Uno de nuestros principales atributos es dar nombre a cuanto a nos rodea. Al nombrar los lugares en los que vivimos los humanizamos, los hacemos ‘nuestros’ y, a partir de entonces, espacios anodinos pasan a ser significantes, nos identifican y nos reconocemos en ellos. De ahí la gravedad de desfigurarlos y cambiarles el nombre como sucede en es Cap d’es Jueu mal llamado ‘Atlantis’; o en ses Balandres que otros llaman las ‘Puertas del cielo”; o en la Torre d’es Savinar que ha pasado a ser la ‘Torre del Pirata’. Algunos de estos nombres son tan antiguos que su razón se nos escapa, pero muchos otros son un testimonio vivo de nuestra historia y un precioso legado arqueológico, antropológico y patrimonial. En Ibiza y Formentera tenemos topónimos que, sobre todo en las costas, nacieron de la necesidad vital de los navegantes para orientarse en un mar sin fronteras. Las más de las veces, surgieron a partir de analogías, de un accidente natural o geográfico. Ses Portes alude a su condición de estrecho freo de entrada hacia el puerto de Vila. S’Atalaia significa literalmente mirador, balconada que atalaya lejanías. Mola es sinónimo de altiplano y Punta Rasa señala un cabo cortado en su vertical a cuchillo. Es Codolar alude a los cantos rodados o ‘codols’ de las orillas. Y los orígenes romanos de Portmany y Cala Llonga descubren un gran puerto, ‘Portus Magnus’, y una ensenada profunda como una ría. Son analogías formales que se repiten en sa Foradada, s’Olla, es Racó des Forat, Roca Llisa, Punta des Llosar, es Racó Fond, Punta Prima, Pas Estret, Illa Plana, Punta Grossa, Illa Rodona, etc. Otras veces, los nombres orientan al navegante por la condición cromática de la costa: Punta Roja, Cala Roja, Cap Roig, Punta Negra, Cala Negra, Penyes Negres, Cap Negret, s’Illa Negra, es Blanquer, Cap Blanc, Cala Blanca, Racó Verd, etc. Y encontramos la misma modalidad nominativa en la geografía interior: Pla Roig, Puig Verd, Puig Blanc, Puig Negre, etc. En otros casos, el topónimo alude más directamente a la navegación: Punta Galera, Punta de sa Fragata, sa Corbeta, etc. O advierten de peligros como escollos, sifones, estrechos o aguas someras: es Mal Pas, Punta de sa Mar Loca, s’Estufador, caló de s’Oratge o Punta de ses Roques. Y no nos faltan topónimos con referencias a determinadas actividades, caso de s’Espalmador, sa Sal Rossa, sa Pedrera, ses Pesqueres Altes, ses Salines, Punta des Corrals, Caló des Moltons, Cala d’Espart, Racó de sa Llenya, es Carregador, etc.

La presencia de animales da nombres como s’Illa de ses Rates, Conillera, Vell Marí, Ca Marí, Illa des Porcs o Pou d’es Lleó -estas 4 últimas nominaciones con referencia a la foca monje-, es Niu de s’Àguila, Cala Falcó, sa Balena -¿por el frecuente avistamientos de cetáceos?-, Punta de sa Gavina, Punta des Nius, etc. Las especies botánicas, a su vez, dan nombres como es Fonoll Marí, Port de la Savina, s’Espardell, Punta de sa Ruda, es Figueral o Figueretes. Y las zonas húmedas dejan voces como s’Estanyol, es Raig, ses Fontanelles, s’Estany Pudent o ses Feixes. Tampoco faltan referencias religiosas: Caló de Sant Agustí, Punta de s’Església Vella, Cala de Sant Vicent, es Monestir, Pilar de la Mola y el exagerado santoral que dio nombre a todos los pueblos y acabó con las voces árabes de la que nos quedan preciosos vestigios como Benimussa, Balàfia o Benirràs.

Hechos y sucesos históricos

Otros topónimos costeros recuerdan tragedias, naufragios, hechos históricos y sucesos de los que sólo podemos fabular. S’Illa des Penjats tal vez guarda memoria de las horcas que allí hubo. Y posiblemente en es Caló des Mort apareció un cadáver como el que llegó flotando en su ataúd al pie de la Mola como recoge el diario del faro. ¿Y no guarda Botafoc el recuerdo de una torre anterior al faro que pudo corresponder a la red de talaies que avisaban al avistar naves enemigas? Tagomago parece una voz relacionada con Magón, el general cartaginés que dio también nombre a Mahón y es Cavall Bernat parece una deformación piadosa de ‘Carall Beranat’, monolito rocoso de referencia fálica. En el litoral de Formentera, es Carnatje, entre ses Roques y es Racó de sa Pujada, lo ve el diccionario como desolladero de animales o recuerdo de una lucha encarnizada. En cuanto a es Cap Nunó parece referirse a Nuno Sanç, uno de los conquistadores catalanes de la isla en el siglo XIII.

Es Cap de Barbaria, por su parte, registra el horizonte por el que llegaba la barbarie de las naves enemigas. En cuanto a las alusiones de otros topónimos son sólo legendarias. Dicen que els Ais recuerdan los gritos de los últimos moros que, desde un cantil, arrojaban al mar los cristianos. Y que sa Cova des Fum rememora la lección que Sigurd, príncipe noruego, dio a los moros que escondían un tesoro en una gruta de la Mola. Y así podríamos seguir con toda una retahíla de voces tan secretas como sugerentes: Punta de ses Cuines, es Clot des Llamp, Cala d’Emboscar, sa Guardiola, Puig de ses Torretes, Caló des Moro, Racó des Moro, sa Cova d’Ànibal, Cap des Jueu, Punta de sa Guaita, s’Illa Murada, etc. Y finalmente, el mapa del interior de la isla nos habla sobre todo de habitación, razón de que, tanto en las alquerías y ‘rafals’ de la Yabisâh árabe como en los nombres que hoy tenemos, lo que vemos es una interminable relación de linajes que dan nombre a montañas y valles: Puig d’en Blai, Puig d’en Secorrat, Serra d’en Parra, sa Tanca d’en Cabrit, Clotada d’en Jover, Torrent de Besora, Pedrera d’en Canyes, Pou d’en Nicolau, Plana d’en Maiol, etc. Una toponimia, en fín, que atesora una larga y valiosa memoria fosilizada.