Difícil añorar Bali cuando el termómetro marca casi 18 grados en ses Salines, sopla una suave brisa marina y en el horizonte, casi a ras del agua, maniobran dos cormoranes moñudos mientras dos gaviotas, que descansan plácidamente en una plancha de paddle surf mecida por las olas, otean un cielo cristalino (se ven con claridad los faros de es Penjats y es Porcs, así como la torre de s´Espalmador) al que unos pocos cúmulos humilis dan el toque naif que falta a la escena. Aunque es el primer Año Nuevo que pasa en la isla, Joa, alemán afincado en Ibiza, no echa de menos aquellas navidades en las que solía descansar en Indonesia «a 28 grados de temperatura ambiente y con el mar a 20 grados».

Ayer, las Pitiusas nada tenían que envidiar al paraíso oriental, según Joa y la berlinesa Corinna, que a las 11 horas se dieron su primer chapuzón del año. Para entrar en calor, primero corrieron durante media hora por la playa, desde sa Canal hasta casi la torre de ses Portes, para luego volver, recoger una toalla del coche, desnudarse (ella totalmente) y zambullirse en un mar casi plano. ¿Fría? «No, solo un poco más que la de Bali», según Joa, aunque los grititos de Corinna al penetrar y los apenas 30 segundos que duraron dentro parecían indicar que estaba bastante más helada de lo que confesaban.

Pero Joa y Corinna no fueron los primeros en inaugurar la temporada de baños del 2015 en ses Salines. A las 9.36 horas Paco Muñoz, de 39 años y exportero del SD Ibiza, se desprendía de la ropa y el calzado deportivos y, sin pensarlo dos veces, se introducía en el mar junto al muro de la Salinera. Muñoz resistió más, un minuto. El gaditano (nacido en Puerto Real), corredor de fondo que ya ha acabado maratones y semimaratones, confiaba en encontrarse este año con sus compañeros de footing y darse con ellos el primer chapuzón: «Pero posiblemente, como soy padre [su hijo, de un año de edad, se llama Bruno] me fui a acostar antes que ellos, que aún deben de estar en la cama», supuso. Cada domingo corre con ellos por los caminos de ses Salines y, si hace buen tiempo, acaban la jornada con el agua al cuello.

Muñoz, jefe de gestión del servicio de las basuras de Ibiza, se fue a dormir sobre las 2.30 horas, pero a las 9 ya estaba en pie: «Me encanta comenzar el año bañándome en la playa». No solo para comenzar fresco el primer día, sino también porque «el contraste de temperatura permite regenerar las microrroturas que se crean al correr».

Objetivo Berlín

El agua estaba aceptable para Joa, Corinna y Paco, pero demasiado fría para Marc Costa, edil del PSOE-Pacte que empezó el año corriendo, quién sabe si pensando a la vez qué será de su carrera política en este año electoral. La que sí tiene claro es la próxima competición en la que participará: el semimaratón de Berlín, que se celebrará el 29 de marzo. Se ve que está de moda que los políticos se apunten a estas intensas aventuras deportivas: Rafa Triguero y Miquel Jerez, por ejemplo, se hicieron hace un par de días la San Silvestre vallecana. Será el primer semimaratón de Costa: «Llevo corriendo unos cinco años. Me lo tomo con tranquilidad. Hay gente que empieza fuerte y en tres meses ya corre un maratón. Pero yo quiero hacer deporte muchos años, no deseo lesionarme tan joven». Empieza cada 1 de enero corriendo, aunque lo de ir a ses Salines «no es un ritual», admite. Lo mismo le da Jesús que otras zonas de Ibiza. El caso es mover las piernas.

A Adolfo Riganello también le da lo mismo el lugar. Nada allá donde esté. Este año le ha tocado en la bahía de ses Figueretes, donde justo a mediodía se hizo unos largos al estilo mariposa. Y no una sola vez ni medio minuto: varias veces y suficiente tiempo como para acabar en urgencias con síntomas de hipotermia. Natural de Crotone (Italia), de extensas playas, este calabrés de 50 años de edad se mojó otros años en las aguas saladas de Génova, Capri y Nápoles, pero también en las dulces del Tíber, en Roma. Para él es una tradición. Entrenador deportivo, pasa estos días de vacaciones en Ibiza junto a un amigo.

«Esto es casi el paraíso», exclamaba ayer el neozelandés Anthony, de 49 años, mientras a bordo de su kayak se dejaba mecer por las suaves olas que llegaban hasta la playa de ses Figueretes. Daba unas paladas y paraba para contemplar el horizonte; luego daba otras cuatro paladas y paraba de nuevo de cara al sol para sentir su calor... Así sucesivamente hasta que llegó a la costa, sin prisas. Vestido con camiseta, bermudas y unas simples chanclas, recorrió la bahía a golpe de remo, pero relajadamente. Vive en Londres, donde trabaja como profesor universitario, y viaja a la isla cada cinco semanas, en la que se refugia en un apartamento que compró hace justo un año. El kayak es una adquisición reciente y muy importante para él: «Con él hago un poco de ejercicio y, sobre todo, floto, que es lo que más me gusta pues me permite contemplar esto... que es casi el paraíso», repite con cara de felicidad.