partos en casa al año, la mayoría con buenos resultados. Podría ser una prestación más, pero necesita una infraestructura mínima, personal, desplazamiento inmediato al hospital y sólo en casos muy seleccionados. Lo que funciona ya como alternativa intermedia en Catalunya son las casas de partos, preparadas para partos no intervenidos, con personal cualificado y cerca del hospital, pero en un entorno que no parece hospitalario.

¿Ciertos sectores han demonizado el parto en el hospital?

Ha habido unas demandas legítimas por parte de las mujeres. Se investiga, se ve que el parto no intervenido es seguro en muchas circunstancias y es normal que las estructuras hospitalarias respondan a eso. Pero los cambios en las instituciones no son rápidos. Cuando se juega con la seguridad del paciente es difícil cambiar prácticas que han demostrado su seguridad por otras que también son seguras pero que hay que entrenar. ¿Se ha demonizado el parto en el hospital? No creo. Simplemente hay que explicar, hacer labor de educación sanitaria, hacer ver que hay demandas que pueden ser razonables y otras que no lo son. Las mujeres necesitan saber, tener confianza en sus profesionales, aprender. No siento que se haya demonizado, pero los hospitales deben adaptarse y lo estamos haciendo. Queda mucho por andar. Pero hemos mejorado.

¿Qué es un plan de parto?

Es la expresión de los deseos de las pacientes de cara al parto. Muchas, aunque tienen esa herramienta, encuentran buenas interlocutoras en las matronas, que les explican cómo es el hospital, a qué se van a enfrentar, qué puede ocurrir, cómo es un parto... La mayoría no manifiesta por escrito esos planes de parto porque con ese contacto con el personal es suficiente, pero es una herramienta muy válida. El personal lo lee, se contesta de forma personalizada y aprovechamos para decir qué demandas pueden ser razonables.

¿Les piden alguna cosa que no lo es?

Hay casos anecdóticos, pero la mayoría de las veces, tras el contacto con el personal sanitario suelen ser cosas razonables. A veces piden hacer una donación de sangre de cordón privada, pero no se puede realizar en un centro público. Se puede hacer una donación altruista, que va al banco de la comunidad. También a veces nos piden si se pueden llevar la placenta. Pero no, es tejido biológico que debe manipularse en condiciones especiales y desecharse de forma reglada.

Hay quien quiere enterrarla en el jardín.

No se puede. La normativa es ésa.

El jefe de Ginecología de Can Misses, en su despacho. Foto: J.A. Riera

¿Cómo sería el parto más habitual?

Una paciente que rompe aguas o tiene dos contracciones muy dolorosas cada diez minutos. Llega al hospital cuando ya se ha declarado el comienzo del parto y, tras una dilatación progresiva con epidural en el 70% de los casos, tiene un parto satisfactorio acompañada de su pareja, sin episiotomía y con un contacto precoz de la madre y el niño, lo que se llama piel con piel, que favorece la lactancia. Y con un alta precoz a los dos días.

Hay partos que se complican.

Sí, entre el 20 y el 30% de las veces hay situaciones de riesgo que pueden complicar el parto. El 37% de los recién nacidos que ingresan en las UCI de Neonatología no tenían factores de riesgo predecibles. La mayoría de esos niños están poco tiempo en esas UCI y sobreviven sin ninguna secuela. Y sigue habiendo un porcentaje nada desdeñable de complicaciones graves. En el mundo mueren entre 300.000 y 500.000 mujeres al año por embarazo, parto o puerperio. Se debe a condiciones sanitarias muy deficientes en las que una hemorragia, la principal causa de muerte, no puede atenderse. Es una gran tragedia que siga ocurriendo esto en el tercer mundo. Se ha reducido al mínimo, pero da una idea de que el parto, en determinadas circunstancias, está ligado a situaciones muy graves.

¿Se nos ha olvidado esto, que las mujeres mueren de parto?

Creo que en el subconsciente sigue presente. Los padres se ponen nerviosos, las madres están angustiadas frente a lo desconocido. Lo que ocurre es que, socialmente, se liga el nacimiento a una situación festiva y cuando hay una complicación cuesta de entender. En esos casos, el ser humano siempre busca una causa y eso genera angustia. Y ahí debe estar el personal, al lado del paciente, para dar respuesta a todas las preguntas.

Hablan de humanización del parto. ¿Qué diferencia hay entre uno humanizado y uno que no?

No es más que colocar en el centro de la asistencia a la mujer. Antes importaba simplemente el resultado: un niño sano. Ahora, además de eso, se busca que la satisfacción de la mujer sea total, también de su acompañante, y reducir al mínimo las intervenciones médicas. La mujer es dueña de cuerpo y de sus decisiones. Durante la dilatación puede utilizar pelotas, lianas y la bañera y durante el parto debe poder adoptar la posición que quiera. Estamos acostumbrados a la clásica, pero hay otras posturas que facilitan más el parto. El parto humanizado es, básicamente, no tratar de forma médica un proceso que es fisiológico, no una enfermedad.

¿Se ha abusado de la medicalización en los partos por comodidad de los profesionales?

Sí, probablemente sí. Antiguamente, en el siglo XIX, una de cada diez mujeres moría de parto, como ahora en muchos países del tercer mundo. Y cien de cada mil niños. Era una sangría, no se podían permitir perder a tantas mujeres y niños. ¿Cuál fue la respuesta de la ciencia médica de la época? El hospital. A lo largo del siglo XX se fue reduciendo la tasa de mortalidad. Ahora, en España, se mueren dos mujeres de cada 100.000 de parto y cuatro de cada mil niños. Sigue habiendo muertes, pero lejos de aquellas cifras.

Imagino que ahí aumentó la tasa de cesáreas.

Se vio que cuando aumentaba la tasa de cesáreas, disminuía la mortalidad. Pero cuando pasas del 15% de cesáreas no consigues ningún beneficio. Ha habido un aumento injustificado de cesáreas. En Brasil se supera el 70%, en Estados Unidos también es muy alto, igual que en algunos países de Europa. La cesárea, al ser una operación, conlleva un riesgo aumenta el riesgo de mortalidad en un parto de 7 a 10 veces. Es una intervención valiosísima para salvar vidas, pero sólo cuando es necesario. ¿Se ha abusado? Probablemente sí.

Hay actuaciones bastante criticadas en los partos. Una de ellas, la episiotomía.

Facilita la salida rápida del niño. Hace 30 años se creía que tenía beneficios porque reducía los desgarros complejos. Está ligado a los trastornos de suelo pélvico. En un parto, los tejidos se distienden y cuando llega a la menopausia puede implicar incontinencia urinaria, que se da en entre un 20 y un 30% de casos, fecal o útero caído. Se creyó que haciendo la episiotomía esto disminuía y, además, se facilitaba la salida cuando al niño no le llega oxígeno. Más tarde, se demostró que, de la forma en que se hacía, no sólo no se prevenían las secuelas de suelo pélvico sino que provocaba un desgarro que podía ser peor que los que se producen en la mayoría de los partos.

¿De la forma en que se hacía?

Sí, en algunos casos es necesaria. Hay mujeres con un periné más rígido, con poca dilatación de la vulva, y hay que ampliar el canal del parto. En el tercer mundo, uno de los grandes problemas es el parto obstruido. Mujeres que paren en una aldea y se pasan dos o tres días de hospital en hospital porque sale la cabeza. Se muere el niño y se necrosa, con todos los problemas que ello conlleva. Hay que hacerla de forma selectiva, una tasa de alrededor del 15% sería la correcto.

También se critica sondar a la mujer.

Como la cabeza del feto está mas baja que la vejiga, la uretra se obstruye y, antiguamente, se ponía la sonda para vaciar la vejiga y que no obstruyera el camino de salida del niño. Ahora se ha visto que la mayoría de las mujeres pueden orinar voluntariamente.

¿Lo mismo ocurre con el enema?

Sí, se hacía por el mismo fundamento: tener la ampolla rectal vacía suponía más espacio y menor riesgo de contaminación del canal de parto. Se ha visto que no es así.

Lo último: el rasurado.

Había mucha tendencia a hacerlo con cuchilla y se producían lesiones microscópicas. El pelo no es algo sucio, pero esas microlesiones pueden resultar contaminantes, además de una molestia para la mujer.

La última novedad es que pueda haber acompañantes en las cesáreas.

Sí, hay una conversación previa.

No me diga que es para que no se desmayen.

Más o menos. No ven la cesárea, hay una cortina entre el torso de la mujer y el abdomen, pero los sonidos, el hecho de estar en un quirófano, puede impresionar. No todo el mundo puede hacerlo. Ellos mismos se dan cuenta de si pueden o no.

¿Cuál es el siguiente paso en los partos?

Contar con una matrona más, profundizar en las recomendaciones de la estrategia nacional de atención al parto. Una de ellas es el one to one, la atención personalizada, una matrona que te atiende sólo a ti, que esté contigo en todo momento y cuando hay un cambio de turno se hacen las presentaciones. También queremos desmedicalizar cada vez más el aspecto del paritorio, que aunque es muy cálido se pueden mejorar.

¿Cómo interpreta la sentencia del otro día, que obliga a pagar 6.000 euros por daño moral durante el parto a una mujer que quería un alumbramiento natural y le hicieron de todo: sondarla, episiotomía, sacar a su acompañante de la sala de dilatación...?

Pues yo la interpreto como un respaldo al trabajo que hacemos. Eso fue en 2010, teníamos muchas limitaciones arquitectónicas y de personal para cumplir todas las recomendaciones. No contábamos con salas individuales de dilatación. Ahora tenemos salas de parto donde se hace todo, desde la dilatación al alumbramiento, con su baño y su ducha. Es una situación ideal. Antes había dos mujeres dilatando en una habitación acompañadas de sus parejas. Sólo las separaban unas cortinas, de manera que si había que hacer cualquier maniobra debías sacar al acompañante. Si hay que poner un enema o hacer una exploración de tacto vaginal, ¿cómo lo vas a hacer con el acompañante de la otra mujer al lado? Debe salir.

¿Y en el propio alumbramiento?

Antes había que pasar de la sala de dilatación al paritorio. Ahora no. Tienes una cama, la cambias a la posición en la que quiera la mujer y ya está. Antes tenías a la mujer inmovilizada porque había que controlarla y tenía que estar junto al monitor, ahora es telemétrico, la mujer puede estar paseando y nosotros controlándola desde el monitor central. Las vías hay que ponerlas. El 70% de pacientes pide la epidural. Que una mujer manifieste que no la quiere no es óbice para que luego, si se arrepiente, no se la pongamos. Con la epidural hay riesgo de hipotensión, te puedes desmayar. Los anestesistas necesitan una vía rápida de acceso. Las preferencias se respetan siempre que no se ponga riesgo ni a la propia madre ni al recién nacido. Se trata, en definitiva, se aplicar el sentido común.

¿Falta sentido común en algunas formas de promocionar el parto no intervenido?

Creo que hemos sufrido cambios acelerados. Hoy hay mucha información disponible en internet y es fácil, a través de las redes sociales, propagar determinadas ideas. Antes la información iba directamente del profesional al paciente o estaba en los medios escritos. Ahora hay muchas vías de información y es responsabilidad nuestra hacerles frente con los mismos medios. Es un reto. No se trata de demonizar nada. La gente hace demandas. La mayoría son razonables, pero queda una gran labor de comunicación.