El porxo de la iglesia de Santa Agnès, levantado entre 1825 y 1830, fue el escenario de un crimen que consiguió cambiar de ubicación la entrada del templo. Una pelea entre varios parroquianos acabó con un hombre muerto de un tiro en la puerta y, desde ese momento, muchos vecinos se negaron a asistir a misa si se veían obligados a acceder al recinto traspasando el pórtico, maldito por el derramamiento de sangre.

En el pueblo, la historia aún se cuenta, es parte de la tradición popular de Corona, y el canónigo archivero Joan Marí Cardona la recoge en su libro 'Balansat', de la serie Illes Pitiusas. En un índice de la secretaría del obispado, Cardona halló la «solicitud de algunos feligreses de la parroquia de Santa Agnès pidiendo que la puerta de la iglesia se haga en otro lugar, 1870». Aunque no se explica la razón de tal solicitud, la fecha coincide con los relatos populares y con las notas recogidas por el archiduque Lluís Salvador en sus visitas a la isla.

Al parecer, aunque no consta en documentos, el vicario capitular no estaba dispuesto a cambiar una puerta por las supersticiones y manías de los vecinos y contestó a los solicitantes con un irónico comentario que ellos interpretaron a su manera; el vicario les dijo que la puerta de la iglesia de Santa Agnès debía estar donde aún estaría al día siguiente. Al rayar el alba, y después de que varios vecinos pasaran la noche en vela, la puerta maldita estaba tapiada y el templo tenía una nueva entrada, en la fachada de Poniente.

El porxo de Sant Jordi, con las cruces del calvario.. Foto: Joan Costa

Una pelea con resultado de muerte puede ser considerada una más de las relaciones sociales que se potenciaron en las parroquias cuando a sus templos se les añadieron pórticos bajo los que poder reunirse los feligreses a la salida y a la entrada de misa y donde poder guarecerse de lluvia y sol. El porxo es el elemento arquitectónico que marca el paso de las antiguas iglesias fortificadas, pensadas como refugio ante el enemigo, a las iglesias rurales como lugares exclusivamente de culto y reunión donde debía potenciarse su función social, en una época donde muchas casas estaban diseminadas por el campo, todo quedaba lejos y los vecinos quizás sólo se veían y se relacionaban los días que había misa en el pueblo.

Todas las iglesias tardomedievales y de los siglos XVI y XVIII, es decir, las antiguas capillas fortificadas de los quartons, fueron construidas sin porxo, un elemento que se añadió ya en el siglo XVIII. El único proyecto que hoy se conserva es el de la iglesia de Sant Agustí, del año 1819, que sí tenía un porxo en los planos pero que, finalmente, no se construyó por falta de dinero. Al parecer, ya en los siglos XVIII y XIX, la razón de que algunos templos no tuvieran inicialmente pórtico fue económica.

El primer porxo de missa documentado es el de la iglesia de Santa Eulària, que incluso cuenta, acentuando su primigenio carácter defensivo, con su propia torre de vigía incorporada, explica el arquitecto Juanjo Serra, experto en arquitectura rural. Esta iglesia se empezó a construir en el año 1555 y el porche, uno de los más espectaculares de las islas, y las capillas laterales se añadieron a finales del siglo XVII y a principios del siglo XVIII. Aunque ya había pasado el periodo de las constantes incursiones enemigas en tierra pitiusa, aún era época de peligro de ataques berberiscos, y quizás por ello el porche de este templo tiene tan extraña posición; este porxo es único, por su gran tamaño, por su forma, por su fecha de construcción y porque no está adosado al templo.

Porxo de Santa Agnès. Foto: Joan Costa

El arquitecto Juanjo Serra explica que los pórticos podían resultar puntos débiles para las construcciones en tiempos en que las iglesias debían ser fortificaciones, razón por la cual la mayoría de los templos no dispusieron de porche hasta pasada la peor epoca de la piratería. Sin embargo, parece ser que bajo el porxo de Santa Eulària, en el Puig de Missa, «se refugiaban los campesinos cuando aparecían moros o berberiscos en la costa», según cuenta Jorge Demerson en su libro 'Iglesias de Ibiza', un libro del 74 que es referencia obligada en la materia.

Asimismo, Serra aclara que la función de los porxos de missa es muy distinta a la que cumplían los porches de la arquitectura civil rural, de las casas payesas, donde tales elementos arquitectónicos estaban pensados como lugar de trabajo en común, la zona de la casa en la que esclovar metlles o preparar la lana para el hilado. También era el lugar en el que recibir a las visitas.

Santa Eulària, Sant Antoni y Sant Jordi, tres de las más antiguas iglesias rurales de las Pitiusas, fueron templos fortificados y artillados hasta 1869. La capilla de Sant Jordi, ya documentada en 1577, fue ascendida a parroquia en 1662; las otras dos pasaron a tal categoria en 1785, el año en el que el primer obispo de las islas, Abad y Lasierra, mandó construir también las iglesias de Sant Carles, Santa Agnès, Sant Mateu, Sant Agustí, Sant Rafel, Sant Llorenç y Santa Gertrudis. Fue en el mismo decreto en el que la iglesia de Santa María la Mayor pasó a ser catedral.

El 'mac de fer trons'

Y las de Jesús (que fue una vicaría construida también en la etapa medieval de la expansión de la Iglesia en Ibiza) y Sant Joan tienen, como particularidad, el porche situado en un lado, separado de la entrada al recinto, resalta Juanjo Serra repasando los distintos pórticos de las parroquias pitiusas. De esta forma, se evitaría el ruido de la gente que se agolpa en la entrada y el escándalo de alguna pelea que pudiera, además, acabar como la que finalizó con la entrada de Santa Agnès tapiada. Los hombres del pueblo no dejaban pistolas y navajas en casa ni para asistir a la misa de los domingos. De ello da fe el mac de fer trons que aún se conserva en el patio (anterior al porxo) de la iglesia de Sant Miquel; el empedrado actual se ha dispuesto respetando una antigua piedra en la que antaño los más farrucos del pueblo, a la salida de misa, disparaban sus armas de fuego, algo que hacían de manera festiva o para llamar la atención de las mujeres haciendo gala de sus atronadoras armas, cargadas sólo de pólvora.

Otra hipótesis sobre los porxos separados de la puerta de la iglesia la ofrece Joan Marí Cardona en 'Camins de Missa', donde plantea, al menos respecto a la iglesia de Jesús, que se situó en un costado «seguramente porque no quisieron restar visibilidad al pequeño nicho sobre la puerta». En la iglesia de Sant Josep, sin embargo, tal consideración a la hornacina no se tuvo en cuenta y hoy puede sospecharse que el porxo es un añadido al edificio original sólo con fijarse en la situación en la que ha quedado el ninxolet (que, en este caso, tiene a Cristo en su interior), tan cercano a la porxada que sólo puede contemplarse desde la acera de enfrente de la parroquia. Sant Josep tiene dos porches, y posiblemente el primitivo es el de la casa rectoral, situado a la derecha. El segundo, el que el maestro de obras alicantino Pere Ferro jamás proyectó, ya aparece en una famosa lámina dibujada por el archiduque Lluís Salvador, por lo que se considera que pudo levantarse en la primera mitad del siglo XIX.

Cámaras de vigilancia

Se desconoce la fecha exacta en la que se construyó el porxo de Sant Jordi, pero el archiduque Lluís Salvador ya lo cita y hay datos de que en el año 1862 se realizaron obras importantes en el templo; historiadores como Joan Marí Cardona consideran que fue entonces cuando se abrió la puerta nueva (antes, la entrada, como en casi todas las capillas originales, se situaba mirando al sur) y se construyó el porche sobre ella. El porxo de Sant Jordi cuenta hoy con cámaras de vigilancia, instaladas cuando el párroco se cansó de que las reuniones de vecinos de antaño se hubieran convertido en grupos de jóvenes que usaban tal espacio para hacer botellón y fumar porros. En las paredes pueden contemplarse pintadas que revelan esta otra forma de socializar. En esta iglesia, como en la mayoría de ellas, el pórtico cuenta con pedrissos, bancos de piedra a lo largo de la pared, que facilitan esa función social que tienen los porxos de missa. El de Sant Mateu, construido entre 1884 y 1885, curiosamente, no cuenta con estos poyos bajo la cubierta, pero destacan sus escalones de piedra picada y el hermoso nicho de las cruces del calvario, que en otros templos se halla en el exterior.

En la actualidad, y aunque no son originales de la más antigua arquitectura religiosa ni de la arquitectura civil, los porxos son uno de sus elementos más característicos. «El pórtico -escribía Demerson a principios de los 70- recoge la esencia, el alma de la iglesia, que ante todo es asamblea, junta de los feligreses. El pórtico simboliza el papel unitivo de la religión, que es vínculo entre los hombres, y entre los hombres y Dios. Por eso, pórticos ibicencos, siento por vos especial cariño».