Contemplar un atardecer desde ses Variades, el tramo de costa rocosa que forma parte del paseo marítimo de Sant Antoni, es uno de los atractivos más populares entre los turistas que visitan Ibiza. Miles de personas acuden cada día a este enclave para ver cómo desciende el sol en la bahía de Portmany. Pocos minutos después de las ocho de la tarde, comienza la afluencia constante de personas, que descienden por la calle General Balanzat y desde el paseo de ses Variades. La multitud se concentra en las rocas que están frente a los establecimientos de la zona y la mayoría llega cargada con bolsas, botellas de cerveza e incluso neveras portátiles. Algunos también aprovechan para cenar a la vez que observan el ocaso, razón por la que cajas de cartón y envases de plástico de diferentes tamaños cubren las rocas.

La admiración con la que los asistentes miran los rayos de sol que colorean de rojo el cielo contrasta con el desprecio con el que tratan el suelo que pisan. La cantidad de tapones de botellas de cerveza, trozos de cristal y colillas que ensucian este espacio es imposible de calcular.

Los turistas desconocen que la nueva ordenanza municipal de Residuos y Limpieza Viaria, aprobada en el pleno del pasado 24 de abril, castiga con 900 euros a los que arrojan papeles o colillas en la vía pública. Sin embargo, no hay ningún cartel informativo ni policía para disuadir a los visitantes.

A las 20.30 horas, miles de personas ya han invadido el tramo de ses Variades comprendido entre la calle General Balanzat y la zona que queda frente al aparcamiento. Apenas queda un metro cuadrado libre.

Gran parte de los asistentes son jóvenes y acuden en grupos de un mínimo de tres personas. Amelia, nacida en Inglaterra, es una de ellas. Acompañada de dos amigas de su país, bebe de una de las botellas de cerveza que han comprado en una bodega cercana a la zona. «Es la segunda vez que vengo de vacaciones a la isla y me gusta ver la puesta de sol desde aquí», explica Amelia. En su opinión, para la cantidad de gente que se concentra en ses Variades, lo encuentra limpio.

Aunque predominan los jóvenes en este lugar, también hay alguna familia como la de Antonella Zanotta, una italiana que disfruta con su pareja e hija del ocaso. Sin embargo, ella es más crítica con la limpieza de este popular enclave. «Es la segunda vez que veraneamos en Ibiza y nos gusta mucho ver la puesta de sol desde aquí, pero esta zona está un poco sucia. Deberían mantenerla más limpia», considera Zanotta, tras darle un trago a su lata de cola.

«Después tiraremos la basura en los contenedores, ¡no la dejaremos en las rocas!», se excusa esta mujer procedente de Milán.

«Kilos y kilos de basura»

Para evitar que se acumulen montañas de basura delante de los establecimientos (y para evitar las correspondientes multas que fija la ordenanza de residuos), los responsables de Café del Mar y Mambo han colocado decenas de contenedores. «Tenemos más de diez contenedores para evitar que los turistas dejen en el suelo la basura. Al final del día recogemos kilos y kilos de residuos de todos los turistas, no solo de nuestros clientes», explican desde Café del Mar.

Desde esta empresa asumen que es su responsabilidad mantener limpio el espacio que les toca, pero critican la falta de respeto de algunos visitantes «A pesar de que cuentan con contenedores y papeleras a pocos metros de distancia, algunos dejan la basura en el suelo», se quejan desde este negocio. «La gente debería ser más respetuosa. No puede haber un policía detrás de cada turista para evitar que tiren residuos al suelo», opinan desde Café del Mar.

En Mambo afirman que cuatro de sus empleados se dedican en exclusiva a la limpieza. Aparte de la decena de contenedores, de unos 130 litros de capacidad, que colocan en las rocas, disponen de 30 más en su almacén y de ocho más de gran tamaño. «Cada día recogemos más de 1.500 kilos de basura», calculan desde este negocio.

Además, uno de sus trabajadores más veteranos señala a los culpables de esta acumulación de basura: las bodegas. «La proliferación de este tipo de comercios es la que está generando este problema y en algunas se vende alcohol a partir de la medianoche a pesar de que está prohibido», asegura el empleado, que insiste en que la mayoría de la basura que retiran no es de sus clientes. «Es el precio que tenemos que pagar por nuestra actividad», reconocen.

Según el Ayuntamiento, cuando se producen concentraciones de personas semejantes no hay efectivos suficientes. Empresarios de la zona han calculado que una tarde se llegaron a concentrar hasta 9.000 personas en este enclave. «A pesar de que las patrullas pasan por allí y se procura que siempre haya presencia policial en las horas punta, lo conveniente sería realizar actuaciones preventivas y evitar estas situaciones, pero la falta de efectivos imposibilita que se organicen los dispositivos que serían necesarios, ya que no hay agentes suficientes», justifica una portavoz del Ayuntamiento de Sant Antoni.

Al botellón al aire libre y a la acumulación de residuos se unen la venta ambulante y la publicidad dinámica. A pesar de que ambas actividades están prohibidas en este municipio, antes de que caiga el sol afloran vendedores con gafas de colores, relojes y una droga que está de moda entre los turistas británicos: el óxido nitroso (N2O), más conocido como gas de la risa.

Óxido nitroso

Los jóvenes inhalan este gas mediante globos de colores y no se esconden a la hora de hacerlo. Tras obtener su dosis, los consumidores tiran los globos y en el suelo quedan las pequeñas cápsulas o ampollas metálicas y un sifón mediante las que se introduce el gas.

A las 20.38 horas, el sol desaparece detrás de las nubes, que han impedido una puesta de sol perfecta. Esto no molesta a los asistentes, que aplauden, como de costumbre, y brindan frente al mar.

La oscuridad atrae a los tiqueteros, que asaltan sin reparos a los asistentes para anunciarles fiestas de dos discotecas de la isla.

Dos horas después, los contenedores están desbordados, pero la música continúa en ses Variades a la espera de otra multitudinaria puesta de sol.